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Inés se levanta de nuevo y cierra la puerta, coge el teléfono y le dice que se va a tomar un descanso.

- Vale, puerta cerrada, ¿qué puedo hacer por ti? - le pregunta.

- Quiero verte, quiero imaginar que te toco, que huelo tu perfume, que se te eriza la piel.

- Victoriano, estoy trabajando, estamos a miles de kilómetros el uno del otro.

- Sólo nos separa esta pantalla. Inés, quiero que funcione, cuando estoy aquí en la granja y tú estás allí trabajando, no quiero que nada ni nadie se interponga entre nosotros.

- Victoriano, me parece extraño. Eso son adolescentes que viven en pueblos o colegios diferentes.

- Sé más abierta de mente Morenita, esto va a ser divertido.

- Menos mal que estoy usando mi tablet particular y mi 5g, porque los ordenadores del hospital están monitorizados. Piensa si alguien capta nuestra llamada.

- Inés, no bromees con esto, no quiero ver a mi Morenita en las páginas de sitios porno, ¡eres mía y sólo mía! - se endereza en la silla, inquieto, mientras Inés se echa a reír.

- Déjate de tonterías Victoriano, estoy de broma. Pero, ¿qué quieres?

- ¡Pon esa música! - envía un mensaje al móvil de Inés. - Lo he enviado yo, quiero que bailes para mí y que te quites el traje de médico.

- Victoriano, esto es demasiado nuevo para mí. - Pone la música y se aleja un poco de la mesa.

Inés respiró hondo y comenzó a moverse, tenía los ojos cerrados, Victoriano era diferente, ella estaba aprendiendo a tratar con él, e incluso cada día él aprendía a tratar con ella.

La música llenaba la habitación de placer y lujuria, ambos se volvían intensos, con cada prenda que Inés se quitaba, Victoriano gemía más placenteramente, porque se estaba tocando para ella

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La música llenaba la habitación de placer y lujuria, ambos se volvían intensos, con cada prenda que Inés se quitaba, Victoriano gemía más placenteramente, porque se estaba tocando para ella. Cuando tuvo la camisa completamente abierta y los pantalones mostrando toda su virilidad y masculinidad, rugió y llegó al clímax, viendo a Inés sólo en lencería negra.

 Cuando tuvo la camisa completamente abierta y los pantalones mostrando toda su virilidad y masculinidad, rugió y llegó al clímax, viendo a Inés sólo en lencería negra

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