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La oscuridad había reclamado todo el bosque al fin, la noche había caído sobre el grupo de magos y Niesse seguía en pie junto a Equusuu, habiéndose arrastrado por el suelo con Eleck mientras mantenía el escudo a su alrededor logrando alcanzar a Silvano y Alistair, de esta manera las lianas no seguirían enredándose en sus amigos hasta dejarlos sin aire —pero no podía quitar las que ya se habían apoderado de ellos antes—; suspiró, parpadeó varias veces, estaba agotada, respiraba con dificultad, cada vez que el bosque intentaba avanzar hacia ellos la bibliotecaria renovaba el escudo con fuerza pero eso se acabaría en cualquier instante pues no tenía la resistencia necesaria para durar días, lo peor era que apenas llevaban cuatro horas de tortura y no veía una salida rápida de la situación.

—Equusuu, no caigas, abre los ojos —susurró Donovan viendo al hechicero sosteniéndose débilmente de su cayado, era más que obvio que ya no soportaba el desgaste de magia.

—No resisto más, no puedo —murmuró, incluso el color de su tez había palidecido.

— ¡Protego! —Niesse se puso de pie lanzando el hechizo, la estela verdosa que se disparó de su cuerpo alejó una vez más a las raíces ocultándolas bajo el suelo y la muchacha cayó de rodillas jadeando por el cansancio.

—Ann... —Eleck intentó ponerse de pie—. Hagamos un hechizo, aunque no pueda sentirte, sé que estás aquí...

—No sé si pueda —susurró cansada, su cuerpo no soportaba más.

— ¿Niesse? —preguntó inseguro pero fue jalado hacia atrás por una de las raíces del bosque—. ¡Aaah!

— ¡Eleck! —logró alcanzarlo tomando su mano, en cuanto ambos estuvieron conectados de esa forma una onda expansiva fue liberada enviándolos hacia atrás, cayendo con estrépito al suelo. La fémina parpadeó un par de veces sin entender por qué el contacto con el mago había causado algo así...

— ¡Ayuda! —el grito de Alistair preocupó a Niesse, su amigo estaba siendo arrastrado lejos de ellos, el poder de su protección era menos efectivo a cada minuto.

— ¡Alistair! —corrió de prisa para tomar las lianas intentando jalarlas pero recibió un buen golpe que la envió lejos hasta caer al suelo.

— ¡Niesse, cuidado! —Equusuu gritó dando la alerta, en cuanto ambos llevaron la vista hacia Eleck lo encontraron siendo sostenido en el aire por las misma lianas junto a Silvano.

— ¡No! —la muchacha se incorporó y al hacerlo fue que pudo ver algo que la dejó en shock, las mismas lianas se movían alrededor de la anatomía ajena y espinas ponzoñosas comenzaron a clavarse en los magos caídos que no dudaron en quejarse por el dolor.

— ¡Son peligrosas, los están envenenando! —Equusuu se puso de pie en un arranque de adrenalina para formar bolas de fuego en sus manos y lanzarlas contra el resto de las raíces que se levantaron contra ellos—. El fuego es la mejor defensa, pero no soy un Antaa Potkut, no duraré mucho más, ¡Fénix, busca ayuda!

El blanco de sus ojosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora