La Navidad en casa de la familia Potter siempre es algo digno de presenciar. Su residencia, situada en el modesto pueblo del Valle de Godric, se convierte durante esos días en punto de reunión para amigos y familiares, que son muchos, como bien sabe todo el mundo. Pero además, allí tienen lugar fiestas y celebraciones a las que uno puede ver desde personalidades del Ministerio de Magia, hasta al más humilde de los magos de Reino Unido. James prefiere las fiestas en las que solo está la familia y algunos amigos cercanos de esta, pero tampoco lo pasa mal en las recepciones que organizan.
En aquella cena, sin ir más lejos, hay una chica preciosa que no le quita los ojos de encima. Debe venir con alguno de los invitados extranjeros, porque James está seguro de que no la conoce y también está seguro de que la recordaría si la hubiese visto en otra ocasión. Desde luego, no va a Hogwarts.
— ¿Te vas a acercar a hablarle o qué? — Le pregunta Fred, sentado junto a él en una de las sillas tapizadas en color crema que están dispuestas en los laterales del salón donde tiene lugar la fiesta—. No deja de mirarte, si no vas tú, iré yo. Está muy buena.
— ¿Y si no habla nuestro idioma? — Pregunta James, devolviendo a la chica una sonrisa simpática.
— Pues te la llevas al jardín. No creo que quiera hablar contigo, James. — Fred sonríe de medio lado y se recuesta contra la silla, con la camisa arremangada y algunos botones del cuello ya desabrochados.
— Tienes razón. — James se pone en pie, dispuesto para el ataque—. Nos vemos más tarde.
Fred le hace un gesto con la cabeza, choca su mano en señal de ánimo y lo deja marchar en dirección a la chica. James cruza el salón, fingiendo por el camino tener una seguridad que en realidad no es tal. Bajo las luces anaranjadas de las arañas de cristal que penden del techo, cualquiera de los invitados que hubiese dejado un momento su interesante conversación para mirarlo a él habría pensado que James Sirius Potter es un chico confiado y que tiene razones para ello. Alto, guapo, de buena familia... Pocos recuerdan las inseguridades que uno siente cuando tiene 16 años, y si a eso le añades que James no puede quitarse de la cabeza el rechazo de Alya Haworth, entenderían que, a pesar de lo alto, guapo y de buena familia que sea, James solo es un chico que quiere olvidarse de la chica que le gusta. Pero el buscador miente muy bien, y aunque por dentro tiene miedo de que le vuelvan a rechazar, de que aquella desconocida también salga corriendo y le haga quedar como un idiota, sonríe de lado a lado y extiende la mano hacia la muchacha de oscuros cabellos rizados que tiene delante.
— James Sirius Potter. Encantado.
La chica, que ha estado sentada en un rincón del salón sin hablar ni relacionarse con nadie, estrecha su mano y con una sonrisa que a cualquier chico le provocaría un ligero atontamiento le contesta:
— Yo soy Ella. Ella Ackerley.
— ¿Ackerley? ¿Eres familia de Jericho Ackerley? — Pregunta James sin poder ocultar su sorpresa.
— Era mi abuela. — La chica lo mira complacida.
— ¿Eres la nieta de Jericho Ackerley? Tu abuela es...
— Una leyenda. Ya, suelen decírmelo. — Sonríe la chica, achinando sus ojos claros, que contrastan de una manera deliciosa con su piel tostada como el café.
— Supongo que estarás un poco cansada de que te lo digan. Te comprendo.
— Eres el hijo de Harry Potter, ¿verdad? Así que tienes que entenderlo a la perfección.
— Sí. — Asiente James, tomando asiento junto a Ella—. Pero bueno, descubrió la cura a siete enfermedades mágicas que se creían irreversibles y mortales. Supongo que no te queda más remedio que estar orgullosa de ella.
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Relatos en tiempos de paz
FanficLa familia Potter-Weasley es, muy probablemente, la familia de magos más numerosa y conocida de Reino Unido y parte del panorama internacional. Desde que la Segunda Guerra Mágica terminó, han disfrutado de la popularidad y el reconocimiento de la so...