Control de daños

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Cuando Jimin comenzó a recibir sus clases "especiales" fue muy difícil para él al principio; el veía que sus amigos y compañeros de colegio jugaban y se divertían como cualquier Niño pero en cambio a el se le instruían para que tuviera una buena postura, para que supiera el orden correcto y adecuado de los cubiertos en la mesa pero sobre todo su institutriz le enseñó a observar y a tratar de anticiparse  a las necesidades de sus progenitores pero sobre todo de a las de su padre.

En un futuro él tendría que saber complacer a su pareja. Tanto fue la insistencia de su maestra que esa práctica estaba muy arraigada en el que era como una segunda naturaleza en su ser; lo hacía de manera automática.

Es por eso que siempre andaba pendiente de su señor; observándolo y estudiándolo; su única tarea era complacerlo y él pondría todo de su parte para no fallar.

En esas tres semanas había aprendido varías cositas acerca de su amo.

La primera le gustaba que le dijera señor a la hora de tener sexo; pero le encendía mucho más que le dijera amo; aprendió a no abusar de esa palabra y su cadera se lo agradeció.

La segunda a su señor le gustaba que él estuviera cerca de él en posición de sumisión, que su cabeza descansara en el muslo de él; pero lo que más le gustaba era que le pudiera acariciar su cabello.

Pero la más importante era que aprendió fue a distinguir las diferentes miradas que tenía y lo qué significa cada una de ellas.

La molestia era reflejada con una pequeña inclinación de sus ojos junto a sus cejas y una pequeña arruga en su ceño.

La empatía era esa mirada de ojos redondos y brillantes.

La felicidad era representada con esos  ojitos totalmente cerrados y acompañados con esa sonrisa de gomita.

La alegría venía representada con sus ojitos en media luna y sonrisas donde se podría escuchar perfectamente el aire pasar por su garganta.

La decepción y enfado venía representando en mirada fija y esa mueca de labios en perfecta línea recta.

Y la ira, esa era mirada totalmente afilada cual felino a punto de atacar a su presa; esa venía acompañada con mandíbula apretada o aveces con ese jugueteo de lengua dentro de sus mejillas.

Era Justo esa mirada la que su señor le estaba otorgando a su amigo que estaba sentado al otro lado de la mesita de café que complementaba la sala.

Lo recordaba; era el mismo que tenía como sumiso a ese joven de piel canela y mirada triste.

—de verdad Yoongi; tú no entiendes por qué me empeñé tanto con él; lo necesito conmigo, lo tengo que proteger—

—Hoseok ese Niño nos traerá problemas lo mejor sería que lo dejaras y lo enviaras lejos —

—es que no entiendes; si hago eso, en los mejor de los casos mi padre irá tras él y en el peor sería esa cerdo de Kim—

—¿cómo?—

Ahí estaba esa mirada de incredulidad por parte de su señor; esa donde sus ojos se abrían lo más posible y sus cejas se perdían entre el flequillo que adornaba su frente.

—si, mi padre vio a Taehyung en una de las fiestas y le expresó a tu padre que él sería su próximo sumiso; ¿puedes creer eso? Podría ser su hijo carajo!! Pero lo peor no fue eso sino que el cerdo de Kim dijo que ya había investigado algo sobre él y su familia y tú y yo sabemos lo que eso significaba y la verdad yo no podía dejar que ese enfermo lo comprara y lo vendiera a cualquiera; no cuándo lo vi y supe que era lo más hermoso que había visto, es por eso que cuando su familia se quedó sin dinero les hice un préstamo que no podrían pagar porque sabía que lo primero que harían serían arreglar matrimonios y prefiero que sea infeliz a mi lado a que esté a lado de alguien que le hará daño—

Señor Donde viven las historias. Descúbrelo ahora