La vida debería parecer fácil para cualquier niño; debería serlo.
La única preocupación de un infante debería ser si podría salir a jugar en el jardín sin lastimarse en el proceso.
Los días deberían ser alegres y estar pintados de colores.
Debería pasar las tardes viendo la televisión mientras comía algunas galletas recién horneadas o alguna otra golosina.
Que su mayor miedo debería ser no haberse duchado a tiempo sin necesidad de que su madre le regañase.
Que durante la noche su habitación esté alumbrada con una lamparilla para espantar a la fea oscuridad.
Abrazar a su osito de peluche si el miedo le invadía por las noches.
Y durante los primeros años de vida de aquel castaño claro lo fue.
Su familia era la familia modelo de su ciudad; el matrimonio Park era respetado y admirados, eran la envidia de todo Busan.
El señor Park un flamante e ilustre arquitecto dueño de su propia empresa constructora y la señora Park una importante agente de bienes raíces: la pareja perfecta.
Durante toda su niñez a Jimin no se le negó nada, se le dio todo en bandeja de plata, los mejores juguetes, las mejores ropas, los dulces más deliciosos, estudio en el colegio más exclusivo, en fin la vida soñada de todo el mundo pero no al alcance de cualquiera.
Esa fue su vida los primeros siete años. Los mejores siete años de su vida llenos de amor, llenos de felicidad
Pero después de su cumpleaños número ocho su madre le dijo que le tenían que hacer una revisión médica especial; su mami le dijo que no dolería, pero cuando estaba en el consultorio y lo hicieron subir a esa camilla rara y sus piecitos quedaron encima de dos metales que hacían que sus piernitas quedaran abiertas le dolió.
Le dolió horrores cuando el doctor metió algo en su tracerito; después le sacaron unas fotografías con una máquina que parecía una nave espacial y por último cuando le pincharon su bracito para sacarle muchos tubitos de sangre lo dejaron ir.
Después de esa visita especial su padre se comenzó a distanciar de él pero aún así le compraba regalos y llegaba de trabajar para platicar de cómo le había ido en la escuela.
Su mami había contratado a una maestra "especial" para el, ella le enseñaba cosas como saber cocinar, como ordenar correctamente una habitación, a saber hilar hilo y aguja y a zurcir. Hasta como debía estar puesta una mesa correctamente.
Un día su maestra "especial" le dijo que llegaría el día en que le tendría que enseñar a como complacer a su futuro esposo.
En la cabecita del niño aquello lo desconcertó un poco o mejor dicho no le entendió pero el solo movió su cabeza en afirmación.
Aún así era feliz en su casa, su mami siempre le felicitaba cuando ponía la mesa o ayudaba a prepara la cena para su padre.
Era feliz aunque tuviera más responsabilidades que el resto de sus compañeros de escuela.
Pero antes de su cumpleaños número diez todo cambió.
Su padre comenzó a llegar más tarde a casa, su madre estaba un poquito más gruñona que de costumbre.
A su maestra "especial" la despidieron un tiempo después de que un día su mami llegó llorando a casa.
Una noche por la madrugada despertó por ruidos en el despacho de su padre.
Se iba acercando a la puerta cobriza y escucho como su padre y madre se gritaban el uno al otro, culpándose por su desgracia.
Su mami dejó de vestir joyas llamativas y su padre vendió algunos coches de su colección.
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Señor
FanfictionEl lindo chico contaba con paciencia los minutos para que su señor llegara. Él vivía para complacer a su señor. El haría cualquier cosa para hacer feliz a su amo, después de todo el lo saco del infierno en el que vivía.