El pasado (4).
Eleck se encontraba ordenando sus muñecos y peluches en su cuarto, algunos rompecabezas yacían sobre su cama, mantas en forma de un gran fuerte donde había creado su guarida para esconderse de los villanos que pudieran encontrarlo en sus divertidas aventuras imaginarias y es que no tener magia a veces volvía un poco difícil pasar las tardes al no tener magia y poder visitar con otros niños diferentes atracciones para ellos.
Suspira una vez termina, se coloca sus pantuflas y acomoda su pijama el cual no se ha quitado aún a pesar de ya haber desayunado con su madre, talla uno de sus ojitos y corre a observarse en el espejo donde hay marquitas en la madera de los bordes que lo sostienen pues él y su mamá todos los meses miden su altura; se coloca pegadito al mobiliario, con su manito tantea la zona y una vez que está seguro de que lo ha marcado bien se aparta para observar con curiosidad solo dando con la misma marca que hicieron hace dos semanas, no ha crecido mucho, en realidad, sigue igual. Pucherea, quiere ser más alto para trepar los árboles más rápido pero a sus ocho añitos el tiempo de su crecimiento parece no estar a su favor.
—Sabes que no es así, ¡Lo sabes! —la voz de su madre siendo elevada llega hasta su cuarto, frunce el ceño al oírla molesta y decide ir a echar un vistazo.
—Solo intento hacer las cosas como debieron ser desde un inicio —la voz de su padre sobresaltó al chiquillo que apresuró el paso hasta llegar al umbral de la puerta del salón principal donde apenas se asomó para ver—. Mirena, te lo pido, por favor, tienes que dejarme hacer lo correcto, es la única forma que tengo de protegerlos a ambos. Necesito volver a ser lo que era.
—No, ¡No! Solo quieres deshacerte de él, pero ya no puedes, tú mismo lo has dicho —caminó de un lado a otro—. Desarrolló voluntad propia y pensamiento, ya no puedes quitarle eso.
—Nunca quise que llegara a esto, no creí que... —suspiró—. ¿Qué quieres que haga?
—Buscar alternativas, pero no vas a tocar a Eleck —negó firme más su semblante se ablandó acercándose al hombre—. Es mi hijo, así lo veo y lo amo, sé que tú también. No te preocupes, seremos cautelosos, vamos a estar bien y hallaremos la forma de seguir a salvo.
—Espero de no arrepentirme de esto —suspiró rendido al pedido de la bruja—. Tú y Lía estarán bien, ¿Sí? Las voy a sacar del palacio en poco tiempo, irán a un lugar seguro para estar preparados para su nacimiento, tendrás todo lo necesario y personal que va a asistirte, yo me encargaré de mis enemigos, he dado con su ubicación y planeo un ataque.
—Es demasiado peligroso, no puedes hacer esto, no vayas —negó—. Te necesito conmigo.
—Te necesito fuerte, segura y con nuestra hija a salvo, es la heredera del reino, a quien le pertenece el poder de los Marline. Mirena, en ti yace todo el futuro de nuestro mundo —murmuró—. Lo haremos bien, ¿Okey? Prepararán las maletas en unos días y los sacaré de aquí.
ESTÁS LEYENDO
El blanco de sus ojos
FantasíaNiesse Donovan es una joven que vive en Helsingborg desde hace cinco años buscando encaminar su vida, proveniente de una familia sumamente tranquila y común, cree que nada puede sorprenderla ya, pero todo cambia una noche en que decide ayudar a un e...