Al día siguiente, Adele llegó al hospital como de costumbre, lista para un día lleno de trabajo. Sin embargo, algo se sentía un poco diferente. Miranda, quien generalmente era un pilar de calma y seguridad, parecía estar inquieta. Durante la revisión matutina de los expedientes, Adele notó que Miranda no dejaba de evitar su mirada, y sus manos temblaban ligeramente al pasar las páginas.
—Miranda, ¿estás bien? —preguntó Adele, intentando sonreír para aliviar la tensión evidente en el aire—. Te noto un poco... nerviosa.
Miranda levantó la vista, su rostro reflejando una mezcla de emociones. Por un momento pareció dudar, como si estuviera a punto de decir algo, pero se contuvo.
—No, no es nada... —respondió con una sonrisa forzada que no llegó a sus ojos—. Estoy bien, de verdad.
Adele frunció el ceño, no convencida por la respuesta. Habían trabajado juntas el tiempo suficiente como para saber que algo no estaba bien. Sin embargo, antes de que pudiera insistir, Miranda soltó un suspiro, como si ya no pudiera mantener el secreto por más tiempo.
—Adele... yo... —empezó Miranda, su voz temblorosa—. Sé que tú y Richard están saliendo.
Adele se quedó en silencio, su mente procesando lo que acababa de escuchar. No esperaba que Miranda lo supiera, y mucho menos que lo mencionara en ese momento. Justo cuando estaba a punto de responder, la puerta de la sala se abrió de golpe, y Maggie entró, pareciendo muy ocupada.
—¡No puede ser! —exclamó Maggie en cuanto escuchó lo que Miranda acababa de decir, con una mezcla de sorpresa y emoción—. ¡¿Estás saliendo con el churro de Richard?!
El tono de Maggie, inconfundiblemente alto, resonó por toda la sala. Todos los presentes, incluyendo el resto del equipo que ya había comenzado a entrar para la reunión, se quedaron congelados en sus lugares. Un murmullo de sorpresa recorrió la habitación mientras Adele sentía que el calor subía a sus mejillas. Aquello que había sido un secreto hasta hacía unos segundos, ahora era del conocimiento de todos.
—¡Maggie! —exclamó Miranda, claramente mortificada por el hecho de que Maggie acababa de soltar la noticia en voz alta. Intentó frenar la avalancha, pero era demasiado tarde.
El equipo, aún asimilando la revelación, intercambió miradas cómplices y sorprendidas. Algunos parecían divertidos, mientras que otros simplemente estaban curiosos. Adele sabía que tenía que decir algo, aunque en ese momento deseaba poder desvanecerse.
—Sí, es cierto —admitió finalmente Adele, con un suspiro, tratando de sonar calmada a pesar del caos interior—. Richard y yo estamos juntos.
El silencio en la sala fue rápidamente reemplazado por un murmullo más fuerte, mientras Maggie soltaba una risa nerviosa y Miranda simplemente se cubría el rostro con una mano, claramente avergonzada.
—¡Vaya, eso es inesperado! —dijo Maggie, ahora tratando de controlar su entusiasmo—. Pero, honestamente, no me sorprende. Ustedes dos hacen una pareja espectacular.
Adele no pudo evitar una sonrisa a medias ante el entusiasmo de Maggie, aunque aún sentía el peso de la mirada de todo el equipo sobre ella.
—Gracias, Maggie... y a todos ustedes —dijo, dirigiéndose a su equipo—. No planeaba que se enteraran así, pero... sí, estamos juntos. Espero que esto no cambie nada en cómo trabajamos como equipo.
Un par de ellos asintieron, y algunos otros intercambiaron comentarios entre ellos, pero la atmósfera, aunque cargada de curiosidad, no parecía hostil. De hecho, Adele pudo sentir una especie de aceptación tácita entre ellos. Después de todo, el respeto que le tenían no se vería afectado por su vida personal.
—Bueno, si esa es la gran noticia del día, entonces supongo que podemos empezar a trabajar —dijo uno de los residentes, tratando de aliviar la tensión con un toque de humor.
La sala estalló en risas suaves, y la reunión finalmente comenzó. Sin embargo, mientras todos discutían los casos del día, Adele no podía evitar sentir que el día había dado un giro completamente inesperado.
Al terminar la reunión, Miranda se acercó a Adele, con una expresión llena de disculpas.
—Lo siento muchísimo, Adele —dijo, sus ojos llenos de arrepentimiento—. No debí decir nada, y mucho menos en frente de Maggie.
Adele la miró durante un momento, su expresión suavizándose. Sabía que Miranda no lo había hecho con mala intención, y aunque el desenlace no había sido el ideal, no podía culparla del todo.
—Está bien, Miranda —respondió finalmente, dándole un apretón en el brazo—. Supongo que iba a salir a la luz tarde o temprano. Solo... la próxima vez, tal vez sea mejor hablar en privado, ¿de acuerdo?
Miranda asintió, visiblemente aliviada.
El resto del día transcurrió con una normalidad extraña. Aunque el equipo ya sabía sobre su relación con Richard, Adele decidió concentrarse en su trabajo y tratar de no pensar demasiado en lo que había sucedido. Sabía que, aunque la noticia había causado un revuelo inicial, pronto sería solo otro detalle más en la vida del hospital.
Cuando el día finalmente terminó, Adele se encontró con Richard en el estacionamiento, como solían hacer. A diferencia de los otros días, él ya estaba al tanto de lo que había sucedido. Sin embargo, su expresión era tranquila.
—Entonces... ¿todo el hospital lo sabe ahora? —preguntó Richard, con una sonrisa divertida mientras se inclinaba para besarla suavemente en los labios.
—Sí, gracias a Maggie —respondió Adele con una risa nerviosa—. Supongo que no podriamos mantenerlo en secreto por mucho más tiempo.
Richard rió y la tomó de la mano, mirándola fijamente.
—No importa, Estoy feliz de que todos lo sepan. No tenemos nada que esconder, ni estamos haciendole daño a nadie.
Adele sonrió, sintiendo cómo el peso del día comenzaba a desvanecerse.
—Tienes razón —susurró, apoyando su cabeza en su pecho mientras sentía que todo estaba bien en su mundo.
—Y sabes, Maggie no solo dijo que estamos saliendo... —comenzó, haciendo una pausa para aumentar la curiosidad de Richard—. También te llamó "churro". ¡Que atrevida!
Richard la miró sorprendido, y luego rompió en una carcajada contagiosa que resonó por todo el estacionamiento. Adele no pudo evitar unirse a él, riendo ante la ironía de la situación y la peculiar elección de palabras de Maggie.
—¡Vaya, no esperaba que Maggie fuera a decir eso! —dijo Richard entre risas, sacudiendo la cabeza—. Pero bueno, si eso es lo que piensan, supongo que no me quejaré.
Adele asintió, todavía sonriendo, sintiendo que el día había terminado de una manera mucho más ligera de lo que había comenzado. La risa compartida y la complicidad entre ellos dos era justo lo que necesitaba para superar el caos de las últimas horas.
—Bueno, churro —bromeó Adele, mirándolo con una sonrisa traviesa—. Ve a casa y descansa, yo debo esperar a izzie unos minutos más.
—Esta bien —respondió Richard, tomando su mano y entrelazando sus dedos con los de ella para luego dejar un beso en sus labios.
—Maneja con cuidado —pronuncio adele cuando esté se subio al auto.