Segunda lección

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"Jamás me mientas cuando algo te haga sentir incómodo o te lastime."

Para cualquier persona sería un día  normal por la mañana pero no para el rubio que tenía su mirada perdida por la gran ventana de su oficina.

Jugueteaba con un bolígrafo entre sus largos dedos mientras recordaba la mirada triste y pagada de su cisne.

Desde ayer en la noche que lo había disciplinado en su despacho había cambiado algo en el.

Hoy durante el desayuno no hubo risitas coquetas ni miradas furtivas cargadas de cariño; todo se limitaba a un si señor o no señor, ya ni siquiera lo llamaba por su nombre.

Le excitaba que le llamara señor pero eso solo era algo muy íntimo entre ellos, no le gustaba que lo llamara así todo el tiempo; disfrutaba mucho oír su nombre saliendo de esos carnosos labios, como si fuera un arrullo del viento, como si fuera un susurro del tiempo.

Le sanaba su alma.

Su vista viajó al cajón de su escritorio donde tenía guardado el collar de su bebé. Se lo entregaría hoy durante la cena.

Pero ese sentimiento de incomodidad no lo dejaba en paz.

Cuando se giró sobre su silla para volver a ver los documentos que tenía sobre el escritorio se encontró con su asistente de pie junto a este mismo.

—Kim ¿cuantas veces tengo que repetirlo? No entres a mi oficina sin permiso—

Era oficial, su humor se había ido al carajo, ahora solo habitaba el monstruo que luchaba día con día por salir a floté. Ese que se encontraba adormecido por la gracia y delicadeza de su cisne de plumas negras.

—lo siento Yoongi; pero llevo trabajando para ti desde hace trece años, nos conocemos desde el preescolar y soy tu prometida deberíamos tener confianza—

Ese era otro problemita que tenía que solucionar; no quería casarse con Kim Seoyun, no le agradaba para nada ella y su padre menos.

Ese cerdo por mucho tiempo ha sido un dolor de culo; primero quiso meter sus manos en SG Entretainment y no pudo; después busco la manera de ser domo maestro y no logro.

Cuando nació su hijo mayor buscó la manera de que él fuera el heredero del puesto; después de todo Min aún no tenía hijos; pero el destino volvió a sonreírle a la familia Min cuando este anunció la llegada de su único hijo.

Otra de las mil maneras del señor Kim para hacerse con el poder o el dinero de los Min llegó con el nacimiento de su segunda hija a la que no dudó ni dos segundos en ofrecérsela como la próxima sumisa del quien algún día sería domo maestro.

Los años pasaron rápido y el cerdo de Kim hacía de todo para meterle hasta por los ojos al pequeño pelinegro a su hija; el cual ignoró olímpicamente a la mocosa de cabellos color chocolate.

A  Yoongi no le interesó la niña; la veía más como la irritable de su salón del preescolar, la mocosa que siempre ha estado presente hasta en la sopa; le jodia bastante la existencia la presencia de la chiquilla.

Al paso del tiempo Yoongi decidió buscar a esa persona indicada para establecer esa relación de confianza y entrega fue cuando Kim cambió de táctica y le recordó al patriarca Min que el joven heredero necesitaría una esposa y es por eso que sugirió que su hija sería la indicada para ello.

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