28. Hormonas

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Hola!! =)

Ya estoy de vuelta. Aquí os dejo el nuevo capítulo, que por el título ya da algunas pistas xD Espero que os guste mucho, pero ya me diréis qué os parece ;) 

Mil gracias por leer y comentar! Por allí nos leemos.

Muaaacks!

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El pasillo estaba desierto a excepción de dos chicos que conversaban con tranquilidad mientras se dirigían a su Sala Común, en los pisos inferiores del castillo. Eran de Hufflepuff, las líneas amarillas que ribeteaban sus jerséis los delataban. Aunque el buen tiempo se iba abriendo paso poco a poco y la tierra despertaba de su letargo invernal, las noches seguían siendo frías. Rose se arrebujó en su túnica negra, donde la insignia de prefecta brillaba con un fulgor dorado en su pecho, sobre el escudo de Hogwarts.

— Bueno, voy a ir bajando a las mazmorras, Elisa siempre es puntual. — Dijo Lysander.

— ¿Te espero aquí al final de la guardia? — Preguntó Rose.

El chico asintió con una sonrisa y echó a andar en pos de aquellos dos chicos que acababan de cruzar junto a ellos.

— Quedan diez minutos para el toque de queda. — Le oyó decirles mientras lo perdía de vista.

Rose se cruzó de brazos y se acercó a un ventanal cercano que permanecía cerrado. Al otro lado se veía el jardín principal del castillo y, a lo lejos, Hogsmeade. Las luces anaranjadas titilaban a través de las ventanas y de algunas chimeneas aún salía una columna de humo blanquecino. Aquella noche, además, hacía mucho viento. Los árboles que bordeaban el Lago Negro y que crecían en el camino que iba hacia el pueblo se movían con violencia. Intentó concentrarse en el vaivén de sus copas plateadas bajo la luz de la luna, pero apenas un segundo después volvió a pensar en sus padres. Era lo único en lo que pensaba desde que había regresado al colegio.

— No tienes que preocuparte, ¿de acuerdo, Rose? Tienes que centrarte en las clases y en los exámenes. — Le había dicho su madre al despedirse de ella frente a la chimenea del salón de casa.

— Pero mamá, esa gente...

— Tu madre y yo estaremos bien. — Le había asegurado su padre, acariciándole el pelo con ademán tranquilizador—. En peores situaciones nos hemos visto.

— Ronald. — Mamá le dirigió una mirada de advertencia, pero en sus labios bailaba una sonrisa. Rose era incapaz de entenderlos—. Lo que tu padre quiere decir es que no es la primera vez que tratamos con este tipo de personas y sabemos qué hay que hacer.

— Pero vinieron hasta aquí. Te atacaron en la puerta de casa. — Hizo notar la chica.

— Pero tu madre capturó a uno de esos idiotas. No se les ocurrirá pasearse tan tranquilamente por aquí la próxima vez.

— No habrá una próxima vez. — La tranquilizó su madre, tomando sus manos con dulzura y acercándola a ella—. Ya has visto que hemos extremado las medidas de seguridad. ¿Y qué te he dicho que es lo peor que podemos hacer?

— Tenerles miedo. — Contestó Rose en un murmullo.

— Exacto. Así que ahora deja de pensar en esto y vuelve a centrarte en lo importante: los TIMOs.

Pero Rose no veía cómo los exámenes de junio podían ser más importantes que la vida de su madre, que la seguridad de su familia. Tenía un nudo en el estómago desde hacía días, dormía mal, soñaba que sus padres morían, que sus tíos y tías morían, que la marca de los herederos de la serpiente estaba por todas partes y...

Relatos en tiempos de pazDonde viven las historias. Descúbrelo ahora