Quizá también fue una especie de trauma. Después de ese día, Donghyuck desarrolló ese extraño hábito. Cuando estaba nervioso o en una situación desfavorable, sus dedos siempre parecían fríos, como cuando estaba en el hielo sin calefacción. Incluso cuando sabía que era una alucinación, se mordía la yema del dedo, el dolor agudo era alarmante, y era entonces cuando se sentía aliviado. Así, Donghyuck de 18 años, desarrolló un hábito que nunca había experimentado a los ocho. Esperaba que no le pillaran haciéndolo delante su familia.
Sangre caliente goteaba del cuarto dedo de su mano izquierda. El dolor de la carne desgarrada le hizo recobrar el sentido. Por supuesto, eso no mejoró la situación. Sólo se dio cuenta de lo miserable que era.
No quería creer que tuviera que pasar por este dolor el resto de su vida.
Ding dong. Ding dong.
Estaba sollozando con los dientes pegados al dorso de la mano, y de repente oyó un sonido. Alguien estaba tocando el timbre del porche. Al principio, pensó que era una ilusión, pero el sonido no cesaba fácilmente, era persistente. Donghyuck contuvo la respiración. Viviendo solo, lejos de su familia y amigos, no tenía a nadie que le visitara sin ponerse en contacto con él. Si abría la puerta, podría ver el estado actual de las cosas. Conteniendo la respiración como un animal nervioso, oyó débilmente una voz familiar.
—Scarlett, soy yo. ¿Estás ahí?
—¿... Mark?
Dudó de sus oídos. Por qué demonios iba a estar ese hombre en Chicago.
—Si estás dentro, déjame entrar. No, sólo escúchame.
Donghyuck levantó medio cuerpo inquieto. Por un breve instante, se le pasó por la cabeza la clase de cosa que estaba haciendo. Su pelo enredado sin secar, los ojos y las mejillas enrojecidos por el calor, los pantalones del pijama empapados de semen y el líquido que seguía derramándose. Si estaba cuerdo, no podía dejarse ver ante los demás. Pero el tiempo que ganaba mordiéndose los dedos ensangrentados era demasiado corto. El calor que dominaba todo su cuerpo seguía siendo doloroso, y sus pensamientos se nublaban como si la niebla volviera a llenar su cabeza. A los oídos de Donghyuck, que luchaba contra sus deseos insatisfechos, la voz de Mark sonó tan dulce como un canto de sirena.
—Tengo algo que decirte. Sólo necesito saber que estás ahí un segundo.
Los instintos de Donghyuck instigaron suavemente su razón. Medio fuera de sí, se cayó de la cama. No pudo mantener el equilibrio, así que se levantó a duras penas.
—¿Scarlett? ¡Scarlett!
Tal vez le oyó caer, por eso Mark le llamó ansiosamente. Donghyuck consiguió levantarse, tocando el suelo con sus brazos temblorosos. Aun así, no tenía suficiente fuerza en las piernas, así que repitió la caída una y otra vez mientras se dirigía a la puerta principal. Arrastrando las rodillas, desbloqueó la puerta y ésta se abrió de inmediato.
—¿Qué mierda ha sido eso de ahora?
Mark cerró la boca. Donghyuck estaba raro ahora, lo sabía incluso antes de que se abriera la puerta. El olor era lo bastante fuerte como para sentirlo más allá de la puerta principal bien cerrada. Era como si los pétalos maduros se derritieran, oliendo como un campo desordenado de rosas.
—Al principio sólo quería dar una vuelta... y cuando me di cuenta estaba cerca de aquí.
Tardó siete horas en coche desde su apartamento hasta la casa de Donghyuck, Obviamente, no era un viaje para vagabundear. Cuando volvió en sí, se encontró corriendo por la carretera. Tal vez se ganó una multa o dos por exceso de velocidad. Estuvo fuera de sí todo el camino. Fue una suerte que no hubiera muertos en la carretera contra la bestia que la cruzaba. Donghyuck le miró con ojos de ciervo sorprendido por la luz de los faros en plena noche. Era correcto decir que le miraba fijamente.
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the red and the cold│𝗺𝗮𝗿𝗸𝗵𝘆𝘂𝗰𝗸
FanfictionLos Red Falcons de Pittsburgh ganaron por fin la Copa Stanley tras vencer al tradicional equipo de los Blue Tigers de Chicago. La primera victoria valiosa desde su fundación. Lee Donghyuck, el capitán del equipo y único jugador beta, no dudaba de qu...