El hombre caminaba por el centro de la ciudad, no podía creerlo cuando supo que Inés estaba viva, ni cuando la miró esa noche, aún junto a Victoriano. Se sentó en la banca de la plaza, se pasó las manos por el cabello y luego se tapó la cara.
- ¿Cómo sobrevivió aquella noche, la vi muerta, vi lo que Loreto le hizo, vi lo mal que la hirió y luego los disparos, cómo sobrevivió a todo y ahora está viva?
El hombre se quedó sentado un rato, luego caminó de regreso hacia el auto que había dejado estacionado horas antes de ir a hacer Las Dianas, y se dirigió de nuevo por la carretera hacia la capital del país.
[...]
Aún era temprano cuando Inés se despertó sobresaltada, sentía un extraño escalofrío, Victoriano aún dormía, se levantó, cogió la bata que estaba en el extremo de la cama y se la puso, fue al baño, volvió al dormitorio al poco rato, llamó a Victoriano que iba a la cocina.
- Cariño, tengo mucha sed y el agua fría de aquí se ha acabado, así que voy abajo a por agua. - dijo ella, pero él ni se movió en la cama. - Está muy cansado.
Inés sonrió y salió de la habitación, dirigiéndose al pasillo para encontrar al perro de Constanza parado frente a las escaleras.
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- Hola Flaquito, ¿vamos a la cocina? - le dijo al perro, que enseguida se levantó y siguió a Inés hasta la cocina. - Vamos a ver qué quieres comer, Flaquito, ¿galletas o chocolate?
Ella tenía galletas en la mano izquierda y chocolate en la derecha, y el perro golpeó el suelo con la pata derecha para indicar lo que quería.
- Sabes apreciar las cosas buenas. Pero no le digas a Victoriano que nos hemos comido los bombones.
Los dos se quedaron en la cocina comiendo e Inés observó al perro, era enorme, su nombre no se correspondía con su tamaño, comió y bebió un poco de agua, luego fue al salón y se sentó en el sofá con Flaquito. Hojeó los canales de la tele y nada le llamó la atención. Flaquito se levantó, miró hacia otro lado y se colocó en posición. Inés se sobresaltó.
- ¿Qué hacen aquí mis amores? - dijo Constanza, acercándose al sofá.
- Qué susto, princesa. Llegaste sin hacer ruido.
- Mi hermanito me vio llegar, ¿no? - se sentó junto a Inés y se acurrucó más.
- Bajé a comer y beber agua y él me hizo compañía, estaba en lo alto de la escalera.
- Sí, se queda allí toda la noche, papá le enseñó a hacer guardia. Nunca deja subir a extraños a las habitaciones y tenemos una palabra de señal para pedir ayuda. Por ejemplo, si necesito ayuda cuando creo que estoy en crisis o voy a entrar en crisis, tengo que decir una palabra y él irá a buscar a papá o a Ester.