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Allí estaba Niesse, había esperado que la persona que estaba golpeando a su puerta se cansara y ser marchara de una buena vez, pero eso no sucedía, realmente estaba muy preocupada por el asunto y no sabía qué más hacer, si era uno de esos magos locos de seguro estaba perdida, sin ayuda de Eleck que descansaba en el cuarto, ¿Qué oportunidades tenía ella? Ninguna, francamente.

Finalmente tomó coraje y abrió la puerta mientras sostenía el bate en lo alto listo para aventarlo contra quien sea que estuviera allí, sin embargo, grande fue su sorpresa al no encontrar absolutamente nada, frunció el ceño asomando la cabeza a ambos lados mientras se cercioraba de que estaba realmente sola cuando un lindo "meow" se escuchó; algo incrédula bajó la cabeza con lentitud para encontrarse con un gato negro y de grades ojos turquesa viéndola desde el suelo, el felino se adentró en el departamento como dueño de casa mientras la joven lo veía algo atontada, es decir, ¿De dónde había salido? ¿A quién pertenecía? Rápidamente cerró la puerta, dejó el bate a un lado y tomó al animal entre sus manos mientras lo observaba fijamente, este se relamió el hocico y maulló una vez más observando alrededor curioso.

—¿Qué haces aquí, gatito? —ladeó la cabeza mientras lo dejaba sobre el suelo—, ¿Tienes hambre? ¿Te han abandonado? Qué personas más desalmadas, no tengo mucho espacio pero considerando que un mago duerme en mi cuarto, te puedes quedar esta noche, no puede ser más rara de todas formas.

La pelinegra se encaminó a la cocina mientras masajeaba su nuca, estaba estresada, agotada, paranoica y sobre todo, incrédula, a pesar de que había visto aquello, a pesar de que Eleck le había dado explicaciones, pruebas, su cerebro aun parecía no querer asimilar nada.

El felino la observó perderse en el umbral de la puerta de la cocina, llevó sus ojos hacia el corredor que daba al cuarto y se encaminó a paso silencioso y premuroso, llegó hasta la puerta viéndola hacia arriba pues estaba cerrada, regresó la mirada a la sala de estar asegurándose de que la mundana no estuviera a punto de regresar y con gran rapidez cambió su forma dejando paso a su cuerpo humanizado, su mano se apoyó en el picaporte y abrió sin dudar; una vez estuvo dentro del cuarto regresó a ser el gato negro con el cual se presentó hacía minutos y con elegancia se paseó por la habitación hasta llegar a la cama, blandiendo su cola de un lado a otro mientras sus patitas trazaban el camino que deseaba, aquellos ojos turquesas brillaron levemente y una semi luna se formó en su lomo de pelaje corto y suave. Dio un brinco y estuvo sobre la mullida superficie observando al joven que descansaba allí, se acercó tranquilo y restregó su cabeza por la mejilla del mago mientras ronroneaba y cerraba los ojitos a gusto por haberlo encontrado a salvo.

—¿Ónice? —Eleck abrió los ojos incorporándose con lentitud mientras parpadeaba para espabilar, el gato negro se apartó un poco para cambiar a una forma humana y saltar a los brazos del joven mago.

—¡Amo Eleck, lo he encontrado! —gritó encantado el adolescente que portaba un par de orejas negruzcas y una cola que se movía alegre hacia los lados, con esos asombrosos ojos turquesa brillando y alrededor de los mismos pequeñas gemas diminutas del mismo color dando un toque mágico a su ser, con labios rojizos y hebras azabaches como su pelaje al cambiar de forma.

El blanco de sus ojosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora