Al día siguiente, Adele regresó al hospital con una mezcla de nerviosismo y anticipación, pero su sonrisa deslumbrante no mostró nada de eso. Al entrar, fue recibida con cálidos saludos de su equipo, quienes no tardaron en hacerle saber cuánto la habían extrañado.
—¡Dr. adkins! —exclamó Bertha, una de las enfermeras del turno— . ¡Nos hiciste falta ayer! El hospital no es lo mismo sin ti.
Adele sonrió, sintiendo el calor de la camaradería que tanto apreciaba. ¡Gracias, chicos! Ayer fue un día diferente, pero me alegra estar de vuelta.
La conversación fue interrumpida por la llegada de Richard, quien entró al hospital con su habitual confianza, pero hoy había algo diferente en el ambiente. Las miradas entre él y Adele no pasaron desapercibidas. Sus colegas, siempre atentos a los pequeños detalles, notaron la chispa que parecía brillar entre ambos.
Después de ponerse al día con los casos médicos del día, Adele se dirigió a la oficina del director para entregarle un informe pendiente. Mientras salía de la oficina, se detuvo en seco al ver a Richard esperándola en una esquina del pasillo.
—¡Estás loco! ¿Qué haces aquí? preguntó Adele, con una mezcla de sorpresa y alegría en su voz.
—Por ti, sii — respondió Richard, con esa intensidad en sus ojos que hacía que Adele se derritiera por dentro.
Ella no pudo evitar sonreír mientras se acercaba más a él, envolviendo sus brazos alrededor de su cuello. Lo besó suavemente, un beso lleno de todos los sentimientos que había reprimido durante el día. Sin embargo, Adele fue la primera en separarse, consciente de dónde estaban.
—Debemos ser cuidadosos, —susurró—. Lo último que necesitamos es ser el chisme del hospital.
—Tienes razón, —admitió Richard, aunque su expresión mostraba cuánto le costaba contenerse—. Pero es que me moría por besarte.
—Yo igual, —respondió Adele, y lo besó de nuevo, más breve esta vez, antes de apartarse y encaminarse a seguir su día.
Mientras se dirigían a sus respectivas responsabilidades, Richard aprovechó para preguntar por Izzie.
— ¿Cómo está Izzie? No la he visto hoy.
—Está enferma, explicó Adele —. Por eso no vino al trabajo.
El día continuó con la habitual intensidad de la vida en el hospital. Al final de la jornada, todos estaban exhaustos y listos para irse a casa. Adele decidió pasar por la farmacia del hospital para recoger algunos medicamentos para Izzie antes de irse. Cuando salió con la bolsa en la mano, se sorprendió al ver el coche de Richard estacionado en la entrada, con los vidrios bajados.
—¿Te gustaría acompañarme a casa? le preguntó Richard, con esa sonrisa que la hacía sentir como si todo en el mundo estuviera bien.
Adele le sonrió con calidez, pero negó con la cabeza. Me encantaría, pero primero debo ir a ver cómo está Izzie y asegurarme de que tome sus medicamentos.
—No hay problema, dijo Richard, con un tono despreocupado — . Те acompaño.
Ambos se dirigieron a la casa de Adele en sus autos. Al llegar, encontraron a Izzie en la sala, envuelta en una manta.
—¡Hola! —saludó Izzie, con una sonrisa débil pero cálida, saludando especialmente a Richard.
—¿Qué tal tu día, Richard?
—Agitado, como siempre, —respondió él, devolviéndole la sonrisa.
Adele le entregó los medicamentos a Izzie, explicándole las instrucciones de uso. — Voy a salir un momento con Richard, pero no me demoro.