Perdón

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Charles era un pequeño niño nacido de una prostituta llamada Maria Magdalena. La vida nunca fue fácil para ellos y con frecuencia serían marginados. 

A su madre por ser prostituta y a él por ser hijo de una. En todo caso vivir sin duda era difícil pero se tenían el uno al otro. 

— No debes temer, yo estoy aquí. — Dijo su madre y Charles sonrió mientras la abrazaba, sonriendo grande y feliz hacia ella. 

Comían lo poco que tenían, no vivían en lujos pero sobrevivían. A pesar de ser duro Charles era feliz y amado. 

Hasta que un día su madre enfermó. 

Charles solo era un niño, ¿Qué podía hacer? No podía aliviar el malestar de su madre, pero hacía lo que podía mendigando algo de comida. 

— Qué niño tan mugroso. — Escuchaba decir mientras le tiraban piedras, intenta ignorar los comentarios, ha conseguido un par de monedas, ¡Fue un gran día! Piensa con una sonrisa tan grande y brillante. Logra comprar un trozo de pan, corre a casa con todo lo que sus pequeñas piernas pueden correr. 

— ¡Mamá! — Grita emocionado buscando a su madre. — Mamá conseguí un poco de pan. — Grita con mucha emoción hasta llegar a su madre, pero ella no responde. — ¿Mamá? ¿Estás durmiendo? — Dice Charles. 

La mueve un poco pero aún no despierta. Piensa que quizás está muy cansada y se acuesta a su lado. 

Abraza el trozo de pan con cuidado, se lo mostrará a su mamá mañana cuando se sienta mejor. 

En la inocencia de un niño la muerte es un concepto desconocido, así que Charles no conocía esto y lo que implicaba. 

— ¿Mamá? Mamá, tengo hambre. — Charles ya no podía guardar el pan para ella, así que empezó a llorar mientras se lo comía. — Perdón Mamá, conseguiré más pan. — Dijo con el rostro cubierto de lágrimas, corrió fuera de la casa, suplicando en las calles por monedas, solo una. Pero la gente lo ignoraba como si de una plaga se tratase. 

Charles sollozaba por el hambre y por qué su mamá estaba enferma, su piel tenía un aspecto muy feo y la casa apestaba un poco, pero a pesar de que Charles limpio el lugar el olor no fue algo que pudo eliminar. 

Durmiendo en el piso Charles lloró tristemente y un día, tan extrañamente despertó con el canto de su madre, como solía hacerlo en las mañanas.

— Cariño, es hora de despertar. — Cuando Charles abrió los ojos vio a su madre sonreír.

Por supuesto, siendo el niño que es, lloró en los brazos de su madre que cálidamente lo reconfortó. ¿Había sido una pesadilla? Debía ser eso, de lo contrario, ¿Cómo su madre se recuperó? 

Charles estaba tan feliz de tener a su madre de vuelta que ignoró las claras dudas, dudas que se hicieron cada vez más grandes, solo que él no lograba entenderlo, esa mujer se veía como su madre, actuaba como ella pero… ¿Por qué su corazón duele mucho? ¿Por qué no puede evitar llorar como si hubiera perdido algo? 

Su madre lo abraza y consuela pero Charles no puede evitarlo, llama a su madre y ella viene pero… ¿Por qué no se siente igual? 

Charles siente que algo no está bien, no sabe que es, la gente ha empezado a enfermarse. 

— Tranquilo, todo está bien. — Dice su madre pero, no se siente así y un día él llega. 

Aquel que se hace llamar hijo de Dios. ¿Quién es? ¿Por qué todo el mundo lo escucha? El hombre empezó a curar a los enfermos. 

El Hijo del Infierno Donde viven las historias. Descúbrelo ahora