IV

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Estaba anonadada. Bueno, anonadada es poco. ¿Theodore Nott quería que le prestara libros de la literatura muggle? Se había vuelto loco, definitivamente.

El resto del día me lo pasé pensando en cuando volvería a tener noticias de él, y en si lo habría encontrado ya. También investigué un poco por mi cuenta; lo busqué por todas partes del dormitorio y le pregunte a mis compañeras si lo habían visto, pero no obtuve ninguna respuesta útil.

Era increible: Theodore me estaba ayudando a encontrar mi diario por unos libros. ¿No le preocupaba en absoluto que le dijera algo de esto a sus amigos los guays? ¿Qué pensarían de él si se enteraran de que me pedía a mí esos libros? ¿No era algo de sangres sucias estar dentro de los clásicos del mundo muggle?

De pronto, una idea cruzo mi cabeza: quizá le había juzgado mal, y en realidad no le importaba lo que opinaran de él. Aunque la descarté al instante: no se podía ser tan popular y que te diera igual la opinión de los demás. Y lo digo por experiencia.

Aburrida y sin nada que hacer, decidí ir a fumar un poco. Quién sabe, quizá hasta me encontraba con Theodore.

Que quede claro que no quería verle a él ni nada, sino que quería mi diario de vuelta.

Me llevé La Historia Interminable conmigo y me propuse terminarlo ese día; mi padre ya me había enviado uno nuevo, se llamaba "Alicia En El País De Las Maravillas" y lo quería empezar cuanto antes, pero odiaba dejar libros a la mitad.

Sin darme cuenta, ya llevaba más de dos horas tirada en el bosque cuando cerré el libro por última vez.

Theodore tenía muy mal gusto si decía que era "una mierda". Estaba bastante bien, no lo leería otra vez, pero no me desagradó para nada.

Y hablando del rey de Roma... Ya estaba comenzando a diferenciar sus pisadas de las del resto de la gente, así que no tuve ni que girar la cabeza.

-¿Has encontrado algo? -dije, apagando el cigarro y poniéndome de pie.

Él negó con la cabeza, buscando un cigarrillo en su bolsillo.

-He preguntado a tus amigas de antes y he intentado acceder a las grabaciones de los pasillos; si no te lo ha quitado un fantasma, está todavía en tu habitación. -De pronto, cambio de tema-. ¿Tienes fuego?

Le lancé el mechero que tenía escondido en las medias y él lo cogió al vuelo.

-Es imposible... -murmuré, caminando en circulos-. ¿Y si te siguió alguien?

Él alzó una ceja, escéptico, mientras que calaba de su cigarro.

-Yo qué sé, lo mismo un amigo tuyo te vio y se coló después de ti...

-¿Y por qué harían eso? -preguntó, incrédulo, mientras que apoyaba su espalda en el tronco donde antes estaba leyendo.

Al ver el libro en el suelo, añadió:

-No te olvides de tu parte del trato.

Ah, es verdad. Yo también le debía algo. Y ese algo era muy peculiar.

-¿Por qué los quieres? -dije, sin importarme si era algo privado o no.

Theodore continuo fumando mientras me miraba de arriba a abajo, y puedo jurar, que atisbé un ápice de sonrisa ladina en su cara cuando respondió:

-Para liarme porros con sus páginas.

Tuve que mirar a otra parte para disimular mi carcajada. No era un comentario tan gracioso, pero ver cómo se reía de él mismo y de manera tan inesperada me hizo mucha gracia.

Por el rabillo del ojo, vi que entre el humo que soltaba su boca, había también una diminuta sonrisilla viendo cómo me esforzaba por no reírme en su cara.

A ver, es que la pregunta que había hecho era un poco estúpida, si digo la verdad. Entonces, nuestro momento donde no queríamos matarnos se acabó cuando dijo:

-¿Por qué los tienes? No eres una sangre sucia.

Me acerqué a él y me agaché para recoger el libro del suelo. Entonces, abrí la primera página y le mostré la dedicatoria de mi padre.

Mientras que la leía, le explique:

-Mi padre está infiltrado dentro del mundo muggle; es de esos políticos que se aseguran que la gente no crea en la magia... Sabe que todo lo que tenga que ver con ellos me interesa, así que me manda clásicos para que vea cómo funcionan las cosas allí.

Él asintió con la cabeza y lo volvió a dejar en el suelo con cuidado. Entonces, volví a hablar:

-Te toca: ¿por qué alguien como tú quiere leer libros así?

Se lo pensó unos segundos mientras que se terminaba su cigarro, y respondió:

-Aquí son siempre las mismas historias. Allí hay muchísima variedad... Y me hace gracia ver cómo representan la magia.

-¿Y por qué me cuentas todo esto? ¿Te da igual que cuente esto a tus amigos?

Ahí, todo el buen rollo que estábamos teniendo, se acabó. Theodore apagó su cigarrillo y lo piso. Después, se acerco a mí con su usual cara intimidante y dijo:

-Nadie te creería.

-¿Tú crees? -Le dije, correspondiendo su tono amenazante-. ¿Y si quieren comprobarlo, y ven uno de esos libros en tu encimera de noche, o en tu cama?

Se quedó callado mirándome desde su metro ochenta y poco de altura, pensando en qué responder. De la nada, soltó una risa ácida, de esas que solo él sabía hacer, y redució la distancia entre nosotros.

-Cuando encuentre tu diario -Comenzó a decir, agarrando un mechón de mi pelo-, espero no volver a verte nunca. Me pasaré por tu cuarto y te quitaré los libros que quiera. Así no tengo que hablar contigo.

Su repentino odio hacia mí, me hizo alzar las cejas por la sorpresa, pero decidí corresponder su desprecio.

-No cojas más de uno a la vez.

-Busca tú el diario, entonces.

De la rabia que sentí por su arrogancia y aires de superioridad, aprete la mandíbula y los puños con fuerza.

-Ojalá lo encuentres lo antes posible, así no te vuelvo a ver nunca.

Theodore soltó el mechón de mi cabello con el que había estado jugando todo esto tiempo, y me respondió, alejándose de mí:

-Dúchate. Apestas a tabaco y a colonia.

-A ti ni duchandote se te quita -Ya se estaba yendo cuando dije por última vez-. Mañana no voy a venir aquí, ven a buscarme a mi dormitorio.

No hizo ningún gesto que me indicara que lo había escuchado, pero intuí que fue a propósito y me dirigí de nuevo a Hogwards.

Era extraño que me hubiera acostumbrado tan rápido a que Theodore Nott supiera donde dormía y tuviera total acceso a mi dormitorio. También era perturbador pensar en cómo obtuvo esa información, pero bueno, era Theodore Nott: él lo podía saber todo de todos si así lo quería.

Ya estaba cambiandome después de cenar cuando me di cuenta de que me faltaba algo. Esa sensación de que se me olvidaba algo, pero no podía recordar el qué.

Di una vuelta por mi cuarto hasta que caí: me había dejado La Historia Interminable en el Bosque Prohibido.

Sé que era muy peligroso ir allí por la noche, pero no iba a dormir tranquila sabiendo que un regalo de mi padre estaba tirado en el suelo, rodeado de bichos y tierra. Así que cogí mi varita y con mucha valentía, decidí ir a por él.

Quien sabe, con suerte, hasta me moría y todo.

Smoke Curtains {Theodore Nott}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora