Las semanas siguientes al atentado fueron una prueba constante para todo el equipo del hospital. La presión no disminuía y los desafíos eran innumerables, pero algo había cambiado para Adele y Richard. Cada día, su colaboración se hacía más estrecha, y su amistad, más sólida.
Una mañana, mientras compartían un café en la sala de descanso, Richard miró a Adele con una sonrisa.
—¿Recuerdas el caos del primer día después del atentado? —preguntó, su tono ligeramente divertido.
Adele asintió, recordando la intensidad de esa jornada.
—Sí, cómo olvidarlo. Creo que nunca había estado tan agotada en mi vida.
Richard rió suavemente.
—Pero también fue el día en que comenzamos a conocernos mejor. Desde entonces, hemos formado un gran equipo.
Adele sonrió, sintiendo un calor en su pecho.
—Tienes razón. Nunca pensé que podría confiar tanto en alguien tan rápidamente.
Los días pasaban y ambos pasaban cada vez más tiempo juntos, no solo en el trabajo, sino también fuera de él. Descubrían intereses comunes, compartían historias personales y, poco a poco, se forjaba un vínculo que iba más allá de la camaradería profesional.
Un viernes por la tarde, después de una larga jornada, Richard se acercó a Adele con una propuesta.
—Adele, un grupo de nosotros va a salir a cenar esta noche. ¿Te gustaría unirte? Sería una buena manera de relajarnos después de esta semana tan intensa.
Adele, aunque cansada, se sintió animada por la invitación.
—Claro, me encantaría. Necesito un respiro.
La cena fue un éxito. Junto con varios compañeros del hospital, Adele y Richard disfrutaron de una noche llena de risas y buena comida. Durante la velada, Richard y Adele se encontraron sentados juntos, conversando animadamente sobre sus pasatiempos y sueños.
—¿Sabías que me encanta la fotografía? —dijo Richard, mostrando algunas fotos en su teléfono—. Es una de las pocas cosas que me ayuda a desconectar del trabajo.
Adele miró las fotos con interés.
—¡Son increíbles! No tenía idea de que eras tan talentoso. A mí me gusta la pintura, aunque no soy muy buena.
Richard sonrió, sus ojos brillando con una mezcla de admiración y afecto.
—Me encantaría ver tus pinturas algún día.
A medida que pasaban los días, el vínculo entre ellos se hacía más fuerte. Todos en el hospital notaban la química y la eficiencia con la que trabajaban juntos. Los pacientes se beneficiaban de su colaboración, y sus colegas no tardaron en expresar su aprobación.
—Ustedes dos hacen un equipo fantástico —comentó la Dra. Jensen, una de las cirujanas del hospital, mientras se reunían en la sala de conferencias—. Es impresionante ver cómo coordinan sus esfuerzos.
Adele y Richard se miraron y sonrieron.
—Gracias, doctora Jensen. Nos complementamos bien —respondió Adele, sintiendo una oleada de orgullo.
Richard, por su parte, sentía que cada día su atracción por Adele crecía. Admiraba su inteligencia, su dedicación y la calidez con la que trataba a todos los que la rodeaban. Pero más allá de eso, se sentía atraído por su autenticidad y su capacidad para hacerle reír.
Un sábado, Richard decidió invitar a Adele a una exposición de fotografía en el centro de la ciudad. Pensó que sería una buena oportunidad para pasar tiempo juntos fuera del hospital.
—Adele, hay una exposición de fotografía este fin de semana. ¿Te gustaría acompañarme? Creo que te gustará.
Adele, encantada con la idea, aceptó de inmediato.
—¡Por supuesto! Suena genial. Me encantaría ver más de tu mundo.
La exposición fue un éxito. Caminaron entre las impresionantes fotografías, compartiendo sus impresiones y riendo juntos. Richard no podía evitar sentirse cada vez más atraído por ella. Sus conversaciones eran fáciles y naturales, y su presencia lo hacía sentir en paz.
Después de la exposición, se dirigieron a un café cercano para continuar su conversación. Mientras tomaban café, Richard decidió ser un poco más directo.
—Adele, quiero que sepas que realmente disfruto pasar tiempo contigo. Me haces sentir... diferente, de una manera positiva.
Adele lo miró, sorprendida pero feliz por su confesión.
—Yo también disfruto mucho nuestra compañía, Richard. Es raro encontrar a alguien con quien me sienta tan cómoda.
La noche continuó con una atmósfera más íntima y sincera. A medida que pasaban los minutos, Richard sentía que debía expresar más claramente sus sentimientos, pero decidió esperar un poco más, dejando que las cosas fluyeran de manera natural.
De regreso al hospital, la rutina seguía siendo exigente, pero la relación entre Adele y Richard solo se fortalecía. Trabajaban juntos en casos complicados, se apoyaban mutuamente y se convertían en el ejemplo perfecto de trabajo en equipo.
Un día, mientras caminaban juntos por uno de los pasillos, Richard se detuvo y miró a Adele.
—Adele, ¿te gustaría ir a una caminata este fin de semana? Conozco un sendero muy bonito cerca de aquí. Creo que ambos podríamos usar un poco de aire fresco.
Adele sonrió, apreciando su consideración.
—Me encantaría, Richard. Será bueno despejar la mente.
El fin de semana, disfrutaron de una caminata por un sendero pintoresco, rodeado de naturaleza. La conversación fluía con facilidad, y ambos se dieron cuenta de cuánto se habían acercado en tan poco tiempo. Richard no podía negar lo que sentía por Adele, y aunque aún no había encontrado el momento adecuado para decírselo, sabía que no tardaría mucho.
Mientras descendían por el sendero, Adele tropezó con una raíz, y Richard la sostuvo rápidamente.
—Gracias, Richard —dijo, riendo—. Eres mi héroe.
Richard sonrió, sosteniéndola un poco más de lo necesario.
—Siempre estaré aquí para ti, Adele.
La caminata continuó, y aunque no hubo más palabras sobre sus sentimientos, ambos sabían que algo especial estaba creciendo entre ellos. A medida que el sol comenzaba a ponerse, regresaron al punto de partida, satisfechos y contentos.
—Gracias por este día, Richard. Lo necesitaba.
—Yo igual...