Niesse se encontraba ovillada sobre la cama del cuarto, haber vuelto a la villa solo causó conmoción, todo el mundo la observó sin escrúpulo, la señalaron e incluso hablaron de ella como si no estuviera allí o como si no sintiera algo al respecto. Fue duro, fue extraño y a la vez doloroso saberse como un Sielun Syoja, que la vieran como esas criaturas y lo peor de todo es que no podía hacer nada al respecto porque tenían razón en temerle, en criticarla, en marginarla.
Suspiró, le dolía el pecho, cada vez que trataba de cerrar los ojos traía a su mente el recuerdo de la pelea con Gya, lo que le hizo, lo que sintió, la manera en que el poder abundó en su cuerpo y no podo hacer más que sentirse eufórica, loca, llena de tanto que no podía simplemente explicarlo de alguna manera más sencilla. Y por si eso no fuera poco cuando recordaba a Eleck en sus brazos, sin vida, sin nada que lo volviera un Valaisin, terminaba por perder toda esperanza e ilusión por ser una bruja oscura, no quería, realmente estaba dispuesta a renunciar a todo ello con tal de jamás volver a hacerle algo similar a nadie, mucho menos a su lucecita, ¿Qué le diría? ¿Qué explicación había? Ninguna, ni ella sabía por qué o cómo es que sucedió todo, ¿Entonces? ¿Eleck la perdonaría? ¿Sería capaz de ser otra vez su amiga? ¿Cómo lo vería a los ojos sabiendo que hubo un instante en el que lo mató? Dijeran lo que dijeran, había asesinado a Eleck arrebatándole su magia, su alma, su todo.
La culpa la devoraba viva.
Se incorpora con lentitud tras un suspiro, lleva un día completo metida allí sin recibir nada ni nadie, escuchando el ajetreo en casa de la mujer que los ha ayudado con tanto amor y amabilidad. Observa la puerta de la habitación, quiere ver a Eleck, saber de él, si se ha recuperado o si aún necesita de Cira para que su energía vuelva a ser la de antes y solo Dios sabe lo que ahora está sintiendo; decide hacerle caso a sus impulsos, se levanta sin importarle que se encuentra descalza, camina con pasos temerosos de ser vista —no quiere encontrarse con nadie— hasta llegar a la alcoba final donde sabe que el Valaisin descansa, la puerta se halla abierta dejándola ver con detalle su interior.
Cira ha tomado asiento sobre el lecho, en uno de los lados para ser precisos, quita el cabello del rostro de Eleck descubriendo así la gema sobre su frente la cual toca con cuidado con su pulgar a modo de caricia sin dejar de escudriñarlo a detalle, cerciorándose de que todo está en su lugar, de que todas y cada una de las características de un Valaisin estén donde deben. Una vez que se ha asegurado de eso decide poner manos a la obra como ha estado haciendo desde que regresaron de las afueras de la villa, toma con cuidado el mentón ajeno para acercarse lo suficiente hasta casi rozar sus labios, abre la boca tras inspirar hondo y luego exhala un halo blanquecino que es compartido directo con Eleck quien lo absorbe de inmediato sin perder el tiempo; aun estando inconsciente el muchacho recibe la energía de otro ser mágico de luz para reponerse con más facilidad.
Y la acción fue repetida unas tres o cuatro veces más, para cuando Cira se detuvo estaba exhausta y requería mucho esfuerzo para respirar, tuvo que hacer una pausa, ella también tenía que darse un respiro para poder ayudar y es que llevaba toda la jornada dando apoyo a los mago en general no solo a Eleck; decidió ir por algo de beber, al ponerse de pie se encontró con la Pimeys en la puerta, viéndola seria, sin una expresión en el rostro que le diera una pauta de qué era lo que pasaba por su cabeza.
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El blanco de sus ojos
FantasyNiesse Donovan es una joven que vive en Helsingborg desde hace cinco años buscando encaminar su vida, proveniente de una familia sumamente tranquila y común, cree que nada puede sorprenderla ya, pero todo cambia una noche en que decide ayudar a un e...