Capitulo 35

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El día avanzaba lentamente mientras hojeaba un libro en el sofá, tratando de perderme en sus páginas. Richard está cuidando de mí, asegurándose de que no me falte nada.
El timbre de la puerta me sobresaltó. Observé cómo Richard dejaba lo que estaba haciendo y, con una mirada curiosa, caminó hasta la entrada. Tan pronto abrió, una voz familiar y llena de energía resonó en el lugar.

—¡Adele! —exclamó Izzie, dejando caer un par de morrales al suelo y lanzándose hacia mí.

No había pasado mucho tiempo desde la última vez que nos habíamos visto, pero para nosotras siempre se sentía como una eternidad. Izzie se acercó con cuidado, sin perder su característica energía, y se inclinó para abrazarme, llenándome de esa calidez que tanto me hacía falta.

—¡Izzie, cariño! —le respondí, sosteniéndola con fuerza mientras me invadía la emoción de verla—. Me alegra tanto verte, aunque ojalá fuera en mejores circunstancias.

Se apartó solo lo suficiente para mirarme, con sus ojos brillando de ternura y una pizca de preocupación.

—¿Cómo estás? —preguntó, con un tono suave que apenas podía contener la inquietud.

Sonreí y le apreté la mano, mirando a Richard, que observaba la escena con una sonrisa tranquila.

—Me siento mucho mejor, y debo decir que tengo al mejor enfermero del mundo —respondí, lanzándole una mirada a Richard, quien se encogió de hombros.

—Solo hago lo que puedo —respondió él con una sonrisa divertida, regresando a la cocina y trayendo una bandeja de jugo y aperitivos para los tres

—. Ahora que tenemos a una invitada tan especial, creo que este almuerzo merece ser especial, ¿no creen?

Izzie sonrió ampliamente y asintió.

—Claro que sí. Además, traje unas cositas para ti —me dijo, señalando los morrales que había dejado cerca de la entrada.

La miré con curiosidad y sonreí, mientras Richard acomodaba la bandeja en la mesa de centro. Izzie se sentó a mi lado y, en ese momento, el departamento se sentía espetacular maravilloso.

—Entonces, cuéntame, ¿cómo van las cosas en Nueva York? ¿Y el hospital? —pregunté, acariciando la mano de Izzie, que se acomodaba más cerca de mí.

—Bueno… —dijo, suspirando—. El hospital está bien, nueva York es una locura el otro día tuve sexo con alguien de Brooklyn y Dios mío santo.

Tanto a Richard y yo no pudimos aguantarnos la risa, así es izzie.

—Guardate los detalles —le dije, con un tono burleton.

El tiempo pasó rápido entre risas y recuerdos, ya era tarde y rich debía volver al hospital a ver unos de sus pacientes y cumplí con su deber.

—Te llevo a la habitación —Richard me cargó con mucho cuidado en sus brazos mientras izzie cargaba su morral a la habitación.

—Eres todo un bigboy —dijo izzie, jamás podría ni con nalgas de esta, yo soy un espaguetis.

Los tres llegamos a la habitación, me acomodé en la cama, mientras izzie permanecía en los pies de esta.

—Si, llegan a necesitar algo me lo hacen saber —Estaremos bien ya has hecho suficiente.

—Adele, tiene razón... No te preocupes yo cuidare de ella.

Nuestros rostros se acercaron y nuestros labios se rosaron dando fin a un besó,
y anunciando un hasta luego.

—Bueno ahora que estamos sola, te voy a enseñar los regalos que te traje.

—A ver muestra!!! —Dije con entusiasmo aunque de izzie dios mío todo puedo esperar.

—Bueno el primero es... Un babydoll
—khee, me esperaba todo menos esto

Es que caminaba y lo ví en una vitrina de una tienda, debes aceptar que está súper sexy y divino... Le puedes hacer un desfile a Richard, tu imagínate que eres una top model de victoria Secrets.

—Ese desfile tardará —dije mientras reía un poco por la situación.

—Ademas Bitch tienes esos melones y ese tracero, puedes llenarlo fácilmente.

—Esta bien pero tus melones pequeños también son lindos, ok!!!.

—Lo sé —guiño el ojo, bueno el siguiente regalo es solo un abrigo y el mejor soy yo

—Eso no lo discuto —gracias mi izzie, te amoo y cuanto tiempo te quedaras.

—Solo me dieron una semana debo volver antes de esa aunque no será suficiente ya estarás mucho mejor.

—Si.

Las dos nos acostamos en la cama, pasamos todo la noche, hablando bobadas y chismeando como lo suelen hacer todas la mejores amigas.

Anatomía de un deseo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora