Capitulo 12

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Al día siguiente, el sol apenas despuntaba cuando Adele y Richard salieron de la casa de él, rumbo al hospital. El camino fue tranquilo, disfrutando del café cargado, que había preparado Richard. Al Llegaron al hospital temprano, antes de que la mayoría del personal comenzara a llegar. Al estacionarse, Richard apagó el motor y miró a Adele con una mezcla de cariño y preocupación.

—Este es el único lugar donde podemos darnos un respiro —dijo Richard, esbozando una sonrisa—. ¿Un beso para empezar bien el día?

Adele sonrió, asintiendo. Se inclinó hacia él y sus labios se encontraron en un beso suave, lleno de promesas silenciosas. Un beso que, aunque breve, tenía la intensidad de dos personas que intentaban robar momentos de felicidad en medio de todo.

—Nos vemos adentro —susurró Richard al separarse.

Adele asintió y lo observó salir del coche. Richard miró a su alrededor, asegurándose de que nadie estuviera cerca, y luego se dirigió hacia la entrada del hospital con paso firme. Adele esperó unos minutos más, permitiendo que Richard se distanciara, antes de salir del coche. Respiro profundamente, preparándose para el día que tenía por delante. Saludó a un par de enfermeras que pasaban por el pasillo y caminó hacia el vestuario, donde se puso su bata de trabajo y se recogió el cabello en un moño perfecto. Cuando salió, se dirigió directamente a su equipo, quienes la recibieron con una mezcla de respeto y aprecio.

La mañana transcurría con relativa calma. Las rondas rutinarias, algunas cirugías menores y revisiones de pacientes. Todo marchaba sin contratiempos hasta que, de repente, las alarmas del hospital se activaron, llenando los pasillos de un estruendo que solo significaba una cosa: emergencia.

Las puertas automáticas del hospital se abrieron de par en par y, segundos después, comenzaron a llegar ambulancias, una tras otra, en una sucesión frenética. Adele se quedó helada cuando la primera ambulancia se detuvo, y el paramédico bajó rápidamente para explicar la situación.

—Ha habido un atentado en una escuela cercana —dijo con la voz entrecortada—. Hay muchos niños y profesores heridos. ¡Necesitamos toda la ayuda que podamos obtener!

Adele reaccionó al instante. Como jefa de cirugía y de zona, sabía que cada segundo contaba.

—¡Richard! —gritó, y él acudió a su lado en cuestión de segundos—. Tú te encargarás de la coordinación en la sala de trauma. Asegúrate de que los pacientes sean estabilizados antes de ser trasladados a cirugía.

Richard asintió y se giró para organizar al equipo de trauma. Adele, por su parte, se volvió hacia el resto de su equipo.

—¡Escuchen todos! Vamos a tener que actuar rápido y con precisión. Necesito a cada uno en su puesto. No hay margen para errores. ¡Hagan lo que saben hacer mejor!

Las camillas empezaron a llenar los pasillos. Niños ensangrentados, profesores en estado crítico, todos eran llevados de urgencia para ser atendidos. Adele mantuvo la calma, dirigiendo el tráfico caótico de cuerpos y equipos médicos con mano firme. Los médicos corrían de un lado a otro, las enfermeras gritaban órdenes y las salas de urgencias se llenaban de llantos y gemidos.

Uno de los paramédicos llegó con una niña en una camilla, gritando por ayuda. La pequeña tenía la ropa empapada de sangre y respiraba con dificultad.

—¡Esta es crítica! —gritó el paramédico, sus ojos llenos de desesperación—. Necesita cirugía inmediata.

Adele no dudó. Se acercó rápidamente y tomó el control de la situación.

—¡Llévenla a la sala de operaciones, ahora! —ordenó, corriendo junto a la camilla mientras empujaban a la niña hacia el quirófano.

La operación fue un desafío. Adele trabajaba con precisión quirúrgica, cada movimiento calculado, cada decisión vital para salvar la vida de la pequeña. Los minutos se sentían como horas dentro del quirófano. El silencio era interrumpido solo por el pitido constante de las máquinas y las órdenes rápidas de Adele al equipo. Finalmente, después de lo que pareció una eternidad, la cirugía terminó con éxito. Adele soltó un suspiro de alivio cuando la estabilidad de la niña quedó asegurada. La pequeña viviría.

Anatomía de un deseo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora