♚Capítulo Extra♛

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Y aquí vamos.... qué pasó con la familia Santos Huerta después de 8 años..... Acaso Inés le enseñó a Victoriano a lidiar con todo, ya vimos que sí hasta que los Gemelos crecieron... y ahora vamos a ver.....

A mis pequeñas bellezas y estrellas del grupo 

Alejandro y Diana estaban encantados con la vida que habían construido juntos en la granja de Matamoros, criando a la pequeña Victoria. La adopción de la pequeña trajo una nueva luz a la casa, aún con la tristeza de perder a su madre biológica. Victoria había sido llevada al cuidado de un orfanato poco después de su nacimiento, sin que sus abuelos supieran quién era su padre. Inés y Victoriano, enterados de todo, ayudaron a sus hijos a conseguir la custodia y luego la adopción de la pequeña. Cuando Alejandro y Diana, que siempre habían soñado con tener una familia, perdieron a su bebé años atrás y luego a Diana le diagnosticaron trastorno bipolar, pensaron que lo mejor era no volver a intentarlo, y cuando surgió la oportunidad, se lanzaron de lleno a la adopción, fue como si el destino los hubiera unido. La niña, con sus grandes ojos curiosos y su sonrisa encantadora, se convirtió en el centro de su universo. Y, por supuesto, sus abuelos. Inés la adoraba desde que supo de ella, mientras que Victoriano, bueno, estaba más encantado.

Cassandra estaba en la cima de su carrera. A los treinta años, se había convertido en una referencia nacional en obras verdes, y gobiernos y empresas de todo el mundo la solicitaban para dirigir proyectos sostenibles que estaban dando forma al futuro de las ciudades. Viajaba constantemente, con una apretada agenda de reuniones en distintos husos horarios, y cada vez que entraba en una sala de conferencias, todo el mundo le prestaba atención. Su presencia era imponente, su mente ágil y sus ideas siempre adelantadas a los tiempos. Sin embargo, a pesar de la innegable brillantez de su carrera, había momentos en los que el silencio de la noche se apoderaba de ella, y una inquietud se apoderaba de ella. El éxito, aunque embriagador, tenía un precio: la soledad. Había tomado decisiones difíciles en el camino, sacrificando relaciones para dedicarse por completo a su trabajo. Ahora, soltera de nuevo, con una carrera sólida y admirada, Cassandra se preguntaba si aquellas noches vacías eran el precio que quería seguir pagando.

Constanza siempre había sabido que seguiría los pasos de su madre. Desde que Inés llegó a su vida, la había visto ponerse la bata de laboratorio con un brillo en los ojos, y cuando decidió convertirse en médico traumatólogo, lo hizo con la misma pasión. Ahora Constanza era una cirujana de renombre, conocida por la precisión de sus manos y por la forma en que conseguía transformar la vida de sus pacientes. En el hospital, su presencia era una combinación de autoridad y compasión, y cada una de sus decisiones inspiraba confianza.

Pero a pesar de su éxito en el quirófano, su corazón latía más rápido durante las horas de adrenalina fuera del hospital. Fue durante las operaciones de rescate, junto con los bomberos y el equipo de salvamento, cuando se sintió realmente viva. Las sirenas resonando en la ciudad, la llamada urgente por radio y el sonido de las hélices del helicóptero surcando el aire eran la banda sonora de su verdadera pasión. En situaciones de riesgo extremo, en las que los segundos marcaban la diferencia entre la vida y la muerte, Constanza siempre estaba allí, con el equipo a punto, la mirada firme y una determinación implacable.

En estas operaciones no había lujos ni reconocimiento público. El intenso calor de los incendios, el ruido de los edificios derrumbándose y la desesperación de las víctimas presas del pánico formaban parte del escenario al que se enfrentaba sin miramientos. Junto a compañeros como Malaya, Jesse y Salander, con los que formó un vínculo de confianza inquebrantable, se sumergía en cada misión con la certeza de que, juntos, podrían salvar vidas. Malaya, siempre tranquila y meticulosa, ofrecía el apoyo emocional necesario en los momentos de tensión; Jesse, con su mente estratégica, trazaba los planes más eficaces, y Salander, veterana en situaciones críticas, era el ancla de todo el equipo. Por no hablar de Inés, que no sólo enseñaba a su hija lo que sabía, sino que la apoyaba en todo, incluso siendo socorrista y controlando a su marido. A Victoriano nunca le gustó que su hija menor hiciera labores de primeros auxilios en la calle, con equipos, montada en helicópteros y ambulancias.

¡Enséñame cómo lidiar con esto!📖✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora