Capitulo 28

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Tras salir de la oficina junto a Richard, después de aquel momento íntimo que compartieron, Adele caminaba por los pasillos del hospital Mientras avanzaba, una de las enfermeras, la misma que había interrumpido anteriormente al tocar la puerta, se acercó a ella.

—Dra. Adkins, ¿Ha visto al Dr. Paul?

—Es posible que esté en su oficina —respondió sin más.

Justo cuando terminó de hablar, Richard apareció caminando por el pasillo. Pasó junto a ellas sin decir una palabra, pero su mirada encontró la de Adele por un breve segundo. Fue una mirada que no necesitaba palabras, una especie de mensaje privado entre ambos que hizo que Adele sonriera de lado. La enfermera, sin percatarse de esto, rápidamente fue tras él para comentarle algo.

Adele continuó su camino hacia la recepción, donde decidió verificar si había algún paciente pendiente de ser atendido.

—¿Algún paciente para mí? —preguntó Adele a la recepcionista con una sonrisa profesional.

—No, doctora. Hoy todo está bajo control. No hay pacientes que necesiten de su atención ahora mismo —respondió la recepcionista con una sonrisa.

—Que alivio, Gracias pao.

Sacó su teléfono y miró la hora. Aún era temprano, pero sentía que había llegado el momento de enfrentar la conversación que tenia pendiente. Se dirigió hacia el vestuario para cambiarse de ropa. Después de colocarse un atuendo más casual, dejó el hospital y se dirigió a la casa de su padre.

Narrado por Adele.

Mientras conducía, no podía dejar de pensar en la conversación que sabía que debía tener con mi padre. Su confesión sobre el cáncer había removido demasiados sentimientos en mí, cosas que creía haber superado. Pero en el fondo, sabía que las heridas seguían ahí, abiertas, esperando una oportunidad para sanar. No podía seguir posponiéndolo, aunque me doliera enfrentarme a él. Necesitábamos hablar, aclarar todo lo que quedó pendiente entre nosotros.

El camino se hizo más corto de lo que esperaba. Llegué a la casa de mi padre y, por un momento, me quedé sentada en el auto, mirando la puerta de entrada. Me repetía que podía hacerlo, que esta conversación era necesaria para ambos. Respiré hondo y salí del coche.

Cuando llegué a la puerta, mis manos temblaban un poco, pero hice lo posible por calmarme. Mi dedo presionó el timbre, y en ese instante sentí una mezcla de miedo.

Unos segundos después, la puerta se abrió, y ahí estaba él. Mi padre. Sus ojos me miraban con esa mezcla de sorpresa y alivio.

—Adele —dijo, su voz tranquila pero con una leve nota de arrepentimiento—. Qué bueno que has venido.

Asentí en silencio y crucé el umbral de la puerta. El aire dentro de la casa estaba cargado, como si la tensión entre nosotros llenara cada rincón. Me sentía incómoda, vulnerable, pero también sabía que era necesario. No podía seguir cargando con este peso en mi corazón.

Nos sentamos en la sala, en silencio por unos segundos que parecieron eternos. Me costaba encontrar las palabras correctas, por suerte chrystin ni Hellen estaban en casa porque hubiera sido más difícil... finalmente decidí que no había forma perfecta de comenzar.

—Papá, yo… —mi voz titubeó—. Estoy aquí porque necesitamos hablar de lo que me dijiste. No sé cómo manejarlo, pero sé que no puedo seguir ignorando esto.

—Lo sé, Adele. No he sido el mejor padre, y lamento tanto haberte dejado sola en tantos momentos. Lo que te dije... sobre el cáncer... sé que fue un golpe para ti, pero también era algo que debía contarte. No quiero que me perdones por todo, solo quiero que sepas que lo lamento.

Anatomía de un deseo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora