I

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La primera vez que probé el tabaco fue justo después de tener una charla con mis amigas sobre lo innecesario y estúpido que era ese vicio; "ni siquiera sabe bien", afirmaban.

Como nunca lo había probado, quise saber qué se sentiría cuando el humo recorriera mi tráquea y llegara a los alvéolos, experimentar como poco a poco destruía las células de mis pulmones y la nicotina recorría mis vasos sanguíneos; siempre he sido muy curiosa, y ese experimento llevaba en mente más de unos años.

Efectivamente, una suela de zapato sabía mil veces mejor. Además, dejaba un olor horrible por toda la ropa. Antes de que la empresa de mi madre cayera en quiebra, en realidad eso no suponía un problema, pues podía permitirme llevar cinco perfumes de diferentes marcas de lujo en mi bolso y gastarlos como si fueran infinitos.

Pero todo lo bueno se acaba, y tuve que aprender a fumar sin dejar mucho olor a tabaco en la ropa, aunque era aún más duro tratar que el pelo se mantuviera sedoso, brillante y con aroma a golosinas todo el día. Hasta que no me hizo falta continuar fingiendo, porque mis amigas lo descubrieron y me aplicaron la ley del hielo, no sin antes aclarar: "Eres una falsa mentirosa, no nos juntamos con gente que nos oculta sus vicios cuando es la más adicta".

Obviamente ellas no eran lo suficientemente inteligentes como para elaborar una frase así de larga, pero quedaros con la idea. En mi humilde opinion, sé que en realidad estaban buscando cualquier excusa para darme la espalda, y en mi defensa, diré que yo no soy una hipócrita, sino que Hogwards me hizo así.

Así que ahí estaba yo, llegando tarde a Pociones porque me había retrasado yendo a buscar en mi habitación el pequeño frasco de perfume para tapar el fuerte olor; aunque ya no me juntara con la élite, seguía teniendo una reputación de "niña limpia" que cuidar.

Y en medio de mi caminata hacia la clase, los imbéciles de Slytherin se llevaron toda mi atención. Pude reconocer a Malfoy, Blaise Zabini, Regulus, y el peor de todos: Theodore Nott. Pero no fue su grupo de pandilleros pijos lo que captó mi atención, sino la sangre sucia a la que estaban acosando.

Creo que se llamaba Hermione o algo así, pero es que, verla fingir tranquilidad y serenidad tocó una fibra muy sensible de mi corazón, así que, en un acto impulsivo de narices, decidí meterme en la conversación para ayudarla. A día de hoy sigo sin saber por qué lo hice, ya que los imbéciles de Slytherin nunca me habían molestado, pero a partir de ese día, todo cambió.

-Oye, eres Hermione, ¿no? -dije, apoyando un brazo en su espalda, lo que hizo que se sobresaltara un poco.

Confundida y un poco a la defensiva, asintió con la cabeza mientras que yo retiraba mi mano de su hombro.

-Creo que nos toca Pociones, ¿vamos juntas?

Sentí las miradas de los payasos de Slytherin sobre mi hombro, pero decidí ignorarlo. Mi mirada se mantuvo serena y amable mientras que miraba a Hermione, esperando una respuesta por su parte.

-Lárgate, Thalia, nadie te ha incluído en esta conversación -dijo la irritante voz de Draco, haciendo que me centrara en él en vez de en Hermione.

De pronto, sentí una gran necesidad de callerle la boca, y respondí, sin ningún tipo de miedo o respeto hacia su pandilla de patéticos.

-Me la trae floja, Malfoy. Como si tus conversaciones fueran tan interesantes. -respondí seca y cortante, dispuesta a seguir discutiendo si él así lo quería.

-Da igual, Thalia, vámonos -me pidió Hermione, que ahora estaba detrás de mí, claramente incómoda por ver cómo respondía ante la "élite" de Slytherin.

-Bueno, en realidad es entendible que vayas por ahí acoplándote en las conversaciones -añadió Regulus, entrando a la discusión-. Ya no tienes amiguitas, ¿no?

Smoke Curtains {Theodore Nott}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora