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Cuando Inés terminó su turno, se quitó la ropa verde, se duchó y salió del hospital. Se despidió con la mano de algunos médicos y enfermeras que entraban a trabajar un día más cuando llegó al aparcamiento y lo vio apoyado en su coche.

- Buenos días, Dra. Huerta.

- Buenos días... - le saludó y se dirigió hacia el coche en el que estaba apoyado. Ha venido pronto para ver a su hija.

- Ya vi a mi hija, me quedé con ella y luego vine a recoger a mi morena para desayunar. - Victoriano llevaba camisa, vaqueros y botas, estaba espectacular aquella mañana.

-Hablando de hija, conocí a tu hija mayor. - Dijo ella mirando su reacción.

- Diana, me alegro mucho de que la hayas conocido, es mi sabia compañera, se ocupa de la empresa como nadie, a veces lo hace mejor que yo. - hace una pausa, coge a Inés en brazos y la abraza. - Quería que fuera mi hija contigo, ella  sólo es hija de Diana, menos mal que tenemos a Alejandro.

- ¿Cómo que sólo es hija de Diana? - ella le pone las manos en el pecho.

- Cuando me casé con Diana ella ya había dado a luz a nuestra hijita a la que quise como si fuera mía desde el momento en que la tuve en mis brazos.

- Victoriano, a nuestro hijo le gustaba Diana, se vieron anoche cuando ella vino a ver a Casandra. - Ella se giró para ver su reacción.

Victoriano sonrió ampliamente, tomó el rostro de Inés entre sus manos y la besó intensamente, el beso se convirtió en deseo, sus manos ya intercambiaban caricias por todo el cuerpo.

- ¡Espero que se lleven bien! - dice entre besos y caricias. - Inés, estamos en un aparcamiento.

- Mira lo que me estás haciendo conmigo, hombre. - se aleja sonriendo. - ¿En mi casa?

Él abre la puerta de su coche y la deja ir delante. Inés entra en su coche, lo arranca y es seguida por Victoriano, cuando está en la carretera que lleva a la casa de Inés, corta delante de ella y le hace una señal para que lo siga desde allí. Inés enciende las luces y lo sigue.

- Victoriano, ¿dónde estamos? ¡Qué lugar tan bonito! - dijo saliendo del coche

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- Victoriano, ¿dónde estamos? ¡Qué lugar tan bonito! - dijo saliendo del coche.

- Si paso más tiempo aquí, no viviré en un piso. Acabo de comprar nuestra granja, bueno, claro que no se compara con lo que tenemos en nuestro país, pero creo que unos cuantos caballos y una casa señorial podrían ayudar. - dijo abrazando a Inés.

- Victoriano, ¡has utilizado la palabra nosotros! - se volvió hacia él. - Tus hijas se quedarán aquí contigo, ¿podría disfrutarlo también Alejandro?

- Inés, no lo he comprado para nuestros hijos, lo he comprado para nosotros, ¡para ti y para mí! - ella no supo qué decir en ese momento y él concluyó. - Por supuesto que Constanza se quedaría con nosotros, ya que aún no es mayor de edad, bueno para mí no. Pero las niñas tienen sus propias casas, no creo que Alejandro viva con ustedes, ¿verdad?

Inés no le retó, le dejó hablar, él le enseñó la casa principal, luego la habitación de invitados y los dormitorios principales. Era una finca muy bonita y acogedora. Le dio una vuelta a Inés, luego llegaron a la veranda principal donde el desayuno les esperaba a los dos.

- Está delicioso Victoriano, me has transportado a Puebla, aquí tienes de todo, café, pan, tortillas, quesadilla, qué delicia. - Dijo con la boca llena.

- Qué bueno, Ester mandó a dos muchachas para que cuiden la casa. Y cuando lleguen sus turnos, comeremos juntos.

- Victoriano, yo tengo mi casa, esta será la tuya, tú y yo.... - se levantó y se puso de espaldas a ella.

- Inés, no voy a perderte otra vez sólo si eres ese hombre, ¿tienes algo? - se dio la vuelta, mirándola con tensión en los ojos y la respiración cada vez más rápida y profunda. - ¿Es eso?

- No Victoriano, no tengo nada con Gabriel, somos miembros de un equipo médico y de un hospital. Y nos hemos vuelto a encontrar, aún tenemos que conocernos más, yo tengo mis manías y parece que las tuyas no han hecho más que intensificarse.

- Inês.... - se lleva la mano a la cara y la mira.

- Te diré una cosa, cuando no tenga turnos a la mañana siguiente, y cuando no tenga citas o reuniones, vendré y me quedaré aquí, pero tomémoslo con calma.

Él sonríe, la toma por la cintura y la besa con firmeza, y es correspondido rápidamente, pero el desayuno no sería sólo para ellos.

- Vaya, cuando tenga novio quiero que sea como papá. - dice la chica que ha llegado con Alejandro.

- ¡El día que cumpla 30! - dijo Victoriano.

- ¡Deja de ser aburrido, papá! - dijo Diana, llegando justo detrás de ellos. - Así que ya es oficial papá, hola Inés, ¿cómo estás?

- Hola de nuevo Diana, estoy bien, y ustedes dos, ¿no me dan mi abrazo y mi beso de buenos días?» dijo mirando a Alejandro y Constanza.

- Claro que sí, mi Inés -se rió. - Es broma, es la Inés de papá.

- Y tuya también si quieres, claro.

- Joder, ¡tendré que aprender a compartir cuando sea adulto! - dijo, abrazando y besando a su mamá y a su hermanita.

Después de la escena familiar, todos tomaron café, luego Inés y Constanza se fueron a dar un paseo, mientras Alejandro se quedaba charlando con Diana y su padre. Era casi la hora de comer cuando Inés recibió una llamada.

- Sí, hola Bruno, ¿lo has recibido?

- Doctora, el comprador de las acciones de la empresa es extranjero, el señor Santos. ¡Victoriano Santos! - El silencio era mortal, ella no contestó nada. - ¿Hola, Dra. Huerta? - Nada, sin respuesta.

Inés apagó el móvil, se acercó a donde estaba Victoriano con los niños y los miró furiosa.

- Putz -exclamó Alejandro-. - Se ha puesto mala, esa mirada la conozco bien, ha descubierto algo y no le gusta.

- ¿Huyo? - dijo Victoriano.

- Esto se va a poner feo, chicas, ¡salid y salid ya! - dijo Alejandro, levantándose y las chicas con él. - ¡Buena suerte, hayáis hecho lo que hayáis hecho!

- Victoriano Santos, ¿con qué derecho compraste mi hospital?

- ¡Ahora nuestro Hospital Morenita! - dijo sonriendo.

- ¡Eres un idiota! - se va sin decir una palabra más. Entra en la casa, recoge sus cosas y abandona la finca furiosa.

¡Enséñame cómo lidiar con esto!📖✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora