1. La familia Potter y unos cuantos Weasleys

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- ¡Mamá! ¡Ya estoy en casa!

James Sirius Potter se sacude el polvo grisáceo que se le ha pegado a la ropa con ligeros y breves manotazos.

- ¡Mamá! – Vuelve a gritar el muchacho moreno.

El ruido sordo que produce un cuerpo al caer se escucha tras él. James ni siquiera se gira para ver cómo se encuentra la menuda muchacha de ojos verdes que tose envuelta en ceniza. Vaya bruja de pacotilla. ¿Es que aún no sabe viajar por la red Flu? Sencillamente vergonzoso...

- Sígueme. – Ordena James.

Están en un saloncito para visitas que hay junto a la entrada de la casa. La familia no suele utilizarlo, salvo si papá o mamá reciben a alguien inesperadamente. Es un lugar acogedor y así evitan que los desconocidos entren al interior de la vivienda. James abre la puerta y sale al amplio recibidor empapelado en verde y rematado con madera blanca brillante. Toma el único pasillo que se ve – el cual los lleva hacia la derecha – y mueve un poco la cabeza para ver si Haworth lo sigue, tal y como le ha dicho que haga.

En casa de los Potter hay muchas puertas. Despachos, dormitorios, armarios, salones, baños aquí y allá, una sala de lectura – a la que James no suele entrar –, en fin, sus padres construyeron aquello pensando en las visitas familiares. Y no se han equivocado al hacerlo. En casa de los Potter siempre hay gente. Siempre. Ya sean o no de la familia. Y a James le gusta que así sea, porque asocia el ruido con la felicidad.

Cuando llega al final del pasillo abre una puerta blanca. Nada más entrar se encuentra a sus padres besándose entre risitas y arrumacos junto a la encimera de madera clara de la cocina.

Vomitivo.

- ¡Puaj!

- ¡James! – Exclama su madre, separándose de su padre de mala gana.

- ¿No sois un poco viejos para esas cosas? – Pregunta el chico, arrugando la nariz desde la puerta.

Harry Potter sonríe de medio lado justo cuando Haworth aparece en la puerta.

- ¡Alya! ¡Bienvenida! – Exclama su madre acercándose a ella con gesto sorprendido - ¡Se me había olvidado por completo que hoy venías! – Le pasa un brazo por los hombros - ¿Cómo no me has dicho nada? – Le da un manotazo a su hijo mayor, que abre la boca, ofendido – Anda, ve a avisar a tus hermanos mientras yo voy a llevar a Alya a su dormitorio.

- Ya voy yo. – Dice su padre.

- Muy bien. Yo voy a mi cuarto. – Se apresura a decir James.

- No, nada de eso jovencito. Ve poniendo la mesa. Comeremos enseguida.

- ¡Mamá! – Gruñe el chico.

Pero la mirada que le lanza su progenitora no parece compasiva, así que James suspira con resignación y se dirige al armario donde guardan los manteles mientras Ginevra Potter y Alya Haworth – que hasta ese momento no ha despegado los labios – salen por la puerta de la cocina por la que segundos antes James ha entrado. Su padre, sin embargo, se dirige al fondo de la amplia sala y descorre lateralmente una puerta acristalada para salir al jardín, donde Al y Lily deben estar jugando.

James está estirando un mantel blanco sobre la mesa cuando Albus, Lorcan, Lysander y Lily entran en la cocina formando un gran estruendo.

- ¿Dónde está Alya? – Pregunta Albus, colocándose bien las gafas sobre el puente de la nariz.

Relatos en tiempos de pazDonde viven las historias. Descúbrelo ahora