21. Hogsmeade

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Esta vez solo han sido 700 años tarde, que no ha pasado un mes desde la última vez que actualicé. Aún así, mil perdones >.< Espero publicar antes de agosto el siguiente ^^ Y espero que os guste este capítulo =D Gracias a todxs por leer y comentar (que ya sabéis que me da la vida). 

Un besote enooooorme y gracias por seguir ahí!!


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Albus Severus Potter cierra el libro de Los Caballeros de Walpurgis, lo esconde en su baúl, al fondo, y se acerca pensativo a la ventana redonda y abultada, como un ojo que mira al interior del Lago Negro. Las aguas verdosas, apacibles la mayor parte del tiempo, siempre le llenan de tranquilidad. Incluso contemplar la sombra del calamar gigante acechando en la negrura le produce una extraña sensación de pertenencia, de arraigo a aquel pozo oscuro que son las mazmorras y el lago y sus criaturas incomprendidas. Se sube las gafas con cuidado, las desliza sobre el suave puente de su nariz, que es igual que la de su abuela Lily o eso dicen. Otro Albus, un Albus etéreo, casi invisible, le devuelve la mirada, con sus ojos tan verdes como los tapices de Slytherin refulgiendo en la semioscuridad. Da un paso y toma asiento en el alfeizar combado de la ventana mientras piensa en las palabras que acaba de leer.

"La magia oscura no existe. La magia solo es magia."

Tiene muchas dudas al respecto de esto. En realidad, pensándolo fríamente, algo de razón tienen esos misteriosos Caballeros de Walpurgis. ¿Qué diferencia a la magia oscura de la magia legal? Aunque sabe que no es correcto pensar aquello, podría decirse que la magia oscura es un constructo que crean las sociedades mágicas. En algunos lugares del mundo se llevan a cabo rituales que en Inglaterra están del todo prohibidos, sin embargo allí están bien vistos. Así que podría decirse que no existe como tal el bien y el mal, que estas categorías las cincela la sociedad de cada época.

— ¿Qué haces?

Albus sale de sus pensamientos de forma abrupta. A su espalda un rubio muchacho lleno de barro de pies a cabeza se quita el uniforme de quidditch tiritando de frío. Sus mejillas y su nariz están coloradas, su cabello luce revuelto. Albus apunta con su varita a la estufa que arde en el centro de la habitación mientras Scorpius Malfoy se acerca allí en calzoncillos. El fuego se vuelve más intenso. Su amigo se acerca tanto que Albus teme que se queme. Luego apunta a su armario y de él sale una toalla de rizo grande y negra que envuelve a Scorpius.

— Gracias. Joder. Te juro que creía que me iba a congelar encima de la maldita escoba. — Murmura Scorpius al tiempo que los tiritones remiten.

El chico se arrebuja en la toalla. Cuando considera que ya no va a morirse de frío se echa la tela sobre la cabeza y la mueve con energía. Albus recuerda cuando Scorpius era un niño menudo de 11 años con la boca sucia de comer chocolatinas en Halloween y la voz chillona. Ahora, cinco años más tarde, su mejor amigo se ha convertido en un chico alto, de facciones marcadas y cuerpo atlético. Todos creen que Scorpius es igual que su padre, pero Albus considera que hay mucho de la señora Malfoy en él. Igual que Astoria, Scorpius sonríe casi siempre, sus ojos son amables y rara vez se enfada.

— ¿Te ha comido la lengua el gato? — Sonríe el muchacho, tirando la toalla húmeda al suelo para después sacar un uniforme limpio de su armario.

— Estaba pensando.

— ¿En qué? — Scorpius introduce las piernas en su pantalón negro.

— ¿Tú crees que la magia oscura no existe como tal? — Albus advierte la confusión en el rostro de Scorpius. El muchacho frunce el ceño al tiempo que se pone la camisa blanca con el escudo de Hogwarts y la remete en el pantalón antes de abrocharlo.

Relatos en tiempos de pazDonde viven las historias. Descúbrelo ahora