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Los exámenes habían finalizado luego de dos semanas, las regularizaciones que tomaban los dos jóvenes terminaron, pues les dieron la oportunidad de hacer el examen antes de vacaciones, para que no tengan que regresar e interrumpirlas, ya que tal y como dijo el profesor, no se lo diría a sus padres.

Ventajas de ser rico. Pensó Max.

Max estaba feliz de saber que ya eran vacaciones, finalmente iba a descansar en su casa y podría practicar más en su Skate.

— Pero Max, ¿olvidas que estas en el cuerpo de Bradley? —Detuvo sus acciones en seco, se había olvidado por unos minutos debido a la emoción.

— Ah... mierda.. —Susurró y volvió a hablar después de algunos segundos. — Eso significa que...

— Tendrás que ir a la casa de Brad. —Completó su amigo PJ.

Max solo se limito a suspirar, debía haber alguna manera de evitar eso, ¿no?, preferiría quedarse en la Universidad antes de ir a casa del castaño.

No tenía problemas con su familia, ¿pero como iba a fingir ser él?, ¡ni si quiera los conoce!

— Tranquilo, Maxie, debe existir una solución a esto.

Max estaba por decir algo pero fue interrumpido por Brad abriendo la puerta de manera estruendosa.

— Max. —Dijo. — ¡Max! —Gritó ahora, se le veía igual de inquieto qué el de pelo oscuro.

— ¿Qué suced- —Lo interrumpió. — ¿Qué sucede?, ¡¿Qué sucede?!, ¡No puedo ir a tu casa, no! —Dijo acercándose al contrario.

— ¿Y crees que yo si quiero ir a la tuya? —Respondió. — Hey, calmados los dos.

— No me digas que me calme, gordo. —Dijo molesto. — ¡Oye!, ¡No le digas gordo! —Le reclamó Max. — ¿O si no qué, Freshman? —Preguntó retador acercándose más al contrario. Este comenzaba a molestarme de verdad, gruñendo y haciendo notar más sus dientes.

— ¡Alto, alto!, no es momento de estar peleando por idioteces. —Interfirió PJ separandolos antes de que ocurriera algo más.

— Si viejo, besos, no balazos. —Dijo Bobby, Max hizo una mueca de asco y el contrario rió.

— Bueno, a ver... —Habló Bradley tratando de cambiar de tema. — Yo no puedo no ir a mi casa, es decir, tú. —Señaló a Max.

— ¿Por qué no? —Preguntó. — Porque... — Bradley hizo una pausa, pensando, después siguió. — Qué te importa, novato.

— Me importa porque soy yo quien va a ir, chico listo.

— Agh, cómo sea. —Rodó los ojos y se cruzó de brazos. — La cosa es que no puedes no ir.

— Bueno, prácticamente tú también estarías obligado a ir a casa de Max, Bradley. —Dijo PJ, recibiendo la mirada curiosa de los presentes. — Si, el padre de Max se va a volver loco si no lo ve.

Max asintió, cayendo en cuanta que tenía verdad.

— Bueno, chicos... matanga dijo la changa. —Habló Bobby.







(...)








Max iba de camino a casa de los Cremata, la familia de este vivía en un lugar más alejado de ahí, por lo que el viaje sería más largo que el que tendría Brad.

El padre de Bradley envió a un chófer para que recoja a su hijo y llegue en buen estado, así no tendría que compartir transporte con gente común.

Que se note el clasismo del padre.

El viaje duró al menos tres horas de camino, Max esperaba que fuera más largo. Al llegar, la casa era demasiado grande y de tonos neutros.

— Un gusto verlo de nuevo, joven Cremanata. —Saludó el que abrió la puerta, quien estaba vestido de traje al igual que la mayoría de empleados y el chófer.

Max solo se limitó a asentir con la cabeza, pues desconocía totalmente como era Brad con su familia y trabajadores.

Y aunque trataron de darse unas pequeñas clases para poder tener una idea, el tiempo no alcanzo porque ya habían llegado por Brad, o bueno, Max.

Lo llevaron a una habitación igual de grande que la casa, parecía ser el comedor, en este se encontraba un señor de pelo castaño más oscuro que el de Bradley, y tes ligeramente más clara.

— Lamento interrumpirlo, señor. —Habló quien guiaba a Max. — Su hijo llegó.

El hombre, después de segundos solo hizo un ruido de asentimiento. — Puedes retirarte. —Habló.

Su voz era gruesa y un poco rasposa, los pelos de Max se pusieron de punta. ¿Este era el padre de Bradley?, que miedo.

El hombre se marchó, dejando a Max en un muy increíblemente incómodo silencio.

— Ah... ho- —Lo cayó enseguida. — Sabes que soy yo quien habla primero. —Dijo serio todavía sin despegar la vista de los papeles que estaba leyendo. Max trago en seco.

Después de unos minutos más, al fin el padre de Bradley se digno a mirarlo, pero Max sintió pánico al ver como se fruncía el ceño del mayor.

— Te ves diferente, ¿no estas comiendo bien? —Preguntó. — No, ah... e-estoy igual que siempre. —Respondió con nerviosismo.

— Sabes que no me gustan los titubeos. —Se puso de pie y camino con calma hacia él. — Claro, perdón. —Le respondió.

— No pidas perdón. —Habló con seriedad. — Un Cremanata jamás se disculpa.

De la nada le llegó un vago recuerdo a la mente. Se encontraba parado en medio de una habitación con él padre de Bradley delante de él. "Un Cremanata jamás se disculpa", escuchó. Seguido de eso, el señor salió de ahí.

Volteó a ver a su madre que se encontraba sentada en la orilla de la cama, mirándolo con amor y comprensión, Max corría a los brazos de ella y la abrazaba mientras las lágrimas que estuvo conteniendo al fin salían.

"No hagas caso, siempre ten el valor de pedir disculpas cuando lo sientes de verdad. No seas un patán, mi Bradley". Y lo abrazó más fuerte, era un niño todavía.

Regresó a la realidad al escuchar otra vez la voz del hombre frente a él.

Ah, mierda. Serán unas largas vacaciones. Pensó.

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Maldito dólar - Maxley [CONCLUIDA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora