XIII

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—Qué raro que no nos haya escuchado ningún profesor, ¿no? —dije susurrando, mojando mi algodón con más yodo.

—Ya —me respondió, viendo cómo le limpiaba las heridas del brazo.

Hacía cinco minutos, tuve que maldecir el veneno de su sangre nuevamente, y Matheo no es la persona más silenciosa de este mundo, precisamente. Y ahora, estaba quejándose y gruñendo cada vez que le limpiaba las laceraciones.

Tenía rasguños por todo el cuerpo. Sobre todo en los brazos, la cara, la espalda y el abdomen. Sin embargo, ahora solo estaba enfocándome en las heridas de sus brazos, pues si ya me daba mucha vergüenza tener que tocar su cara, imagina pedir que se levante la camiseta.

Matheo y yo nos quedamos en un silencio un poco incómodo, pero soportable. Había mucha tensión entre nosotros, y no sabíamos qué decir.

Yo me limitaba a mirar solo a su brazo mientras que lo curaba y vendaba las heridas más grandes. Él solo me miraba, analizando mis facciones.

—Entonces —murmuró Riddle, rompiendo el silencio—... ¿no te gusta nada Nott?

Ay, ese cabrón.

Habíamos perdido la pista de él después de mi pequeño ataque de pánico, y supusimos que se fue a fumar para relajarse.

Resulta que, aunque me joda admitirlo, tenía razón. Desde el sábado por la noche, Matheo me mira diferente a como lo hacía antes. Hace comentarios un poco más subidos de tonos que lo normal... Y me pone muy nerviosa, y creo que él lo sabe.

—No... —respondí, sin atreverme a mirar a su cara—. Ni siquiera nos llevamos bien.

Él exhaló una pequeña risita, y me dijo, como confesándome un secreto de estado:

—Le vuelves loco. Nunca había visto a Theo tan obsesionado con alguien.

Su comentario me hizo levantar la mirada, muy confundida. En cuanto hicimos contacto visual, él miró mis labios tan rápido que pensé que me lo había imaginado.

—¿Obsesionado? —Repetí, volviendo a sus heridas.

Él asintió con la cabeza, poniendo una mueca cuando le pasé un poco del líquido curativo de Enzo por encima de sus arañazos.

—Para que Theo te odie tanto como dices, tiene que estar muy obsesionado contigo.

Yo solté una risa ácida, sin estar feliz para nada.

—Yo creo que en realidad le doy igual. Simplemente, le irrito muy fácilmente.

Él se encogió de hombros, su piel irradiando calor bajo el suave tacto de mis dedos.

Ambos nos dimos cuenta de que ya me tocaba seguir con la cara, y Matheo, cuando vio que no estaba segura de ello, me dijo:

—Puedo hacerlo solo, tranquila.

—No, no. No es eso. Es que no quiero que me malinterpretes. —dije, repitiendo las mismas palabras que él me dedicó hace unos días.

Riddle rodó los ojos, divertido, y echó la cabeza hacia atrás, divertido. No pude evitar fijarme en su nuez y en su cara, que para este punto, ya no era atractiva; era peligrosa, letal.

Ahora, más relajados, me acerqué a él y me puse de rodillas en su cama, mucho más pegados. Con cuidado, limpié los rasguños en su piel, intentando tocarle lo menos posible.

Ya sé que era estúpido que ahora que tenía la atención de Matheo me echara hacia atrás con esto. Pero es que yo de verdad consideraba que era un buen amigo, y no quería que un calentón nos distanciara, sobre todo ahora que acabábamos de sobrevivir a unas bestias nocturnas y guardábamos el secreto de que Theo y yo no éramos nada.

Smoke Curtains {Theodore Nott}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora