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Silvanus corría por las calles siguiendo a Eleck, ambos agitados y con los sentidos en alerta debido a que podrían ser emboscados en cualquier momento, pero debían ir por Niesse y los ManeKatt. Aunque el mago de mayor edad había tratado de hacer desistir al albino de su idea, no logró siquiera quitarle el pensamientos, supo de inmediato que eran personas importantes para él y decidió acompañarlo no queriendo dejarlo marchar solo; el mago de habilidades sanadoras no era alguien que tomara decisiones apresuradas, no solía meterse en asuntos ajenos y francamente odiaba tener contacto con más magos —por algo vivía en las afueras de Helsingborg donde nadie podía molestar, nadie sabía de él ni de su magia— pero Eleck tenía algo que lo impulsaba a seguirlo, le urgía cuidarlo y tal vez fuera su juventud y esperanza, tal vez el hecho de que le recordaba a su hermano, tal vez era todo eso y más.

Silvano tomó la mano del peliblanco para detenerlo, le hizo señas para que guardara silencio y observó a su alrededor. Desde que tenía memoria su magia con centro en la naturaleza le había dado la capacidad de saber lo que sucede en su ambiente mejor que nadie, solo debe saber interpretar las señales de la Madre Tierra y será suficiente; se agachó atentó colocando una mano sobre el asfalto, concentrándose para sentir las bajas vibraciones que viajaban por la tierra, parecían ser pisadas y eran muchas. Se puso de pie volteando a varios lados, los estaban rodeando en silencio.

—Tenemos problemas —observó al Valaisin que con ceño fruncido ladeó la cabeza—. Estamos rodeados, nos han encontrado.

—No puede ser —masculló preparándose para el ataque.

—Será mejor que seamos nosotros quienes inicien esto, ¿Me permites? —sonrió.

—Claro, adelante —lo imitó.

Maanalaiset juuret tulevat esiin ja paljastavat vihollisen —pronunció el rubio mientras sus manos se movían lentamente en espiral liberando estelas verdosas. Eleck lo veía fascinado.

Pudieron escucharse sonidos amortiguados durante unos segundos antes que la calle comenzara a agrietarse para de esta emerger desde lo más profundo raíces que se levantaban invocadas por Silvano para su protección. Fue una veloz hazaña en la que muchos de los Antaa Potkut que los rodeaban quedaban aprisionados por las especies de lianas, las llamaradas comenzaron a quemarlas, defendiéndose así fue como se dejaron ver y Silvano no cesaría su acción, enviaría cuantas raíces pudiera.

—No pierdas la concentración, Eleck, ellos suelen ser traicioneros a la hora de pelear —ambos se daban la espalda viendo a los enemigos acercarse.

¡Implosión! —Sho fue el primero en atacar.

Protego —Eleck creó una gran escudo evitando el golpe, supo que ese bastardo iba con todo hacia ellos—. ¡Torkset!

Las espinas que lanzó el ojiplata fueron desviadas de camino por Gya que le sonreía burlesca por no ser más fuerte que ella, la magia de luz no crea el mismo daño que las demás. La fémina creó en sus manos dos bolas que hizo colisionar entre ellas al dirigirlas hacia el par de muchachos, el escudo de Eleck no resistió el golpe siendo ellos arrastrados hasta estrellarse contra el suelo, claro que en el proceso los demás magos del lado de Gya también sufrieron la colisión pero eso era lo que menos le interesaba a la mujer.

El blanco de sus ojosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora