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Después de que Inés y Victoriano se fueron a hacer la prueba, los demás se quedaron en la casa.

Diana le explicó algunos detalles a Constanza, que comprendió el verdadero peligro de todo aquello, y le dijo que Roberto Montesino estaba implicado en todo aquello y que tendrían que extremar las precauciones. Alejandro notó lo diferente que se veía su hermana después de escuchar el nombre de Montesino. En ese mismo momento, le envió un mensaje a su madre, para que entendiera lo que tenía que hacer.

«Mamá, tenemos que conseguir medicación para Koko, ¡podría entrar en crisis pronto!».

En el salón, Julia hablaba con Carlos y Benito, ambos odiaban a Bernarda aún más que ella. Y la señora les explicó qué tenía Bernarda contra Inés.

- ¡Básicamente nada! - dijo Carlos.

- Sí, porque si de verdad tuviera las cartas de recomendación que, sí, hicimos Inés y yo para que la aceptaran en la universidad, habría chantajeado a Inés cuando se lo dejó todo a los Mendoza.

- Pero, ¿qué son esas cartas? - preguntó Benito.

- Cuando Inés entró en la escuela de enfermería, necesitaba cartas de recomendación, bueno, no tenía, así que como yo ya trabajaba en la clínica la ayudé con eso, le pedí a una amiga que hiciera dos cartas, y en medio de unas autorizaciones, el director de la clínica de entonces las firmó sin saber lo que eran. Y entonces Inés fue aceptada, pasó de auxiliar a enfermera, y de ahí, bueno, ya sabes dónde llegó.

- Pero, ¿qué tiene realmente Bernarda? Son cartas de hace veinte años, ya no valen nada. - dijo Benito.

- No, la verdad es que no lo son, pero Bernarda era amiga del director de la clínica, y cuando se enteró de que Inés y Vicente estaban juntos, lo comentó y agradeció las recomendaciones del señor Prescott, que dijo que él no había hecho cartas de ese tipo.

- ¿Y si lo hace?

- Inés podría ser procesada por falsificación.

- Podría perder su CRM y el ayuntamiento podría impedirle trabajar.

- ¡Veré cómo podemos conseguir esas cartas!

- ¡Ella no tiene las cartas! - dijo Alejandro, entrando en la habitación. - Bernarda no tiene las cartas, va de farol.

- ¿Y tú cómo lo sabes?

- ¿Cómo sé yo cuáles son las cartas o que Bernarda va de farol? - dijo con una sonrisa de lado.

- Las dos cosas. - preguntó Julia.

- Mi madre me lo contó todo, desde el principio, y cuando aún era un joven interno en la facultad de medicina, uno de mis trabajos consistía en archivar las carpetas de recomendaciones, y las dos cartas firmadas por el señor Prescott, una recomendando a la joven estudiante Inés Huerta y la otra recomendándola a ella, que en realidad era la misma carta pero con fechas distintas.

- Hijo mío, ¿qué has hecho? - preguntó Carlos sonriendo.

- Las cartas ya no existen, e incluso después de 20 años, el señor Prescott no quiere hablar, ¡porque una vez me atendió el joven médico que le salvó la vida!

- Pero, ¿qué tiene la víbora contra Inés? - preguntó Benito con curiosidad. - 500.000 pesos mexicanos pagaré en dos horas, ¡pero no sé los dólares! - dijo riendo.

- ¿Ha especificado la moneda? - preguntó Carlos, mirando a Julia que sonrió y negó. - Entonces traeré el dinero.

- Abuelo, 500 mil pesos mexicanos ¿cuánto es en dólares? - los tres miraron sorprendidos a Alejandro, cómo no iba a saberlo un hijo de la tierra.

¡Enséñame cómo lidiar con esto!📖✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora