El día siguiente se sentía como una bocanada de aire fresco. Ya me encontraba más recuperada y con planes de volver al hospital. E izzie ya habia regresado a new york ya me había acostumbrado de nuevo a su presencia. Mientras me relajaba en la sala, con un libro en la mano, recibí una llamada inesperada: era el director del hospital.
—¡Adele! ¿Cómo te encuentras? —me saludó, con su voz habitual de entusiasmo.
—Mejor que nunca, director, ya lista para regresar —respondí, sintiendo la emoción burbujear en mi interior.
—Perfecto, porque mañana te estaremos esperando. Llegarán nuevos pasantes y necesitamos que estés aquí, como la jefa de zona que eres —me dijo, logrando que una sonrisa apareciera en mi rostro.
—Claro que sí, director. Ahí estaré —afirmé, sintiendo la emoción de regresar a la rutina y ver de nuevo a mi equipo de trabajo.
Después de la llamada, me di cuenta de que mi refrigerador estaba prácticamente vacío. Así que decidí ir al supermercado para abastecerme. Al entrar, comencé a elegir algunas cosas cuando, entre pasillos, alguien tocó mi hombro.
—¡Adele! —me saludó, sorprendido—. Me encanta verte de nuevo, ¿cómo estás?
—¡Max! —le respondí, devolviéndole la sonrisa—. Pues que te digo, saliendo de recuperación y volviendo a la rutina.
Él sonrió.
—Eso es genial. Oye, ¿necesitas ayuda con las bolsas? No quiero que te sobreesfuerces —ofreció.
—Bueno… supongo que un poco de ayuda no me vendría mal —respondí, un poco apenada.
Al salir del supermercado, Max intentó sacar conversación, pero yo estaba distraída mirando un mensaje que acababa de recibir de Richard. La sonrisa se me escapó, y él, curioso, me lanzó una mirada.
—¿Richard? —preguntó con un tono de broma.
—Sí, así es —contesté, entre risas.
Max sonrió, aunque su mirada parecía analizar cada gesto mío.
—Bueno, ya que estamos aquí, ¿qué tal un café rápido en Starbucks?
—¿Por qué no? —acepté, ya que estaba justo al lado y tenía tiempo para un respiro.
Nos sentamos con nuestras bebidas, y la conversación fue fluyendo, sin prisa. Max me contaba que después de su mini concierto su gastrobar está repleto de personas. En un momento, sacó su teléfono y me propuso tomarnos una foto juntos.
—Vamos, es solo una foto —insistió, divertido.
Acepté y posamos juntos, sonriendo.
—Ya debo irme. Gracias por el café max —le dije, mientras me despedía de él con una sonrisa.
—Gracias a ti, Adele. Saluda a rich de mi parte —respondió, despidiéndose con un abrazo rápido.
Al salir, supuse por la hora que Richard ya estaba en camino a mi departamento. Al llegar, él ya estaba en la puerta, revisando algo en su teléfono.
—¡No puede ser! Llegaste primero —dije, apurada, mientras sacaba las llaves—. Espero no haber tardado mucho.
—Acabo de llegar, tranquila —respondió, guardando el celular y sonriéndome mientras tomaba las bolsas que llevaba—. Ven, déjame ayudarte.
Al pasar las bolsas, me acerqué y le di un beso suave. Entramos y le indiqué que dejara las cosas en la cocina.
—¿Y cómo estuvo tu día, mi hombre? —le pregunté, sonriendo y cruzando los brazos.