¿Era realmente posible? La idea me golpeó con fuerza mientras observaba la fotografía en mis manos. Aunque ya me había visto en algunas viejas fotos de mi adolescencia, no me costaba reconocerme. Sin embargo, esa imagen era diferente. Ahí estaba yo, vestida de novia, con una expresión de miedo grabada en mi rostro, las suplicas silenciosas que hacia se reflejaban en mis ojos que ahora se sentían como cuchillas en mi alma. Junto a mí, un joven Debram sonreía con malicia que me helo la sangre, mientras algunas personas en la foto parecían burlarse.
¿Esto era lo que mi madre y Ashton tanto se empeñaron en ocultar? ¿Había sido vendida, o fue un matrimonio arreglado?
-¿Qué hago ahí? - pregunté, aún con la respuesta muy obvia. Sin embargo, tenia una ligera pizca de esperanza que todo sea solo una broma de mal gusto.
-Es nuestro matrimonio - aseguro.
No lograba recordar nada, ni siquiera un fragmento. Las voces resonaron en mi mente, golpeándome con fuerza hasta que caí de lado, llevándome las manos a la cabeza. ¿Quiénes eran? ¿Por qué me reclamaban tanto?
Los brazos de Debram me sostienen y su rostro se me hacia extraño, me aparte de él como pude cuando lo escuche hablar. Una de las voces en mi mente se esclareció y era la suya, reclamando que le pertenezco, que siempre le pertenecería. Escuchaba su risa a la perfección entre las otras voces y cerrar los ojos no ayudaban en nada, solo me traían recuerdos borrosos, pero que me inundaban de dolor.
-¡Gema! - grito zarandeándome. -Tranquila, todo es muy distinto ahora.
-¡Suéltame! - grite apartando sus brazos bruscamente de mi.
Me incorpore como pude, salí corriendo de la habitación y del hotel dejando que la humedad del clima me envolviera. Necesitaba respuestas, no me importaba nada. De repente, mientras buscaba una salida clara en aquellas calles que ahora se me hacían desconocidas, una luz blanca me deslumbró, y antes de que pudiera reaccionar, sentí el impacto. El golpe me lanzó al suelo, y mientras caía, los recuerdos comenzaron a ordenarse en mi mente, como piezas de un rompecabezas que había intentado olvidar.
Por supuesto, Debram era lo que no encajaba en mi vida.
Las viejas sensaciones y emociones regresaron a mi abrumadoramente hasta hacer que mi piel se erice. Poco a poco la luz disminuyó y pude ver mejor a las dos personas que salieron del auto.
-¿Estas bien? - pregunto la chica.
-Tuviste suerte -comento el chico que la acompañaba.
Mi mente me los recordó, como también cada una de sus maldades en la maldita mansión Russo.
-Vámonos que la abuela se enojara si llegamos tarde - dijo Mia antes de lanzar una última mirada rápida en mi dirección. Luego, ambos subieron al auto y se marcharon, dejándome sola en medio de la lluvia que empezaba a caer con más fuerza.
A los pocos minutos que los hermanos se fueran, Debram apareció agitado y empapado, como si también hubiera estado corriendo bajo la lluvia
-Deja que te explique todo - pidió casi suplicando.
-No es necesario - afirme con frialdad. -Lo se todo, Debram. Ya lo recuerdo todo a la perfección.
Sin previo aviso, me abrazó con tanta fuerza que me estaba quitando el poco aire que me quedaba en los pulmones.
-Hermosa, Gema - murmuró.
-Las cosas no son como antes, Debram -informé, viendo como el pelinegro cambiaba de expresión a la vez que se apartaba ligeramente. -Yo, ya no te amo.
Tras las ultimas palabras que dije sin poder retenerlas, su expresión se congeló y su cuerpo se tenso.
-¿Acaso no recuerdas los momentos felices?
-¿Momentos felices? -repetí, casi riéndome de lo absurdo que acaba de salir de su boca - ¿Momentos felices cuando me golpeabas? ¿Momentos felices cuando dejaste que la zorra de tu abuela me torture? - mi voz temblaba por el enojo - ¡¿Eso para ti es la estúpida felicidad?!
-Gema... - musitó.
-¡¿Acaso olvidaste que me alejaste de mi familia?! -grite al borde del llanto
-Todo tiene una explicación -insistió.
-Eres abominable igual que el resto de tu familia.
Sus ojos se enrojecieron y me soltó por completo.
-¿Ya recordaste lo ultimo que me dijiste? - pregunto con la voz temblorosa.
-Estaba confundida, solo tenia quince años ¡Quince, Debram! - exclame soltando en llanto.
-¡Pero ahora ya no!
-Es increíble que haya estado conviviendo con el hombre que me hizo tanto daño.
-Es pasado, ahora soy diferente.
-No te mientas, Debram. Sigues siendo el maldito hijo de puta de siempre.
Enfurecido, me tomó del brazo de forma brusca, obligándome a mirarlo directamente a los ojos. Esos que en mi nueva vida me estaban comenzando a enamorar.
-No pienso perderte otra vez, Gema -me estrecho contra su cuerpo, me revolví en sus brazos, pero era imposibles apartarlo.
-¡Suéltame! - exclame golpeando su espalda - ¡Basta ya!
-¡No! - grito él hundiéndose en mi cabello.
-¡No pienso volver a enredarme con tu familia!
-Ellos ya no te harán daño, Gema - susurro con la voz rota por la desesperación, mientras sus manos me apartaban los cabellos que se pegaban a mi rostro. Levante la mirada dudosa y vi como las lágrimas rodaban por sus mejillas - No te vayas por favor...
-No puedo -respondí, sintiendo cómo mi propio corazón se desgarraba.
No podía darle otra oportunidad, mi familia estaría en peligro una vez más- Además, ¿Cómo se le da una oportunidad a alguien que te destrozo la vida por un estúpido juego?
Tomó mi mano y la llevo a su pecho.
-Entonces arráncame el corazón, que no seré capaz de ver como te vas lejos de mi una vez más.
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¿Viva, muerta o atrapada?
Novela JuvenilSí, él está devuelta, pero... ¿todo seguirá igual? Segundo libro de La esposa joven.