Adele abrió los ojos lentamente, despertando en la penumbra de la habitación de Richard. Aún era temprano, y la suave luz del amanecer apenas se filtraba por las cortinas. Se giró y observó a Richard, quien dormía profundamente a su lado, su respiración tranquila y rítmica llenando el silencio.
Se quedó allí un momento, disfrutando de la paz de la mañana y del calor del cuerpo de Richard junto al suyo. Pero pronto la realidad la golpeó: debía ir al trabajo.
Con cuidado, se deslizó fuera de la cama, tratando de no despertarlo. Sin embargo, mientras buscaba su ropa, notó que sus bragas estaban en el suelo, justo donde las había dejado la noche anterior. Las recogió, junto con un camisón de Richard que encontró tirado cerca. Se lo puso para cubrirse, y luego se inclinó sobre Richard, dándole un suave beso en los labios.
Richard murmuró algo ininteligible antes de abrir los ojos, sonriendo al verla.
—Buenos días —dijo Adele con una sonrisa—. Ya es hora de despertarse.
Richard se desperezó y se sentó, frotándose los ojos. —¿Tan temprano? —protestó.
—Sí, tengo que ir al trabajo —respondió Adele, dándole otro beso rápido antes de salir de la habitación.
Richard la observó irse, admirando cómo el camisón caía sobre sus curvas. Se levantó unos minutos después y fue a la cocina, donde encontró a Adele tomando un vaso de agua.
—¿Cómo amaneciste? —preguntó él, acercándose a ella y envolviéndola en un abrazo desde atrás.
—Excelente —dijo Adele, recostándose contra su pecho—, pero debo irme. Necesito cambiarme antes de ir al hospital.
Richard levantó una ceja, fingiendo estar ofendido. —¿No te ducharás conmigo? —preguntó con una sonrisa pícara.
Adele rió y negó con la cabeza. —Eso suena delicioso, pero no... —respondió, dándose la vuelta para mirarlo a los ojos—. Subo por mis cosas y nos vemos en el hospital.
Antes de que Richard pudiera protestar, Adele se puso de puntillas y le dio un beso rápido pero intenso, Se giró y subió las escaleras para recoger sus cosas, dejando a Richard sonriendo y sacudiendo la cabeza.
Mientras Adele se cambiaba rápidamente en la habitación, Richard se dirigió a la sala de estar. Estaba a punto de sentarse en el sofá cuando escuchó un sonido en la puerta principal.
Extrañado, se dirigió a abrirla, preguntándose quién podría ser tan temprano en la mañana. Al abrir la puerta, se encontró cara a cara con su madre.
—¡Mamá! —exclamó Richard, sorprendido pero feliz de verla. La abrazó con fuerza, una mezcla de alegría y curiosidad en su rostro—. ¿Qué haces aquí?
—Quería darte una sorpresa, cariño —respondió su madre con una sonrisa cálida.
Richard la ayudó con la pequeña maleta que llevaba, invitándola a pasar. Mientras charlaban, Adele bajaba las escaleras, buscando sus llaves. Las había dejado en algún lugar la noche anterior, pero no podía recordar dónde.
—Richard, amor, ¿has visto mis llaves? No las encuentro —dijo Adele, deteniéndose en seco al ver a la madre de Richard de pie en la sala.
Richard levantó la mano con las llaves en ella, sonriendo. —Sí, aquí están —respondió, mirando con afecto a Adele mientras se acercaba.
—Mamá, ella es Adele —dijo Richard, con una expresión orgullosa—. Adele, ella es mi madre.
Adele sintió cómo el nerviosismo se apoderaba de ella, su corazón latiendo rápidamente en su pecho. No esperaba conocer a la madre de Richard tan pronto y, mucho menos, en un momento tan inesperado. Aun así, trató de mantener la compostura y le sonrió con timidez.