Travesura.

59 11 13
                                    

El pálido estaba apunto de asesinar a alguien; y ese alguien era el pelinegro de sonrisa petulante que estaba en el despacho de su casa.

Ese hijo de perra lo estaba desquiciado.

Y no obstante de haber entrado como si de su casa se tratase llegó acompañado con otro dolor de cabeza.

Ahora tenía a Jeon y a Kim sentados enfrente de él exigiéndole ayuda para el hombre que él mandó a encerrar.

— primito deberías a ayudar a tu ex prometida, eres alguien influyente y con poder, además de que es el padre de unos de tus amigos ¿no?, se considerados con esta pobre mujer.

Lo iba a matar, en definitiva lo iba a hacer.

—no se de qué demonios me estás hablando Jeon pero te voy a pedir que te vayas de aquí junto a este dolor de cabeza— había dicho señalando a la castaña de cabello largo.

—lo sabrías si ese mocoso muerto de hambre me hubiera dejado hablar contigo, hablando de él no debería por lo menos tener un poco de educación y traernos por lo menos agua.

—el no es tu sirviente, además la cortesía es para la visita y a ustedes no los veo como tal, ahora váyanse que de verdad no quiero llamar a la policía y reportar que están invadiendo mi casa.

—ay primo haces doler mi corazón, soy tu único primo, deberías ser considerado conmigo y...

La puerta del despacho fue llamada con pequeños golpecitos.

Yoongi sabía de quien se trataba  y que era lo que quería, esos dos tenues golpecitos los utilizaba cuando quería hacer el amor ahí sobre el escritorio pero no creía que fuera el caso; no teniendo a Jeon y a Kim ahí.

—pase— contestó el pelinegro con un deje de nerviosismo.

Y en definitiva no esperaba que su bebé entrara de esa manera.

El rubio traía en sus manos una charola con un juego de té; dos tacitas de porcelana blanca con pequeñas florecitas en color azul, pequeña jarra de la crema y azucarera iban a juego al igual al tarrito de miel pero eso no era lo que tenía a Min y Jeon con la mandíbula en el suelo.

El rubio entró con una bata roja estampada con flores blancas y amarillas, a medio muslo y un poco mal acomodada dejando ver parte de su pecho y cuello.

Min no sabía si lo que olía en el aire era el té o el perfume del rubio, pero en definitiva algo tenía ese aroma que lo estaba volviendo loco.

—cariño~

La voz de su colibrí era hermosa pero lo era más cuando su voz se volvía un poco más profunda, su bebé se estaba portando muy mal y le estaba gustando el rumbo que estaba tomando la situación.

—si amor— logró contestar con un tono de excitación en su voz.

—le traje té a los señores.

—ya se iban amor , pero gracias por tu atención.

—oh! Que bueno que ya se van, para poderte dar lo que traía para ti.

Y ahí se fue todo al demonio.

Los otros dos estaba estáticos en su silla y no supieron en qué momento pasó pero ahí estaban ese par besándose como si el mundo se fuera a acabar en ese instante.

El rubio estaba sobre el pelinegro, restregándose como si de una gata en celó se tratase.

Min apretujaba y acariciaban las piernas y cintura de la hermosa criatura que estaba encima de él.

Con movimientos rápidos el de ojos tornasol logró despojar a su hombre de su cinturón y se lo mostró al pelinegro.

Él lo tomó y se lo puso en el cuello a su bebé.

Señor Donde viven las historias. Descúbrelo ahora