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A la mañana siguiente Max fue el primero en despertar, todavía tenía mucho sueño pero las ganas de orinar eran más grandes. Con flojera se sentó en la cama y talló sus ojos, pasó sus manos por su cabello y luego se estiró un poco escuchando algunos de sus huesos crujir. 

Apenas puso un pie en el piso sintió sus piernas doblegar y un dolor en la parte trasera de estas, le costaba trabajo caminar. Era como si hubiese estado haciendo ejercicio el día anterior pero no le prestó atención, supuso que era por la alberca y demás. 

Entró al baño de la habitación e hizo sus necesidades, luego de eso se miró al espejo. Frente a sus ojos estaba él, de pelo negro profundo despeinado y ojos igual de oscuros. No llevaba puesta su camiseta, parpadeo un par de veces todavía con sueño y se rasco el pecho. Bostezó y salió del baño.

Observó la cama y vio a Bradley durmiendo plácidamente enrollado en las sábanas, los recuerdos de la noche anterior lo golpearon y sintió un hormigueo en su cuerpo entero. Se dirigió hasta ahí y se acostó abrazándolo por la espalda.

Pasó menos de un minuto mientras su cerebro procesaba todo, cuando finalmente lo hizo se asustó cayendo al piso, despertando a Bradley en el proceso.

— ¿Pero qué te pasa?, muero de sue- —no pudo decir nada más, la sorpresa era demasiada—. ¿M-max…? —titubeó.

— Bradley, tú… —lo señaló desde el piso, su mano temblaba. Se puso de pie rápido y toco las mejillas del otro—. ¿de.. de verdad eres tú? —dio unas palmadas en estas, el castaño lo alejó de forma brusca.

— Claro que soy yo, imbécil. Deja de hacer eso

— ¡No puede ser, de verdad eres tú!, ¡y estas en tu cuerpo, y yo en el mío! —espetó feliz—, tenemos que contarle a los chicos, ven —lo jaló de la muñeca.

— Espera, espera… estoy desnudo —señaló levemente avergonzado. Max rio y asintió, esperaría a que este se ponga al menos algo encima y él igual.

Juntos salieron de la habitación casi corriendo, ambos se sentías felices, tal parece que el hechizo había terminado.

— Espera, esto no es un sueño, ¿verdad?

— Sé que soy un ángel, pero no, no es un sueño, novatito —sonrió.

— Pellízcame —Bradley estaba por hacerlo, pero en su lugar se acercó hasta él y beso sus labios con lentitud tomándolo de las mejillas. Max correspondió.

— ¿Se sintió real? —Max asintió—. Entonces lo es —le sonrió.

El elevador se abrió y salieron, fueron hasta el comedor donde se encontraban mesas con ancianos comiendo en estas. Bradley divisó al peli naranja y se acercaron.

— ¡Chicos, no van a creerlo! —Max habló con emoción en su voz.

— ¿Qué al fin follaron?,  lo sabemos, nuestra habitación está a lado de la suya —P.J. contestó mientras untaba mermelada a su pan.

— ¡Si- ¡no! —se corrigió—, el hechizo al fin terminó, ¡volvimos a nuestros cuerpos! —todos voltearon a verlos raro.

— ¡Ja!, ¡claro! —alargó la o—, como en la películas; un acto de amor verdadero los iba a salva-ar. Demasiado cliché a decir verdad… —dijo Bobby— ¿Cómo es que no lo pensamos antes?

— Viejo, ¿están seguros de qué funcionó?, ¿no es solo uno de esos-

— ¡Que si funcionó, tarados, les estamos diciendo! —finalmente Bradley explotó, su paciencia era nula.

— Mierda, de verdad se terminó ya… —dijo Bobby sorprendido al igual que su amigo.

— Y… ¿qué piensan hacer?, es decir, ahora que ya volvieron a la normalidad —ambos estaban por responder pero en eso llegó la anciana con una bandeja llena de comida.

— ¡Me dieron waffles extra!, ¿alguien quiere? —inmediatamente Bobby salto sobre ellos a devorarlos. P.J. hizo lo mismo pero más decentemente, y Max solo tomó uno sentándose junto a Bradley. El azabache observó que el castaño no había tomado uno, sintió curiosidad pero supuso que simplemente no le gustaban, así que preguntó.

— ¿No te gustan? —Bradley negó.

— Viejo, aléjate de nosotros, ¿cómo es posible que no te gusten los waffles? —habló P.J.

— No es que no me gusten, simplemente prefiero comer otra cosa en estos momentos —todos se sorprendieron porque este fuese amable.

— Nunca has probado uno, ¿verdad? —Bradley con algo de vergüenza simplemente negó—. Tu padre debe ir a la cárcel, te privó de una cosa exquisita —el castaño rio, Max había dado justo en el clavo. Tomó su waffle lleno de miel y lo dirigió hasta la cara del otro.

— ¿Qué haces? —preguntó con sincera curiosidad.

— Abre la boca.

— No, Max. Estamos comiendo, o seas co-

— ¡Para que pruebe el waffle, asqueroso! —Max le aventó una servilleta hecha bolita a su amigo de pelo naranja, P.J. y la anciana rieron. Bradley hizo caso a su petición ignorando lo sucedido y Max le dio a probar de su comida. No podían evitar sentirse algo ridículos por eso, les recordaba a las parejas que se hablan como bebés y se dan de comer en la boca, pero prefirieron no arruinarlo.

— Mm, sabe bien —decía la verdad. Seguido de eso tomó uno y lo puso sobre su plato—. Mi padre casi no me dejaba consumir este tipo de cosas, tampoco helado ni muchos dulces, solo de vez en cuando.

Nadie dijo nada, su padre debió haber tenido sus razones para eso, lo importante era que ahora, Bradley estaba probando algo nuevo y estaba junto a Max.
— Que asco —Bobby hizo una mueca.

— Solo estas celoso porque ni las moscas te hacen caso —defendió P.J. a su amigo y ahora amante.

— Como sea, ¿en qué estábamos?

— Que el hechizo terminó

— ¡¿Que el hechizo qué? —la anciana escupió su café, mirándolos sumamente sorprendida. Los presentes ahí no entendieron.

— ¿Se encuentra bien? —la cuidadora se acercó a la anciana y está asintió, dando a entender que estaba en perfecto estado. Le explicaron lo que había pasado y la mayor con sincera alegría los felicitó.

— Admito que tuve mis dudas, pero me alegra que se haya solucionado. Ahora, ¿qué harán? —ambos parecieron pensarlo un poco.

— Supongo que volveremos a la Universidad, mañana empiezan las clases de nuevo.

La anciana asintió estando de acuerdo y todos los demás también, pero esa pregunta taladró la cabeza de Max, y la de Bradley también. “¿Ahora qué harán?”, a Max le asustaba el qué dirán y a Bradley le asustaba que el azabache quisiera dejarlo por eso, no estaba muy seguro de que tipo de relación estaban teniendo, pero no quería abandonarlo.

Max había dicho que dejaría de preocuparse, así que no iba a mortificarse mucho, pero no duró mucho. Bradley se sintió molesto y hasta decepcionado.

<¿Cómo es posible que sus inseguridades puedan más que él?>

Se distanciaron unas semanas, no se dirigían la palabra ni mucho menos la mirada. Los amigos de Max está vez no quisieron intervenir, la última vez no resultó muy bien. Los dejarían a ellos solucionarlo solos.

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Maldito dólar - Maxley [CONCLUIDA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora