Un escalofrío recorrió mi cuerpo cuando la entrada hacia la mansión Russo estaban abiertas de par de par. Aunque no paso exageradamente tanto tiempo desde la última vez que pise este lugar, se sentía como si aquella versión más pequeña de mi, regresara al mismísimo infierno. Todo volvía a mí mente golpeándome contra la realidad, y parecía una mentira estar aquí, con la mano de Debram sujetando la mía, dispuesto a luchar por nuestro amor.
-¿Qué pasa? -preguntó él, sacándome de mis pensamientos.
A penas me di cuenta que él estaba dos pasos adelante, al parecer me había quedado como pegada al suelo. Imposible de avanzar, con la respiración un poco pesada.
-Es solo que tengo un poco de miedo - confesé, observando nuestras manos unidas.
-Tranquila, te prometo que vas a salir de aquí de la misma forma en la que estar entrando, con tu propia voluntad -aseguro, acercándose a mi. Me abrazó y fue como si mi alma regresara a mi cuerpo. -Te amo.
Levante la mirada y le brinde mi mejor sonrisa. Pase lo que pase, llegó el momento de demostrar que no soy la misma chica a la que podían maltratar a su antojo. Ya no era la estúpida esposa joven de la familia Russo.
Respirando hondo avance paso por paso, como si recién comenzará a caminar. Pero Debram me siguió el ritmo con la misma lentitud con la que yo iba.
Algunas de las sirvientas con las que había trabajado me miraron sorprendidas, incluso Ana a quien se le cayó un pañuelo al suelo. Lo recorrí y se lo entregué.
-Ya todo esta bien, Ana -dijo Debram, a lo que ella comenzó a llorar.
-¿E-Entonces l-la niña, -y-ya esta bien? -pregunto, sin dejarme de ver.
Asentí y ella me abrazó.
Ella era la única persona que me alivianaba en esta mansión. La única que aunque arriesgaba a que la matarán, me dio un poco de bondad.
-Tenemos que irnos.
-Con cuidado niña, Gema - dijo. -Que Dios te proteja siempre -hizo una cruz, a lo que yo le sonreí.
¿Cómo podría describir esta sensación? Ya abría tiempo para averiguarlo, ahora se me hacía irónico que mencionara a Dios, cuando él jamás estuvo para protegerme en este lugar.
Continuamos con un paso más rápido hacia el comedor, donde estaban todos. Incluso Ariana, que continuaba con los moretones y el rostro hinchado.
Me aferré a la mano de Debram, cuando todos voltearon a vernos, pero sobre todo clavaron sus miradas en mí.
La bruja de Miranda se levantó de su silla de golpe.
-¿Qué hace esa mujer acá?
-¿Qué pasa abuela? ¿No puedo traer a mi esposa de vuelta a su casa? - replicó Debram, desafiante.
-Tu matrimonio fue anulado hace muchos años - intervino Isabella, sin levantarse de la silla. -No hagas estas ridiculeces hijo.
-¿Ridiculeces? -río con ironía. -Gema es mi esposa, les guste o no y desde ya les advierto qué no voy a renunciar a ella, no me hagan tener que matarlos uno por uno.
-¡Ya basta! -reclamo Damián. -¡Qué no se olvide que todo lo que tienes es por mí, tu madre te dio la vida, tu abuela te dio la mejor crianza y yo toda mi fortuna y poder! -gritó sosteniéndose de un bastón.
-Perfecto, ¡no lo necesito!
-¿Qué intentas decir? -dijo la abuela, caminando hacia nosotros.
-Renuncio a la familia Russo. Renuncio al poder.
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¿Viva, muerta o atrapada?
Roman pour AdolescentsSí, él está devuelta, pero... ¿todo seguirá igual? Segundo libro de La esposa joven.