12. Un partido accidentado

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Alya Haworth se sorprende al descubrir lo soleado que está el cielo aquella mañana de noviembre, algo bastante inusual en el otoño escocés. El viento trae hojas secas, marrones y amarillas, rojizas algunas de ellas, que describen círculos y serpentean antes de caer al césped húmedo. Alya se sube las solapas del abrigo y hunde las manos en los bolsillos, enfundadas en un par de guantes de lana.

Con pasos rápidos, porque no quiere terminar congelándose allí, sube las escaleras que llevan a la Lechucería. Se da cuenta de que debe haber llovido esa noche a juzgar por la humedad de los escalones y los charquitos que se han formado en algunos de ellos. Instintivamente mira hacia atrás para asegurarse de que no hay nadie por allí que la conozca y pueda seguirla, aunque luego piensa que es bastante difícil que alguien se haya despertado a las 7.00 de la mañana un sábado para salir a las 7.30 fuera del castillo.

- Hola. – Dice la chica cuando llega a la guarida de las lechuzas de Hogwarts y ve a James Potter sentado sobre el escritorio de madera que hay contra una de las alargadas ventanas rectangulares. El chico mastica una varita de regaliz mientras sus pies se balancean en el vacío. - ¿Llevas mucho tiempo esperando?

- No. He llegado hace unos minutos. – Contesta él, saltando al suelo.

Alya observa que han debido limpiar recientemente la Lechucería porque el escritorio no está sucio y el suelo de piedra no está lleno de heces de ave ni huesos de roedor, como es normal. Tampoco huele mal y es algo que agradece.

- ¿Has traído pergamino, pluma y tintero? – Pregunta la slytherin, acercándose a James.

- Ajá. – Asiente el buscador – Lo tengo todo aquí.

James echa mano a su bolsillo y de él saca un pequeño tintero portátil, una pluma que está hecha un verdadero asco y un trozo arrugado de pergamino que a todas luces parece haber arrancado de un pergamino mayor. Alya conoce a James Sirius Potter desde hace años y sabe que es un desastre con patas, así que no se sorprende demasiado.

- ¿A qué pobre ave le han arrancado esa pluma? – Pregunta Alya mientras sonríe.

- ¿Qué le pasa?

- Parece que ha sufrido un accidente, ¿no? Es como si el animal al que pertenecía hubiese luchado con una manada de hipogrifos furiosos.

James suspira y enarca una ceja ante la observación de la chica.

- No puedes aguantar las ganas de meterte conmigo, ¿verdad?

- Supongo que se ha convertido en una costumbre. – Contesta mientras se encoge de hombros sin dejar de sonreír.

- Ya, bueno, vamos a centrarnos en escribir la carta.

La chica termina de acortar la distancia que la separa de James, el cual se sienta en la única silla que hay en toda la Lechucería, coloca las cosas sobre el escritorio y se dispone a escribir. Alya intenta no mirarlo mucho. Teme que si lo hace él se dé cuenta de que le tiemblan las piernas cada vez que sus ojos se cruzan.

- Bien, empiezo... "Querido papá", ¿no?

- Sí, claro, empieza como siempre. – Dice Alya, tomando asiento en el escritorio para poder ver lo que escribe – Pregúntale qué tal está y todo eso, como si fuese una carta rutinaria.

- "¿Qué tal estáis? Yo estoy bien, a pesar de todos los deberes que nos mandan hacer." – Dice James en voz alta mientras escribe, arrancando una sonrisa callada a Alya – "Los entrenamientos de quidditch van muy bien. Pronto tendremos el primer partido. Lils juega genial, así que no os preocupéis por ella. Machacaremos a Slytherin este año".

Relatos en tiempos de pazDonde viven las historias. Descúbrelo ahora