Han pasado varias semanas desde que Adele conoció a la madre de Richard, y desde entonces, la relación entre ellas había florecido de manera natural.
Hoy, sin embargo, todas las preocupaciones personales quedaban de lado. El hospital entero estaba reunido para celebrar la inauguración del nuevo centro de atención para niños con cáncer. Este proyecto había sido uno de los sueños de Adele, y ver cómo finalmente se hacía realidad llenaba su corazón de orgullo. Todo el personal estaba presente, cada doctor, enfermero, y especialista, comprometidos en hacer de este día algo memorable.
Una de las tradiciones para este evento era que todas las doctoras usaran pelucas de distintos colores, que después serían entregadas a las niñas que habían perdido su cabello debido al tratamiento. Adele había elegido una peluca negra, un cambio radical de su habitual cabello rubio, pero le parecía un gesto simbólico y hermoso. Mientras charlaba y reía con sus colegas, notó a Richard de pie en una esquina del salón, observando la ceremonia desde lejos, copa de champaña en mano.
Sin pensarlo dos veces, Adele se excusó y se acercó a él, una sonrisa traviesa jugando en sus labios. Richard, al verla aproximarse, no pudo evitar sonreír también. Su mirada intensa, como siempre, la hacía sentir como si fuera la única persona en aquel lugar.
—¿Cómo me veo? —preguntó Adele, jugueteando con la peluca negra mientras se detenía frente a él.
Richard la miró de arriba abajo, tomándose su tiempo para apreciar su nueva apariencia antes de tomar un sorbo de champaña.
—Luces hermosa como siempre —respondió con esa voz suave y grave que tanto le gustaba a Adele.
Ella notó cómo sus ojos no se apartaban de ella, esa mirada penetrante que siempre la hacía sentir vulnerable, pero segura al mismo tiempo. Richard tenía una habilidad única para hacerla sentir observada y apreciada como nadie más lo hacía.
—Pero... —agregó él, su sonrisa volviéndose más juguetona—. Me encanta mucho más tu cabello rubio.
Adele arqueó una ceja, fingiendo estar sorprendida. —¿Ah, sí? —respondió en tono divertido—. ¿No te gustan las pelinegras?
Richard negó con la cabeza, sin perder la sonrisa. —No mucho —admitió—. No son mi tipo de mujer.
Adele dejó escapar una risa suave, pero decidió continuar con el juego. —¿Ah, sí? Entonces, ¿cuál es tu tipo de mujer?
La pregunta quedó flotando en el aire por un momento. Richard la miró fijamente, con esos ojos que siempre decían mucho más de lo que él pronunciaba. Luego, con un gesto rápido y discreto, la tomó suavemente por la bata y la atrajo hacia él. No lo suficientemente cerca como para que alguien lo notara, pero lo justo para que ella sintiera su calor y la urgencia de su proximidad.
—Tú eres mi tipo de mujer —susurró con un tono firme y decidido, sus ojos oscuros clavados en los de ella.
Adele sintió un escalofrío recorrer su cuerpo al escuchar esas palabras, y no pudo evitar sonreír. Richard siempre tenía esa forma de hacerla sentir especial, de recordarle que para él, no había nadie más.
—Richard, no me tientes —dijo en un tono juguetón, aunque sabía que había algo de verdad en sus palabras—. Estamos en medio de una ceremonia.
Richard rio, un sonido bajo y suave que le hacía cosquillas en el alma. —¿Y qué si lo estamos? —respondió, su sonrisa maliciosa aún en sus labios—. Eso no me detendría.
Adele se mordió el labio, resistiendo el impulso de dejarse llevar por el momento. Sabía que si no fuera por la multitud de personas a su alrededor, probablemente se lo comería a besos.
—Más te vale comportarte, Dr. Paul —le susurró con una sonrisa antes de separarse suavemente de él.
Richard la observó mientras se alejaba, su mirada siempre siguiendo cada uno de sus movimientos, disfrutando de ese pequeño momento de complicidad entre ambos. Adele, por su parte, se unió nuevamente a sus colegas, pero no pudo evitar lanzar una última mirada hacia Richard antes de sumergirse en las conversaciones.
Adele había pasado gran parte de la ceremonia interactuando con los niños y sus familias. La alegría en sus rostros, a pesar de las circunstancias difíciles, era contagiosa. Las doctoras repartían las pelucas de colores, cada una hecha especialmente para las niñas que habían perdido su cabello debido a los tratamientos de quimioterapia.
Cuando llegó el turno de entregar su peluca negra, Adele se acercó a una niña llamada florie, una pequeña de siete años con grandes ojos curiosos y una sonrisa tímida. Florie había sido diagnosticada hacía un año y estaba en la fase más dura de su tratamiento. La pérdida de su cabello había sido difícil.
—Hola, Hermosa —dijo Adele, arrodillándose frente a ella—. Tengo algo muy especial para ti hoy.
—¿Para mí? —preguntó en voz baja.
Adele asintió con una sonrisa cálida. —Sí, para ti. Quiero que la uses cuando quieras.
La niña sonrió, y Adele sintió una profunda emoción al ver la luz que brillaba en sus ojos. Mientras le ponía la peluca, la niña se miraba en el espejo, asombrada por su nueva apariencia.
—¡Me gusta!.
La ceremonia terminó, Adele y Richard se encontraron nuevamente, esta vez en una esquina más apartada del salón. La noche había caído y las luces suaves iluminaban el lugar con un ambiente cálido y acogedor.
—Hiciste un trabajo increíble hoy —dijo Richard, acercándose a ella y tomándola suavemente por la cintura—. Ese centro significa mucho para estos niños, pero también para ti.
—Sí, ha sido un camino largo, pero finalmente se hizo —respondió Adele.
—Eres increíble, ¿lo sabías?
Adele rio suavemente. —Solo hago mi trabajo.
—No, haces mucho más que eso. Haces la diferencia —dijo él, su tono serio, pero lleno de cariño.
Adele se sintió agradecida por sus palabras. Sabía que Richard entendía lo que significaba ese centro para ella, y eso hacía que todo fuera más especial.
—Tú también haces la diferencia, Richard. No solo aquí, sino en mi vida. —susurró.
Richard la acercó aún más, sus labios rozando los de ella en un beso suave y lleno de cargado.
— Qué te parece si vamos a mi casa y vemos un par de películas mientras, nos comemos... Unas hamburguesas —murmuró contra sus labios.
—Mmm si, eso es justo lo necesito después de este día tan largo.