XII

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Después de desayunar, o más bien picar algo, ya que casi no me dio tiempo a beberme ni el zumo, nos dirigimos a clase.

Aunque me sentía una hipócrita, volver a donde estaba hace unos meses había sido lo mejor que podía hacer. La gente me respetaba, los chicos me miraban, y las chicas me odiaban sin yo haberlas dirigido la palabra jamás.

Extrañamente, estaban tardando bastante en pedirme que les presentara a Enzo y a Matheo, pero quería ver hasta donde podían hacerme la pelota; quería vengarme un poco.

Por suerte, el haber estado sola me había dejado mucho tiempo para concentrarme en mis estudios, y estaba volviendo a sacar muy buenas notas.

En un pequeño resumen, todo iba a mejor. Y eso fue lo que les conté a Matt y a Berkshire, que me estaban esperando en la torre de astronomía para mostrarme los avances con esas criaturas.

—¿Por eso te has hecho pasar por la novia de Theo? —preguntó Enzo, empezando a entender mis actos.

—Sí. —Afirmé, calando de mi cigarrillo—. Y a cambio tengo que acompañarle a la boda de su primo, o algo así.

»Bueno, en fin, ya hablaremos de eso más tarde. ¿Qué habéis descubierto?

—Te hice caso, y el domingo fuimos con un mechero, Desodorante y una cámara al Bosque —Comenzó a explicarme Matheo—. El fuego sólo les aleja por la luz, pero son inmunes al calor.

Frunci el ceño, muy extrañada. Había muy pocas especies en el planeta que fueran inmunes al fuego. Pero al menos, ya podíamos empezar a descartar qué tipos de piel podían tener.

No podían ser animales marinos ni terrestres, y tampoco tenían plumas así que descartamos que fueran aves. Tampoco eran vertebrados ya que no se movían como si tuvieran una estructura ósea.

—¿Y si son sombras? —dije, proponiendo algo diferente—. Cuando hay luz, las sombras desaparecen, ¿verdad?

»Además, las sombras pueden tomar la forma que quieran. Eso explicaría porque se mueven tan rápido y hay tantos tipos.

Matheo sopesó mi idea, uniendo cabos. Por su expresión, no estaba muy de acuerdo con mi hipótesis.

—Podría ser... Pero, es como que falta algo... —explicó, molesto por la información que no teníamos.

—Sí, Matheo tiene razón. —Enzo se unió—. Quizá tendrías que venir con nosotros una noche, y ver cómo son.

—Ni de coña —espeté, soltando el humo por la nariz—. La última vez casi me matan.

—Pero ahora vas con nosotros —me respondió Matheo, suavizando la mirada e intentando convencerme—. Tenemos experiencia: si no te separas, estarás bien.

Después de decir eso, Matheo me retiró el cigarro de la boca y le dio una calada, mirando mis labios, ahora vacíos.

Podía ser una cobarde, pero me daba mucho miedo volver a sufrir tanto dolor como lo hice hace unas semanas. Aún me dolía el brazo y el estómago de solo pensarlo.

Aunque, por otro lado, saber que Matheo iba a estar pegado a mí, protegiéndome...  Eso no sonaba tan mal.

Sacudí esa idea de mi cabeza con fuerza. No, yo era capaz de cuidarme sola. Y no tenía por qué ir a un lugar en donde me iba a buscar una muy posible muerte.

Yo no era una escurridiza Slytherin ni una valiente Gryffindor. Yo era de Ravenclaw por algo; yo era de las que planeaban una estrategia, no de las que la ejecutaban. 

—Lo siento, chicos. Pero no lo voy a hacer.

»Además, ya tengo las fotos y vuestras descripciones. Y ya los he visto una vez, no tengo porqué hacerlo otra vez.

Smoke Curtains {Theodore Nott}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora