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- Si nos quedamos aquí, sabes que no saldremos pronto de esta cama, déjame Victoriano.

- Inés, ¿cuál es el problema de quedarnos más tiempo en la cama?

- ¡Tus hijas ya están despiertas y Alejandro también ha llegado! - dijo ella, zafándose de sus brazos.

- ¿Y cómo sabes todo esto?

- Se me da bien salir de los brazos de los demás. - dijo rápidamente y se levantó de la cama, dirigiéndose al baño.

- Inés, vuelve aquí, mujer, ¡mírame! - dijo levantando los brazos.

- Me estoy metiendo en el baño, no te oigo -gritó, pero sabía que él no tardaría en meterse en la ducha con ella.

- ¡Ah, mujer! - dijo él, agarrándola por la cintura-. - Eres el demonio, sabes, ese lado de mujer fatal que tienes que conocer mejor.

- Santos, necesitamos reconocernos y saber qué nos han hecho estos años y en qué nos hemos convertido. - dijo ella, abriendo la ducha en frío y escuchándole quejarse. - Una ducha fría por la mañana siempre nos ayuda a sentirnos mejor y con más energía.

Se quedó allí con ella, pero sólo se ducharon. Victoriano la miró, pensando cuánto había cambiado Inés, era más segura, más mujer y totalmente independiente. Lo dejó allí, cogió la toalla, se secó y fue al dormitorio a cambiarse.

Inés tenía el maletin de «rescate» para cuando tenía que salir del hospital a toda prisa, o para estar de guardia en el coche de rescate de los bomberos o incluso para tener que ir con pacientes a otros hospitales, siempre eran ella y Salander las que lo hacían en la unidad de urgencias.

Recogió sus pantalones negros, una blusa fina y una rebeca, y se miró los tacones y las zapatillas. Como se quedaría en la granja y luego iría al hospital para las reuniones, prefería las sandalias de tacón.

- Cariño, ¡estás preciosa! -dijo, saliendo con una toalla envuelta en la cintura y otra secándole la cabeza

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- Cariño, ¡estás preciosa! -dijo, saliendo con una toalla envuelta en la cintura y otra secándole la cabeza.

- Amor, Victoriano, qué cliché, pero me gusta. - dijo, echándose perfume y volviéndose al espejo para pintarse los labios.

- Inés, ¿qué han hecho con la parte dulce de tu vida? No te gusta que te llamen así, no te gustan las cosas bonitas de la vida matrimonial.

- Dejé de ser dulce cuando me di cuenta de que sólo reunía hormigas a mi alrededor, y la vida de casada, soy viuda afortunadamente, aún no me he casado, sólo estoy en tu cama porque quiero.

Victoriano no entendía qué había cambiado de repente en Inés, se volvió agria, cambió de la nada, la miró y fue hacia ella, cogiéndola cariñosamente del brazo.

- Te quiero, siempre te he querido, siento lo que te ha pasado, de verdad, si pudiera retroceder en el tiempo te protegería de todo y de todos, pero no puedo, no tengo ese poder, sí es mi amor, y te juro que volveré a hacerte dulce, y no tendrás hormigas a tu alrededor, sólo a mí. - la dejó y se fue a cambiar.

¡Enséñame cómo lidiar con esto!📖✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora