20. Rupert y dos ratas

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Hace horas que la oscuridad de la noche ha caído sobre los muros de Hogwarts. Incluso los prefectos han regresado del habitual paseo que tiene lugar tras la cena y que sirve para asegurarse de que nadie esté fuera de su sala común pasado el toque de queda. Sin embargo, aquella noche un pequeño grupo formado por dos chicos y una chica recorre los lóbregos pasillos empedrados que se entrecruzan de manera laberíntica, dejando tras de sí el sordo eco de sus pasos y el murmullo de sus respiraciones.

— Por aquí. — Susurra la chica de cabello dorado rojizo que lidera la expedición.

— La sala de archivos está en la otra dirección. — Señala un muchacho alto y rubio.

— Gracias por la observación, Malfoy. No me había dado cuenta. — Gruñe ella, sarcástica—. La sala de archivos está muy cerca del despacho y los dormitorios de Filch y Mullins, por eso vamos a hacer una pequeña visita a Peeves para pedirle que los atraiga hacia el lado opuesto del castillo.

— Y Peeves te va a hacer caso... — Ríe por lo bajo Scorpius Malfoy, desdeñoso.

— ¿Apostamos algo?

— ¡Ya vale! — Exclama en un susurro contenido el tercer implicado, que no es ni más ni menos que el mediano de los Potter—. Scor, haremos lo que dice Devi. No tenemos una idea mejor, ¿o sí?

Scorpius silba entre dientes. Albus le lanza una mirada suplicante. "Por favor", parece decirle sin despegar los labios, y el golpeador ladea la cabeza con resignación. Le cae bien Devi, pero a veces tiene unas ideas que podrían tildarse de "cuestionables", aunque eso no es lo peor, sin duda se le hace insoportable que siempre tengan que hacerlo todo tal y como ella dice. Ni siquiera tiene la deferencia de pedirles opinión.

— Vamos. — Ordena Devi, y los tres vuelven a moverse después de supervisar un cruce de pasillos para asegurarse de que no hay nadie allí que pueda descubrirlos.

No tienen que caminar mucho más para dar con una puerta desvencijada por la que Devi se cuela, seguida de los dos amigos. Acceden a un pasillo más oscuro que boca de lobo. Ni una mísera antorcha ilumina la estrechura de aquel lugar que huele a cerrado y a humedad.

Lumos. — Susurra Albus, situado justo delante de él.

— ¿Qué es esto? ¿Dónde estamos? — Pregunta Scorpius. Intenta maquillar la leve nota de temor que baila en su voz. No sabe si lo ha conseguido del todo.

— Shhhh. — Les pide la chica. Luego camina sin miedo alguno y Scorpius supone que no están en peligro, aunque teniendo en cuenta que es Devi la que decide qué es peligroso y qué no lo es... — Seguidme.

Cuando llegan al final del pasillo — que es más corto de lo que Scorpius creía en un primer momento—, se abre ante ellos una sala igualmente oscura en la que apenas puede apreciarse nada. Parece estar vacía. Scorpius ilumina también la punta de su varita y mira a un lado y a otro, arrojando luz sobre las paredes en gran medida desnudas, exceptuando una serie de argollas y grandes anillos de hierro fundido que reposan sobre los muros, vestigios sin duda de tiempos pasados en los que aquello debió servir de sala de castigos. Un escalofrío sorprende a Scorpius y eriza su vello.

— Peeves. — Devi avanza por la sala mientras llama al poltergeist. Scorpius tiene serias dudas ante aquel plan. Para empezar, ni siquiera cree que Peeves vaya a hacer acto de presencia solo porque Devi Rothfuss lo llame, y además, ¿alguien en su sano juicio cree que Peeves le va a hacer caso y que es digno de confianza? — ¡Peeeeeeves! Soy Devi, ¡sal! — Su voz se vuelve más exigente. — ¡Venga, Peeves! ¡Sal de una vez, no tengo toda la noche!

Relatos en tiempos de pazDonde viven las historias. Descúbrelo ahora