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Este era el tercer día que no asistía a clases, ¿y lo hará mañana?, obvio que no.

No es que este huyendo de su responsabilidad.... Bueno, si. Pero técnicamente fue solo por los efectos de aquella cosa, se tatuó en el cerebro no comprar dichos brownies otra vez en ese lugar, eso explicaría su precio tan elevado.

Honestamente cuando todo pasó se sintió sorprendido porque los vendieran tan así, en un sitio donde venden postres y pueden ser confundidos, justo como lo que le sucedió. Cosas de la universidad, tal vez.

— No podemos seguir, Max. —Dijo Bradley separándose centímetros de la boca ajena.

— ¿Y por qué no? —Preguntó de la misma manera como lo había hecho el castaño hace unos minutos, minutos en los que solo se estuvieron besando y toqueteando peligrosamente.

Bradley trató de ponerle un alto a Max porque ahora podía ver lo caliente que este podía llegar a ser, y odiaría tener que ser interrumpidos por sus amigos tontos y morir de la vergüenza. Además, sabía también que no era el momento adecuado.  

Volvieron a besarse y Max se posicionó sobre el atacando ahora su cuello, el castaño jadeo sintiéndose extasiado, nunca había tenido este tipo de experiencias como tal, y debía admitir que se sentía jodidamente bien el como el azabache absorbía su cuello y dejaba besos húmedos en este.

Se dejó hacer unos minutos más, después Max fue quitando los botones de su camisa e hizo lo mismo en su pecho, y Bradley estaba cayendo redondito en las garras del placer, pero tuvo que tener una fuerza de voluntad tremenda para detener todo.

— Max, detente. —Dijo firme, el otro detuvo sus acciones confundido, hace rato estaba jugando con los pezones del castaño con su boca, ahora era con sus dedos mientras prestaba atención a lo que le iba a decir.

— ¿No te gusta? —Preguntó después de unos segundos en los que no dijeron nada ninguno de los dos, solo con las reputación es aceleradas. Después de preguntar, lamió de manera lenta su pecho hasta llegar a su cuello, Bradley inclinó hacia atrás su cuello para darle mejor exceso.

— Si... ¡Digo, no! —Se corrigió y se sentó alejandolo de él, Max estaba en sus piernas ahora. — No quiero hacerlo de esta manera y que luego nos arrepentimos. —Fue sincero, y no sabía cómo había logrado decir eso con objetividad porque su cerebro estaba medio muerto.

— Entiendo, pero... —Hizo movimientos con su cadera encima de él. El castaño se quedó quieto y su corazón volvió a acelerarse, maldijo a Max en su mente.

— No.. no... Max, en serio. —Apenas pudo articular las palabras y lo alejó de su entrepierna para detener el roce y sus movimientos. — En serio no quiero que sea así. —Confesó.

— ¿Significa que si quieres? —Inclinó su cabeza a un lado divertido por ver el rostro de Bradley totalmente rojo.

— Agh, quítate ya. —Lo empujó y se puso de pie, tirando a Max en el proceso.

— JAJAJA, era broma, relajate nene. —Bradley se tensó y detuvo sus acciones, después le dió la espalda recostandose en la cama. Le había encantado ese apodo. — Bueno... ah.. supongo entonces que, debería irme. —El castaño hizo un sonido de afirmación y no escuchó nada más, cuando pensó que Max se había ido se volteó para asegurarse de eso y lo vio ahí, este le sonrió con ternura, se acercó a él y le dio un beso corto en los labios. Luego, sin decir nada se fue dejando a Bradley más rojo que antes y sintiendo un remolino recorrer su cuerpo entero.

Luego de unos minutos en los que Bradley estuvo medio pensando, cayó rendido, su cuerpo se empezó a sentir pesado y sus ojos igual.

Eso fue lo que sucedió ayer. 

Maldito dólar - Maxley [CONCLUIDA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora