XXXI

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Cuando me correspondió justo en el momento que pensé que se iba a reír de mí, a decirme que solo estaba jugando conmigo, juró que sentí una explosión de fuegos artificiales en mi cabeza.

Theodore sabía tan bien; besaba con tanta pasión, como si no quisiera que me separara de su lado nunca jamás...

Su lengua buscó la mía mientras que las manos que tenía en mi cara descendieron poco a poco hasta mi cintura. Por impulso, yo hice el ademán de sentarme encima de él, pero Theo me empujó suavemente, haciendo que mi espalda tocase la cama y quedándose encima de mí.

Todo era maravilloso; yo ya estaba tranquila y Nott había conseguido que me olvidase de mis problemas unos minutos, y no podía describir con palabras el placer que sentí cuando dejó de besarme en los labios y su boca atacó la piel sensible de mi cuello, robándome un jadeo.

No sabía si lo llegó a oír, pero entonces noté como sus labios se estiraban formando una sonrisa contra mí cuello, y continuó besándome allí, lentamente, tentándome.

Me mordí el labio para no producir ningún otro ruido, sin querer darle esa satisfacción de saber que lo que me estaba haciendo, me volvía loca; yo demasiado orgullosa como para pedirle más.

-Quítame la camisa... -dijo en mi oído de repente, consiguiendo que cada pelo en mi cuerpo se pusiera de punta.

Fue una orden.

Yo no estaba acostumbrada a recibir órdenes, siempre solía ser yo la que estaba arriba marcando el ritmo... Pero no me disgustaba probar cosas nuevas de vez en cuando.

Me jodia mucho hacerle caso. Aunque ahora ya no nos odiáramos, nos seguíamos haciendo rabiar y queriendo ser mejor que el otro. Ahora, era más como un juego de quien tenía las pelotas mejor puestas.

Y... yo no tenía pelotas, por suerte.

Las manos que tenía enredadas en su frondoso y despeinado cabello las moví, sin ningún tipo de prisa por sus hombros, luego sus brazos, y por último las deje en su pecho.

Poco a poco desabroche cada uno de los botones a la vez que Theo iba besandome cada vez más abajo, centrándose ahora en succionar y lamer cada milímetro de mi clavícula.

-Qué bien me obedeces, nana... -Se burló de mí, haciéndome sentir que perdía toda mi dignidad.

Bajo otras cirscunstancias, me enfadaría con él y le gritaría lo imbecil y egocéntrico que es, pero ahora estaba demasiado excitada como para pensar en otra cosa.

Excepto, en una duda que casi siempre se me olvidaba preguntarle, y no sé por qué, pero me pareció el mejor momento para hacerlo:

-¿Qué significa?

-¿Mhmm? -murmuró Theo sobre uno de mis pechos, sin saber a qué me refería.

-¿Qué significa "nana"? Es algo en italiano, ¿no?

Solo entonces, paró de besarme para mirarme a los ojos y me dio un suave y rápido beso en la frente. Su mano me acarició la cara interna de mi muslo con lentitud, volviendo a hacer que se me pusiera la piel de gallina.

-¿Qué crees que significa? -me preguntó, queriendo que lo adivinase yo.

-Yo qué sé, Nott... -respondí, volviendo a pasar mis manos sobre sus bíceps y sus hombros-. Algún insulto, seguro.

Eso le robó una sonrisa tonta, de esas que solo pones cuando algo te gusta tanto que te deja medio gilipollas. Pasó sus labios sobre mi mandíbula, y siguió marcando un caminito de besos, poniéndome cada vez más nerviosa.

Smoke Curtains {Theodore Nott}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora