Dios santo.
¡Que dolor tan insoportable!
Me talle los ojos antes de abrirlos por completo. Por la poca intensidad del sol pude intuir que ya eran casi las cinco de la tarde. La cabeza me explotaba y las ganas de vomitar eran enormes. Dios mío, que terrible me sentía.
Un pequeño recuerdo de la noche anterior me hizo voltear instantáneamente a mi lado, para mi tranquilidad no había nadie. Sin embargo aun tenia cierta inquietud, pues tenia varias prendas tiradas y solo estaba en lencerías.
El ruido de la puerta siendo golpeada me distrajo.
-¿Si?
Y sin respuesta alguna ingresa Debram, sin poder evitarlo mis ojos se clavaron en el dorso de su pecho que estaba al descubierto, pues solo se había colocado una camisa, pero no se la había abotonado.
-Deberías ser más respetuoso antes de ingresar en la habitación de una chica.
-Y tu deberías dejar de beber sin limites.
¡Auch!
-¿Tienes una explicación del porque mi ropa esta en el suelo? - pregunté, pero él permaneció en silencio.
Me sentí atrapada en sus ojos, incapaz de desviar la mirada.
¿Por que tenia ese afán de mirarme como si hubiese echo algo?
-No - respondió con una sonrisa.
-¿Segu... -me interrumpió.
-Si te preocupa que hayamos cogido mientras no tenias conciencia ni de donde estabas, pues no.
-¿Por que debería creerte? - mis propias palabras resonaron en mi mente, recordándome lo que Ariana me había dicho en la fiesta antes de que apareciera el pelinegro.
Debram cerro la puerta con fuerza detrás de él y echó el seguro.
Mierda, ¿Lo había echo enojar?
Se me olvido que mi libertad estaba en sus manos.
En un par de segundos, ya se encontraba frente a mí, inclinado, con su rostro peligrosamente cerca al mío.
¡Joder! la intensidad de su mirada me quemaba por dentro.
Mi mente se estaba nublando y solo quedaban mis ganas intensas de querer que sus manos acariciaran mi piel.
-Por que para coger conmigo, me gusta que mi chica este en sus cinco sentidos - dijo lentamente, la voz baja y ronca, provocando un pequeño temblor en mi cuerpo.
Mis ojos se clavaron en sus labios.
¿Qué debía hacer?
-Debería ser yo quien pregunte - sus ojos brillaban con una mezcla de curiosidad y desafío- ¿por qué anoche pedías desesperadamente que me quedara contigo? ¿Qué pasa, Gema? ¿Hay algún deseo que quieras que haga realidad?
La forma en que pronunció mi nombre me hizo estremecer. Su cercanía era embriagadora, y cada palabra que salía de su boca aumentaba los latidos de mi corazón. Mi mente luchaba por encontrar una respuesta que no vaya a delatarme, pero no se si mi cuerpo sea capaz de no hacerlo.
-No se de que estas hablando -logré decir, aunque mi voz sonó más débil de lo que pretendía.
-No mientas, Gema -murmuró, llevo una mano hacia mi mentón y elevo mi rostro - . Puedo ver en tus ojos que recuerdas más de lo que quieres admitir.
Abrí ligeramente la boca, ya que se me estaba dificultando respirar. Debram acarició mi labio inferior con su pulgar, provocando una oleada de deseo. Sabía que debía mantener la distancia, pero su presencia era embriagadora, imposible de ignorar.
-Estoy esperando una respuesta.
Aclaré mi garganta antes de hablar, intentando recuperar algo de control. Tenía que detener todo esto.
-Quizás era lo que deseaba.
¡No Gema!¡Eso no!
Debram sonrió con satisfacción. Sus ojos me mostraban el fuego que ardía en ellos.
-¿Lo deseabas? -su voz era un susurro, o quizás un ronroneo-. Entonces, ¿por qué luchas contra ello?
Sus palabras resonaron en mi mente, haciendo eco de mis propios pensamientos más profundos y secretos. Cada parte de mi ser quería rendirse a esa atracción, pero no sabia el porque seguía intentando resistir.
-Esto... esto no está bien -logré decir, aunque mi voz sonó débil incluso a mis propios oídos-. No puedo hacerlo.
-Gema, gustas mucho. Me gustas desde la primera vez que te vi, te quiero para mí - dijo suavemente, acercándose aún más, hasta que nuestras frentes casi se tocaron-. Puedo dar el paso que te da miedo dar, solo si tu aceptas.
La lógica y el deseo chocaban dentro de mí, una batalla que estaba perdiendo rápidamente. Sentía su calor, su aliento mezclándose con el mío, y todo mi ser gritaba por ceder a lo que ambos queríamos.
-Debram...-mi voz era apenas un susurro, cargado de incertidumbre y deseo-. No sé si puedo...
Él inclinó su cabeza, sus labios rozando suavemente los míos en un gesto tentador.
-No tienes que decidir ahora - murmuró, su voz baja y envolvente- te doy hasta mañana al medio día, antes de regresar a Seattle- dicho eso se levanto y se dirigió hacia la puerta. -Vendrá una chica a arreglarte, saldremos a una reunión.
-Pero...
No dijo más. Cerró la puerta detrás de él, dejándome sola con mis pensamientos y un corazón que latía desenfrenadamente. Su proximidad había dejado una huella indeleble en mi mente y en mi cuerpo, y las palabras que había pronunciado seguían resonando en mi mente.
Me desplomé en la cama, tratando de procesar lo que acababa de suceder. Debram me gustaba, eso era innegable, pero la velocidad a la que todo estaba ocurriendo me dejaba aturdida. ¿Podía realmente confiar en él cuando apenas lo conocía? ¿Podía permitirme dar ese paso, sabiendo las consecuencias que podría traer?
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¿Viva, muerta o atrapada?
Dla nastolatkówSí, él está devuelta, pero... ¿todo seguirá igual? Segundo libro de La esposa joven.