IX

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Los siguientes acontecimientos que voy a relatar están bastante borrosos en mi cabeza, por lo que es probable que no muchas cosas tengan sentido. De hecho, no recuerdo ni la mitad de los sucesos que tuvieron lugar en la fiesta de los Slytherin.

Lo que he conseguido rascar de mi memoria han sido unas pocas escenas en las que yo bailaba y bebía un poco de Ginebra. Las luces eran verdes y parpadeaban con mucha rapidez. La música estaba tan alta como para reventar mis tímpanos, y también creo recordar haber charlado un poco con Lorenzo, que me quitó el vaso con mi bebida disimuladamente.

Lo único que sé ahora mismo, es que estoy en mi habitación con mis antiguas amigas, Berkshire y Matheo. ¿Qué hacían ellos tres en mi habitación?

Ahí me dí cuenta: esa no era mi habitación. Estaba en el cuarto de mis nuevos amigos.

—¿Lia? —Me llamó Eve, dándose cuenta de... No sé de qué. No es como si me hubiera despertado, porque no me había quedado dormida.

—Toma, dale esto... —Reconocí la voz de Valeria, que le acercaba algo a Eve.

Ella me dio de beber ese líquido con cuidado, que resultó ser agua, y me puso la mano en la frente para tomarme la temperatura.

—Ya le está bajando...

Algo dentro de mí me dijo que estaban así de preocupados por mí. Ya, una locura de conclusión, pero estando en mi estado, eso es como decir la tabla del ocho nada más levantarse, sin errores.

No sé cómo, pero de un momento a otro, me acordé de todo lo que me habían hecho esas falsas de mierda, y le aparté la mano con un golpe.

—Dejarme en paz...

Dije, y me puse de pie de golpe. Me costó muchísimo enderezarme, pero lo hice como pude y empecé a alejarme de ellos.

—Espera, espera, Ámber —Escuché que decía Matheo, agarrándome de la mano para evitar que me fuera.

—Suéltame... —murmuré, sacudiendo la cabeza.

—No. —Se negó rotundamente. Si no fuera por las circunstancias, ne hubieta asustado por lo serio que estaba—. Siéntate.

Volví a negarme y a intentar soltarme de su agarre. Al no poder hacerlo, me agobié muchísimo y dije lo primero que se me vino a la cabeza:

—Iros... —Le susurré a Matheo.

—¿Quiénes?

—Ellas.

No sé qué hizo mientras que me sujetaba, pero con solo una mirada, consiguió que las tres salieran corriendo de su habitación en menos de un segundo.

Cuando escuché la puerta cerrarse, le di un abrazo a Matheo, sintiendo el calor de sus brazos. A él le costó un poco devolvérmelo, pero al final lo hizo por una mirada que le echó Lorenzo a mi espalda, o eso creo.

Nunca había sido fan del contacto físico, pero de repente tenía tanto frío que fue mi primera reacción.

Pasaron unos dos minutos hasta que se rompió el silencio, y fui yo quién lo hizo;

—Os dije que no era buena idea que fuera a la fiesta... ¿Por qué estoy aquí y qué hacían esas zorras en vuestro dormitorio?

Nadie dijo nada por unos segundos, pero Lorenzo se ánimo a contestarme:

—Creemos que alguien te puso algo en la bebida. ¿Tienes algún enemigo?  ¿Alguien que te quiera hacer daño?

Yo asentí contra el pecho de Matheo, y este, que ya se había acostumbrado al contacto físico y me estaba peinando un poco el pelo con su mano, me dijo, con un tono más bruto de lo normal:

Smoke Curtains {Theodore Nott}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora