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Max bajó muerto de nervios las escaleras, Tanque trató de hablar con él para enterarse un poco de la situación pero este fue evitado por el azabache, se detuvo unos instantes en la puerta todavía antes de poder abrirla, inhalado y exhalaba esperando a que sus nervios bajaran, siendo esto casi inútil, intentarlo solo hacia que se sintiera más ansioso.

Varias veces estuvo por abrir la puerta pero antes de siquiera poder tocar el pomo de esta se arrepentía de nuevo y tenía que volver a hacer su ritual para agarrar valor.

Unos toques más a la puerta hicieron que adrenalina corriera por su cuerpo y de un movimiento rápido la abriese de golpe, encontrándose con quien se esperaba: Bradley en su cuerpo.

— Hey, Brads... ¿Qué... sucede? —Trató de recargarse en el marco de la puerta pero debido a sus nervios se tambaleó un par de veces, se sintió cansado de estar haciendo el ridículo frente a él entonces solo optó por quedarse quieto en su lugar, claramente incómodo.

— No te hagas el loco conmigo, Novato. ¿Por qué has estado faltando a clases? —A Max le pareció tonta la pregunta, sospechando que el castaño ya sabía la verdadera razón.

— Bueno, me enfermé... —Bradley lo miró con la ceja alzada.

— ¿Te enfermaste? —El contrario asintió. — Si claro, y yo fui a cenar con Batman. —Se cruzó de brazos esperando a que le diera otra mejor excusa, disfrutando de ponerlo incómodo un rato.

— Pues si, me enfermé. —El azabache asintió removiendose en su lugar, esperando que se marchara pronto, cosa que claramente no iba a suceder.

— Max, quieres... ¿Quieres hablar sobre-

— ¡¿GUSTAS PASAR?! —Interrumpió sin dejarlo terminar, volvió a recibir una mirada dudosa del otro.

— ¿No será extraño para los demás?

— Están durmiendo, y Tanque... bueno, da igual, ya es lo suficientemente raro que hayas venido aquí, al menos por la puerta principal. —Se hizo a un lado y dejó pasar al castaño, este al entrar una oleada de nostalgia lo invadió, ya extrañaba su fraternidad.

Entraron a la cocina y Bradley tomó asiento en la barra, en el mismo lugar que siempre tomaba.

El silencio se instaló en la habitación y con ello el pesado ambiente también, Bradley no sabía exactamente como empezar, y Max rezaba internamente porque el tema fuera ignorado.

Estaba teniendo una lucha interna el solo, sabía que evadirlo era malo y no serviría de nada, pero le aterraba tener que afrontarlo. Sin embargo, tendría que hacerlo, su padre, Goofy, le enseñó a no huir de las cosas, y aún así era lo que siempre hacía.

— Lo que pasó hace unos días...

— No quería incomodarte... —Hablaron ambos al mismo tiempo. — Lo siento. —Sonrió nervioso, Bradley hizo igual. El azabache lo incitó a hablar más.

— Descuida. —Carraspeó. — ¿Tienes recuerdos claros de lo sucedido? —Max asintió como dudando. — Bueno... ¿alguna explicación?

Nuevamente hubo silencio, Max jugaba con sus manos y trataba de no hacer contacto visual con el otro. — Si... algo así —Se puso de pie por agua, sirvió un vaso para él y otro para Bradley. — Pero creo que ambos debemos explicar, aunque sea un poco.

— Yo supongo que fue... debido al brownie. —Suspiró. Max se acercó a él con los vasos en mano, los puso sobre la barra y volteó el banco en el que el castaño se encontraba, quedando cara a cara.

— Dijiste que no querías hacerlo así... querías hacerlo estando limpio. —Sus rostros estaban a centímetros, cosa que desconcertó al castaño, ¿no estaba evadiendo el tema hace segundos?, o al menos intentando.

Maldito dólar - Maxley [CONCLUIDA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora