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Victoriano se fue a la cama, estaba realmente frustrado, pasó por la habitación de sus hijas y cuando cogió el pomo de la puerta oyó las risas de las mujeres que más quería en el mundo. Se duchó, se puso un pijama con pantalón y camiseta y se fue a la cama, estaba cansado, había sido un día intenso y pronto se durmió.

Alejandro se quedó en el balcón mirando la noche, era un lugar mágico la finca de su padre, le encantaba e incluso dijo que pasaría allí el resto de su vida, cosa que a Victoriano le encantó. Antônio Carlos volvió a bajar al salón y encontró allí a la señora Júlia, parecía un poco perdida por la casa o por ir a un lugar que aunque sabía que trabajaba para Inés, era una invitada.

- Buenas noches, ¿necesita algo? - preguntó.

- No, ¿y tú? - se levantó del sillón. - Sé que aquí no soy el ama de llaves como en casa de Inés, pero ¿puedo ayudarle en algo?

- No, aquí eres amiga y visitante, nada de ayuda, ¡como visitante tienes el privilegio de 24 horas!

- A los amigos íntimos de la familia, que vienen por primera vez a nuestra casa, les damos el privilegio de 24 horas, se les atiende, se les da de comer y se les baña si es necesario, pasado ese periodo, incluso puedes hacer la comida si lo deseas. - la miró como a una delicada flor.

- ¿Es realmente el privilegio de 24 horas?

- Sí, muy en serio, pregúntale a Alejandro, él lo tenía cuando llegó aquí, claro que ya se acabó, pero para ti te concedo un pase permanente al privilegio.

- Vaya, me alegro por ello, muchas gracias. Pero mi hijita ya me había dicho que aquí soy una invitada y no su ama de llaves.

- ¿Su hijita? - se sienta y le indica que se siente también. - Hábleme más de ella, si quiere y puede, por supuesto.

- Inés me dijo que esto pasaría y me dejó que te lo contara, por supuesto, en lo que a ella respecta.

- ¿Cómo conociste a Inés? - me hizo la primera de muchas preguntas.

- La vi cuidando gente en una clínica, ella era la enfermera joven y yo la ayudante de cocina que trabajaba para mantener a mi madre en la clínica. - La señora empezó a contarnos cómo se habían conocido y cómo se habían hecho íntimas.

Inés era la joven recién graduada en enfermería, había conseguido trabajar en una clínica, su vida se estaba estructurando, su hijo era muy pequeño, solo tenía 3 años, ella trabajaba con los ancianos que llevaban más tiempo allí, así fue como Julia conoció a Inés, fueron dos años las dos juntas hasta que murió la madre de Julia, e Inés fue enviada a la sala de rehabilitación, donde conoció a Vicente, ella era la enfermera que lo cuidaba, hasta que fue contratada para cuidarlo en su casa, quedándose solo un turno en la clínica y dos en la casa de los Mendoza.

- Y después de la muerte de tu mamá, ¿seguiste con Inés?

- Sí, ella terminó comprometiéndose con el señor Vicente y yo me quedé con el niño Alejandro, prácticamente lo cuidé cuando Inés se casó y se fue a estudiar medicina, fueron 20 años juntos, ella me dio mucho, todavía me da, habla de una familia.

- Mi niña es generosa y cariñosa, eso nunca lo ha perdido. Me alegro que te tenga en su vida siempre y para siempre.

- Nuestra niña es de oro, no me trata como una institutriz, soy como una amiga mayor, que siempre ha estado a su lado, siempre la protegió cuando el señor Vicente la celaba y te puedo decir que hubo muchas veces, que era muy posesivo y no la dejaba salir sola a las fiestas. Y después de que pasó algo aquí en México, ella se vino con él casi a la fuerza, tanto que fue la última vez que lo vi, porque cuando él decidió regresar a vivir aquí, yo me quedé.

- ¿Ella no te pidió que te acompañara?

- Sí, me lo pidió, si me lo hubiera pedido me hubiera venido, pero la bruja de la madre del señor Vicente no le permitió llevarse a nadie del personal de Boston.

- ¡Y la mamba sigue viva!

- ¿Lo está? No le gustaba nuestra niña, y cuando estaba en la casa, Vicente trataba muy mal a Inés.

- Bernarda siempre ha sido venenosa, espero que no se acerque a nuestra niña, sobre todo porque ya nos han informado que esta semana estará en la ciudad por el cumpleaños de Eduardo.

- Este hombre es diferente, si hay dinero y se aprovecha, está del lado que más paga, por eso estás más enojada con Inés, porque todo lo que el señor Vicente les dejaba a las niñas, ella simplemente se lo daba a Eduardo, para que no la molestara.

- ¿Te refieres a todo lo que Vicente tenía aquí en México?

- Sí, todo, la muchacha se quedó con la casa en Boston y nada más, todo lo que tenía Vicente en cuanto a propiedades y empresas se las dejó a ellas, sé que una de las empresas de la que Bernarda era beneficiaria, pero le pasó la administración a otro señor que no sé quién fue, pero sé que fue por la deuda de juego de la señora Mamba serpente.

- Roberto Montesino de Guzmán, a quien ella le pasó la empresa.

- Dios mío, el hombre que los persigue desde hace años.

- Sí, Victoriano ya ha ordenado a los guardias de seguridad que estén atentos, tanto aquí como en Boston.

- Sí, me lo ha dicho Inés. - Seguían hablando.

Arriba, Cassy y Diana miraron a Inés dormida con Constanza. Las dos sonrieron, y cuando Diana fue a ayudar a su hermana a salir de la cama, Inés se despertó.

- ¿Adónde vais? - preguntó, todavía somnolienta.

- Voy a la habitación de Ale y dejo a Cassy en la suya.

- Creía que íbamos a quedarnos todos aquí. - dijo ella, sentándose en la cama.

- Te dije que no te quedaras todo el tiempo mami, no podemos quedarnos todos en la cama, te dejaremos con Koko.

- Humm, creo que Cassy podría quedarse conmigo y mami puede ir a quedarse con papi, así mañana será más fácil quedarme en casa con él. - dijo Constanza, todavía tumbada.

- Creía que estabas dormida, princesa.

- Lo estaba, pero ellos no paraban de decir: "Mami, puedes irte y quedarte con Koko para que todos echemos de menos cuando éramos niños".

Inés besó a los tres y salió de la habitación para dirigirse al dormitorio principal. Victoriano estaba tumbado de espaldas a la puerta, ella fue al armario, se cambió de ropa, se quitó el pijama familiar y se puso un camisón provocativo.

Se acercó a él y le puso la mano en la mejilla, acariciando suavemente el costado de Victoriano, que se despertó al ver a su despampanante amante de pie junto a la cama.

Se acercó a él y le puso la mano en la mejilla, acariciando suavemente el costado de Victoriano, que se despertó al ver a su despampanante amante de pie junto a la cama

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