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Se encontraban todos en el jardín de la casa de Agatha, el grupo de magos se preparaba para finalmente partir al hogar de los ManeKatt y para ello se usaría uno de los portales que Equusuu podía conjurar, todo estaba listo ya; Silvano y Alistair intercambiaron miradas sonrientes pues se sentían listos para retomar esa travesía que aceptaron realizar, Rayna y Ónice se encontraban ansiosos por poder regresar a su tierra natal, Niesse y Eleck salían de la casa terminando de hablar con la mujer que les dio techo y comida cuando más lo necesitaron.

—Gracias por todo lo que ha hecho por nosotros, me preocupa tener que irnos de esta manera, no sabemos si los Antaa Potkut vendrán a la villa por lo sucedido con quien los lideraba —Eleck volteó a verla con semblante triste—. Siento que hemos traído un gran predicamento a sus vidas.

—No tienes que preocuparte, podemos defendernos de la mejor manera y les daremos el tiempo que podamos para que tengan la ventaja. Pase lo que pase, si quieren seguirlos, deben llegar a este lugar —sonrió acunando las mejillas del chico con una sonrisa amorosa—. Lo que estás haciendo es muy importante, Eleck, tu reino, tu mundo entero, va a agradecértelo y serás recordado por siempre.

—No creo que sea para tanto —susurró—. Solo hago lo que Merlín me pidió.

—Claro —rió bajo—. Da lo mejor de ti, y recuerda, nunca olvides quién eres, ¿Sí?

—¿Por qué me dice esto? —frunció el ceño y notó cómo la mujer de facciones delicadas veía la gema sobre su frente—. ¿Agatha?

—Solo quiero desearte lo mejor —se alejó la fin.

—Eleck, debemos irnos, por favor —Equusuu apremió al Valaisin que algo dudoso se dirigió a su encuentro—. Ahora mismo vamos a tomarnos de las manos, somos demasiados por lo que no puedo transportarnos a todos al mismo tiempo, pero si me ayuda, llegaremos en un santiamén.

—Perfecto —asintió Silvano—. Solo dinos qué hacer.

—Tómense de las manos, respiren hondo, despejen su mente y compartamos energía, de esa manera el portal se abrirá bajo nosotros —comentó—. La caída puede ser un poco dura, no es la más convencional pero es lo mejor que puedo ofrecerles.

—Solo hazlo, Equusuu —sonrió Niss entrelazando sus manos con las de Eleck y Ónice.

—¡Esperen! —la voz de Cira hizo voltear a todos—. Yo quiero ir con ustedes, les hará falta otro Valaisin.

—¿Qué? —a Niss le dio un tic en el ojo, no estaba para nada de acuerdo.

—Eso es perfecto —sonrió Alistair—. Cuántos más seamos, mejor, ¿No creen?

—Claro que sí —Eleck asintió seguro.

—De acuerdo, hagan espacio para mis manitas —Cira terminó a un lado de Rayna y de Silvano.

El blanco de sus ojosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora