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Victoriano se detuvo en la puerta al oír la petición de Inés, y la ira recorrió su cuerpo, sus músculos se tensaron y su nombre resonó en el comedor.

- Inés..... - se acerca. - ¿Podemos hablar? - Ester, que estaba sentada, se levantó y los dejó solos.

- ¡Ya estoy comiendo! - dijo, cogiendo otro trozo de tarta, un poco de queso y una cucharada de miel-.

- Mejor aún, escúchame. - se dio cuenta de que antes se le había ido la olla con la conversación que habían tenido en la casa, antes de volver a la granja, y sólo empeoró cuando Inés le pidió ir a algún sitio. - Siento tener que contestar así, pero tu pregunta me pilló desprevenido, no quiero pensar en el pasado, todavía me duele.

Hizo una pausa, se pasó la mano por la cara intentando descifrar a Inés en ese momento, intentó cogerle la mano, pero ella estaba cogiendo comida así que no quiso interrumpir y continuó.

- Siento si mi reacción no fue la que esperabas, o la respuesta que te di, sé que herí tus sentimientos, pero quiero que tú también me entiendas, estuve solo, te busqué durante años hasta que me rendí sin pistas, ya lo habíamos superado. Pero ahora es diferente.

- Realmente me gustaría que fuera diferente Victoriano, no fue por ti que me fui de la ciudad, fue por mí, fue por lo que me pasó esa noche, y si no hubieras salido a buscar algo, me hubieras llevado a casa. - ella se levantó y lo dejó sentado.

- Mierda, ¿cuándo va a acabar esto? - respiró hondo y la vio salir de la habitación. - No puedo decirte lo que hice aquella noche, ni hoy ni ahora, pero me culpo todos los días por ello.

Inés fue a su habitación a darse una ducha y se sentó en la cama, mirando a su alrededor y dejando que su mente vagara por sus pensamientos.

Hace veinticinco años...

Inés se despertó después de entregarse a Victoriano por primera vez, él no estaba en la cama, se vistió y fue a la cocina donde encontró una nota.

«Morenita, tuve que salir, ¡volveré pronto!».

Esperó casi dos horas y Victoriano no llegaba, era muy tarde y tenía que llegar a casa, pronto su padre se daría cuenta de que ya no estaba en casa y que aún no había regresado de la fiesta en la plaza. Inés contestó a su nota:

«¡Era tarde, me fui a casa!».

Momento presente....

Poco antes de salir del adosado, Victoriano estaba en la ducha, Inés ya se había duchado y empezaba a pensar en algunas cosas, y cuando él salió ella empezó a preguntar.

- Santos, ¿puedo hacerte una pregunta?

- Sí, Huerta, si vamos a empezar con los apellidos, sé que va a ser la primera pregunta de muchas.

- ¿Qué pasaría si... Alejandro fuera hijo de Loreto, ¿me habría pedido que me casara con él, aun sabiendo que tenía un hijo de otro hombre?

- Inés, vamos, ¿qué clase de pregunta es esa?

- La noche que me entregué a ti me violó, pero sólo fue porque me fui sola a casa, ¿a dónde fuiste tú esa noche?

El silencio era mortal, él no contestaba nada, ella le miraba como si hubiera algo más en sus preguntas, como si supiera más. Victoriano volvió a vestirse, no contestó a ninguna de sus preguntas e Inés no insistió. Cuando Victoriano dio una ligera vuelta a la plaza, miró y vio a alguien del pasado, alguien a quien a ella no le habría gustado ver.

¡Enséñame cómo lidiar con esto!📖✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora