42. El silencio del dolor

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Abrí los ojos con mucho pesar. Sentía mi cuerpo extremadamente adolorido. Parpadeé un par de veces, viendo el techo blanco. Quise moverme, pero no podía. Me percaté de los cables conectados a mi cuerpo y de la máscara de oxígeno que tenía puesta, así que, con sumo cuidado, giré ligeramente la cabeza a la derecha, viendo a Paul dormido en una incómoda silla.

- Paul - murmuré demasiado bajo, sin obtener algún resultado.

Intenté moverme un poco más, quitándome la máscara de la boca.

- Paul - hablé de nuevo, un poco más fuerte.

Paul saltó en su lugar de inmediato, volteando con rapidez en mi dirección. Fue cuestión de segundos para que estuviera a mi lado.

- ¡Drew! Despertaste, yo no... ¿Te encuentras bien? Debería llamar a un doctor, espera aquí, enseguida vuelvo - dijo Paul con demasiada rapidez.

Antes de que pudiera alejarse, y con mucha dificultad, tomé ligeramente su mano, provocando que su atención se centrara en mí.

- Quédate a mi lado - dije, sonriendo ligeramente.

Paul asintió, limpiándose una lágrima del rostro. Inclinándose y siendo demasiado cuidadoso, dejó un beso sobre mi cabeza.

- Lo siento - susurró Paul - Osita, perdóname...

Negué con la cabeza, tratando de sacar fuerzas para mantener una conversación con mi lobo.

- Drew, perdóname, de verdad, yo fui quien te llevó a esta situación - dijo Paul, viéndome con tristeza - Tanto estrés que te permití vivir... Nuestra última pelea...

- Paul, no, no sigas - dije, aclarándome la garganta, sintiéndola seca - No fuiste tú... no fue culpa de nadie.

Paul soltó un sollozo que hizo que mi corazón se apretara. Subí mi mano derecha a su mejilla, limpiando un par de lágrimas que estaban sobre esta. Paul tomó mi mano y la acercó a su boca, dejando un beso sobre mi palma, antes de acercarla a su corazón, sintiendo cómo latía con rapidez.

- Estaba preocupado - dijo Paul, viéndome a los ojos.

- Estoy bien, lobo tonto - dije, viendo cómo sonreía.

- Di, lo que dije la otra noche...

- Paul, te amo, te amo demasiado, y sé que debemos hablar sobre eso, pero no ahora - Paul asintió sin apartar sus ojos de los míos - Paul, ¿y mi bebé?

Paul parecía afligido, lo que me hizo dudar de su estado, causando una punzada en mi corazón.

- Está en cuidados intensivos - respondió Paul - No dejan entrar a nadie.

- ¿No lo has visto? - mi pregunta sonó más a afirmación.

- Quieren que entremos a verlo, Drew... para despedirnos.

Exclamé con un pequeño sollozo, sintiendo lágrimas cayendo de mis ojos. Mi cuerpo me dolía, pero no podía compararse con el dolor que estaba sufriendo mi corazón en ese momento.

- Lo siento, osita, lo siento tanto - decía Paul abrazándome, siendo cuidadoso de no desconectar ningún cable.

- Paul - exclamé con tristeza, aferrándome a él.

- Aún están haciendo lo que pueden, Drew - dijo Paul, alejándose un poco de mí - Solo que no tienen grandes esperanzas.

Miré a Paul asintiendo. Quería irme a casa, quería estar acostada en mi cama con Paul abrazándome, pero, sobre todo, quería irme a casa con mi bebé, con esa pequeña vida en mis manos.

Greek God | Paul LahoteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora