¿Sueños o Pesadillas?

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¿Cuál es la diferencia entre un sueño o una pesadilla? Probablemente sea la sensación que estos puedan o no producir en la persona dueñas de cualquiera de los dos.

Por lo general los sueños y las pesadillas aparecen en la etapa donde el sueño ya no es tan profundo; es por eso que la mayoría de las personas pueden recordar a la perfección estos.

Los sueños y pesadillas son una extraña combinación entre recuerdos, sentimientos y estimulaciónes sensoriales que inconscientemente solemos pasar por alto o ¿no?

A través de los años podemos ignorar de manera selectiva aquello que no nos gusta o que nos causa alguna incomodidad pero nuestro subconsciente ya lo ha registrado y no los recuerda mezclándolo con destellos de realidad creando una dimensión distinta; que en muchas ocasiones no tiene sentido. Es por eso que pocas veces los sueños y pesadillas no tienen sentido alguno.

Y pocas veces las personas exteriorizan aquellos sueños y pesadillas; porque en realidad sería estar revelando una parte muy vulnerable de si mismos.

Y no había miedo más grande que el resto del mundo te viera cuan vulnerable eres.

Había pasado una semana llena de caos, discusiones, llanto y golpes; era demasiado cansancio emocional y mental para una persona.

No sabía si era una alucinación producto de su fiebre o realmente su primo había logrado matarlo a golpes y ahora estaba en el paraíso o simplemente era un sueño en el cual había caído producto de su cansancio; no lo sabía, pero sentir las delicadas manos de su bebé por el rostro y poder respirar el aroma de su piel era algo celestial para el; no importaba si era una alucinación, si estaba inconsciente o muerto o si en realidad era un sueño lo único que era importante es que su bebé lo estaba mirando con esos precisos ojos claros; todo lo demás no importaba, ya nada lo hacía en realidad.

Nunca se imaginó el estar otra vez en ese comedor tan grande y mucho menos estar enfrente de esas dos personas mayores; era tormentoso el seguir las normas de etiqueta que le imponía el hombre mayor que se sentaba en la cabecera de imponente mesa o la estricta dieta que le hacía seguir la mujer canosa que lo miraba con esos ojos claros pero endurecidos por la vida; no tenía sentido tampoco la estúpida ropa que lo hacían usar y mucho menos la peluca; el recordó que su maestra especial le dijo que ya no era necesario aquello;  pensó que ya no tendría que escuchar la misma letanía de que todo habría sido más fácil si hubiera nacido mujer y no varón; pero ya no importaba aquello si su cabeza gritaba una cosa y su corazón susurraba otra; se conformaba con sentir de nuevo esas manos sobre su piel aunque estas lo hayan lastimado; lo único que importaba era volverse a ver reflejado en esos ojos marrones; todo lo demás ya no importaba; ya nada lo hacía en realidad.

Por más que cubriera sus oídos podía escuchar ese molesto sonido; era martirizante y casi agonizante saber que su madre era sometida a presenciar como su padre se follaba a una nueva mujer; estaba harto de escuchar como su padre le gritaba una y otra vez a su madre que no servía como mujer por no poderle dar más hijos; era asfixiante como le exigían que tenía que en ser el mejor en todo para compensar la ineptitud de su madre; le asqueaba el tener que pasar sus tardes en la casa de aquel par de ancianos solo para poder reafirmar la sociedad entre ambas familias; quería correr lejos de ahí, ya no escuchar más; no saber de nadie ni de nada pero ese par de ojitos claros lo detenía siempre y la dulce promesa hecha bajo ese árbol de cerezo en un verano de que siempre serían uno del otro eran la cadena que lo detiene de volar lejos de esa mierda; porque ese par de ojitos claros lo volvieran a ver con tanto amor y ternura el haría lo que fuera porque el mundo ya no importaba ni lo que ocurriera en él si esos dulces labios lo volvían a besar; nada era importante; ya nada importaba en realidad.

Señor Donde viven las historias. Descúbrelo ahora